Escuchaba las voces más no prestaba la atención a las palabras que salían de las bocas de mis amigos, no era nada nuevo el que casi nunca me interesaran sus pláticas pero al menos podía fingir que sí.
Respiré hondo y dejé salir el aliento, pude verlo debido al frío de la lluvia de un día de noviembre. No era un día cualquiera porque en noviembre no solía llover. Sostuve mi paraguas con más firmeza y al maletín donde guardaba el pequeño violín que mi madre me había regalado en mi cumpleaños pasado.
Veía la boca de Nicholas moverse delante de mí y asentí como si escuchara, desvié mi mirada a mi derecha y vi a un chico bajar los escalones de la entrada del colegio.
Era tan extraño ahora. Era raro que me topara con Lewis en ese lugar debido a la diferencia de grados, pero cuando pasaba siempre tenía esa aura de soledad alrededor, pero pareciera que nunca le importaba, tampoco el que yo no me acercara a él a pesar de que nuestras miradas se conectaran.
Estaba empapándose, su uniforme que parecía impecable poco a poco comenzaba a oscurecer su color debido al agua que caía. Lewis miró al cielo y sonrió dejando que las gotas resbalaran por su rostro con tanta felicidad que parecía increíble, después sacudió su cabello tal cual un perro.
—Ahora vengo — hablé interrumpiéndolos.
No esperé a que respondieran algo cuando tomé camino hacia él. Esquivando a todos los alumnos que corrían con sus enormes paraguas y gabardinas en el trayecto, llegué.
—Hey — dijo antes de que yo saludara.
—¿Dónde está tu paraguas? Vas a enfermar — fue lo que salió de mi boca al ver que no despegaba sus ojos del cielo.
Los cerró y después su mirada azul se conectó con la mía por primera vez ese día.
—No lo sé — respondió —. Pero, ¿qué importa? Me gusta la lluvia.
Suspiré. No dije nada más, me acerqué a él y nos protegí a ambos con el mío. Lewis no era tan pequeño como antes, pero aun así yo seguía siendo más alto que él.
—Creí que te gustaba a ti también — levantó su rostro para verme de nuevo. Su cabello se pegaba a su frente, y había pequeñas gotas adornando sus pestañas, sonrió haciendo que sus ojos se arrugaran sin pena —. ¿Ahora qué?
—Yo... — iba a tartamudear. Y yo no hacía eso a menos de que estuviera nervioso y no me gustaba pensar que Lewis me ponía nervioso.
—Estás pensando — dijo —. Frunces las cejas cuando estás pensando muy en serio, ¿en qué piensas? — su tono despreocupado me resultó confortante de alguna manera. Respiré hondo y sonreí.
—Vamos a dentro — me alejé rápidamente dejándolo bajo la lluvia de nuevo. Subí un par de escalones cuando me detuve para asegurarme de que me seguía. Lewis estaba de pie, como un total y pacífico desastre. Me veía, jugó con la correa de su mochila que le atravesaba el cuerpo y caminó hacía a mí.
—Mamá se enojará si no me encuentra afuera cuando llegue — lo escuché decir —. ¿Puedo culparte?
—Claro — respondí inmediatamente. Cruzamos los pasillos casi desolados, cerré mi paraguas que goteaba el piso de mármol y podía sentir a Lewis pisarme los talones con dificultad por la humedad de su uniforme.
Entré a los vestidores, fui al mueble de las toallas limpias y le cedí una. La tomó sin pensarlo y secó su cabello con ella.
—Eres un desastre — reí al verlo.
—¿Y a quién le importa? — pronunció sentándose en una banca, no respondí, solo me limité a tomar asiento a su lado.
—Quizá a mí — dije después del silencio.
—¿Por eso has dejado de hablarme como antes?
—¿A qué te refieres? — fingí demencia, y era muy malo haciéndolo.
Lewis sonrió de nuevo, pero esta vez se veía diferente, como si no quisiera hacerlo, pero lo logró.
—¿Te cuento un secreto? — dijo en voz baja, me encogí un poco para escuchar mejor porque sabía lo que venía —. Eres un caos — susurró.
—¿Puedo preguntar por qué? — susurré de vuelta aunque no era necesario porque el eco de nuestras voces murmurando se escuchaba en todo el desolado vestidor.
Pero era nuestro juego, solo nuestro.
—Te alejas de las cosas que quieres, te proteges de ellas solo porque los demás te dicen que debes; tu música, la lluvia...— observó sus manos que jugueteaban con la toalla, sus labios se curvearon pero esta vez no lo logró —. Tu mente está hecha un caos, ¿no es así? — esta vez me miró detenidamente.
Lo estaba haciendo, intentaba leerme y, por lo que sabía, siempre lo lograba.
Ese cosquilleo en mi estómago volvió y después fue hacia mi pecho haciendo que me diera cuenta de que estaba perdido.
—Lewis, no está bien — dije.
—Está bien si te sientes bien, Júpiter — respondió.
Noviembre de mil novecientos noventa y nueve.
"Estábamos llenos de vida, apenas podíamos manejarlo. Éramos principiantes en la guerra, extraños al sufrimiento."
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»Júpiter«
General Fiction"Haz que mis problemas importen. Haz que este caos cuente." Ezra Law es un chico que tiende a seguir las reglas que el hombre ha hecho a lo largo de los años aunque él no esté de acuerdo en muchos aspectos. Pero, en la despedida de una de sus person...