08.- Neptune

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"Si destrozarse es una obra de arte, sin duda esto debe ser mi obra maestra."

Estaba cansado de la vida, destrozado por mis sentimientos y perdido por mis pensamientos. Constantemente me preguntaba; ¿realmente lo merecía? A veces creo que sí.

Tenía casi media hora contemplando ese sobre sellado que se encontraba justo en medio de mi escritorio, donde meses antes me la pasaba matándome para mis exámenes finales del colegio, pero que ahora solo era testigo de mi probable fracaso o, guiándome por la suerte, mi primer éxito.

Habían pasado dos semanas de mi audición secreta y casi tres desde que dejé de ver a Louis. Por más que llamase a su casa, o fuera hasta él nunca obtenía respuesta. Su madre solo se disculpaba con un gesto de pena y cierta tristeza en su rostro. Louis no la estaba pasando bien, eso era más que claro. Pero cuando me pasaba por la cabeza el entrar a su casa, Dianna ya cerraba la puerta en mi nariz.

Ahora que tenía esa carta frente a mí no sabía cómo sentirme; Louis me había dejado y lo más probable era que terminara decepcionando a todos.

Respiré hondo y dándole un último vistazo a la pared que él me había ayudado a pintar tomé el sobre para romperlo y poder sacar su contenido. Desdoblé aquel papel a la perfección y leí.

—Aceptado — murmuré para mí mismo, sentí como mi sonrisa quería salir pero algo no la dejaba. No lo leí una segunda vez, golpeé mis boca con ello levemente pensando cómo sería todo después; y lo único en lo que pensé fue en un chico de ojos azules tan perdidos y vacíos como lo que sentía en ese momento.

Esto podía defraudar a mi padre pero lo único que se me vino a la cabeza fue defraudarlo por completo.

Con la carta de aceptación en mano, corrí escaleras abajo dispuesto a enfrentar todo aquello que me había callado por años. Me detuve en la entrada de la sala de estar donde mi madre servía algo de té en la taza de papá quien solo se quejaba de su día en el trabajo mientras leía el periódico. Quise adivinar donde estaba mi hermano pero mejor no pregunté.

—Ez... — saludó mi mamá con una sonrisa sirviendo un poco de azúcar a su taza —. ¿Quieres un poco? — ofreció, ésta vez me miró —, ¿qué es eso?

Justo cuando preguntó papá quitó su mirada del papel frente a él.

—¿Resultados?— fue lo único que me dijo sin saludar.

—Si... — mi voz salió cohibida y sin algún sentimiento, mamá comprendió y asintió en forma de ánimo. Pero en eso el teléfono sonó, ella extendió su mano indicándome que esperara y por su expresión al ver el identificador de llamadas todo se alarmó.

—¿Hola? — respondió y salió a hablar al corredor lejos de los oídos de papá. Él arqueó sus cejas esperando aun por mí, pero yo solo intentaba escuchar lo que mamá decía al teléfono.

—Déjame leer — insistió con su mano hacía mí como si fuera una orden y yo retrocedí un poco colocando la carta detrás de mí.

—Voy a decirte algo primero — comencé.

—Ezra — entró mamá de nuevo, ambos le miramos jugar con el teléfono en sus manos —. Llamo Dianna — pronunció con temor—, Louis está en el hospital.

Mis brazos dejaron de sostenerse ante eso, y si no fuera porque mi padre estaba ahí mis lágrimas también lo harían. No me gustaba pensar que Louis estaba mal y el que su madre haya hablado para decirme significaba que era algo sumamente grave. ¿Habrá sido él? ¿Alguien más? ¿Por qué exactamente?

—¿Qué demonios está pasando? — papá preguntó sacándome de mis pensamientos, se puso de pie y me arrebató la carta, realmente no me importó, ya no importaba nada —. ¿Qué significa esto? — su voz fue fuerte y tan amenazante que me pude ver encogiéndome ante él. No lo miré, solo vi a mi madre que se acercaba quizá para ayudarme y hacer la pelea menos fuerte.

Cerré mis ojos con fuerza y ésto hizo que un par de lágrimas se escaparan de mí, yo no lloraba así, no lo hacía desde hace años y quizá éste fue el momento en el cual exploté.

—Soy músico — levanté mis ojos encontrándome con los de él —, también soy una persona, soy un planeta, también tu hijo... — dudé —, soy gay, mi novio me dejó y ahora él está en el hospital... ¿Te doy vergüenza? — mi voz se quebró, mamá seguía sosteniendo su brazo y él solo intentaba analizar mis palabras antes de soltar las suyas—, bien, podré vivir mi libertad con ello.

Había aprendido una cosa; no debes detenerte a amar, menos cuando no eliges a quién, porque es el amor más correcto y puro que puede existir.

Agosto del dos mil. Papá me golpeó por primera vez, dolió, pero eso no se comparaba con el dolor que sentía al no poder tener a Lewis junto a mí.


»Júpiter«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora