03.- Earth [Moon]

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—¿Y no le temes a eso? — pregunté al escribir las primeras notas de ese día en mi cuaderno de pentagrama. Después de varios segundos levanté la mirada para encontrarme con la azulada del chico frente a mí. Ni siquiera parpadeó o hizo algún gesto cuando lo descubrí mirándome, inclinó su cabeza y me indicó a que siguiera con lo que hacía.

—Mi papá dijo una vez que nunca seremos tan jóvenes como lo éramos ayer — recargó sus brazos en la mesa y se acercó más para observar lo que hacía —. Tendré miedo por un momento pero después se va a quitar, después será algo como libertad.

—Mmh, no estoy seguro — seguí con mi trabajo.

—Júpiter...

—Lewis — le imité el tono.

—Tú papá da miedo — susurró.

—Lo sé — reí.

Revisó todo a nuestro alrededor y volvió.

—Eso no está bien —arrebató mi bolígrafo.

—¡Hey!

—Es como vivir con tu enemigo, cuando te alejes de él serás libre — dijo muy seguro.

—¿Ahora sabes mucho de la vida? — me burlé quitándole el bolígrafo con un ágil movimiento, no le dio importancia.

—Sé que somos un conjunto de biomoléculas, solamente, pero — se encogió de hombros —, me gusta creer que hay algo más.

—Lewis, el científico loco — le llamé, tomé el vaso de jugo que estaba a mi lado. Comencé a reír pero justo en ese momento el jugo de uva se derramó en mí —. Uh— bufé sin ánimos al ver el desastre de mi camisa favorita.

—Eres tonto — se puso de pie incluso antes que yo. Caminó hasta la entrada del comedor y me esperó.

—No tienes que seguirme a todas partes — le dije mientras tallaba la mancha, lo sentí ir detrás de mí cuando comencé a subir las escaleras.

—Tu papá puede llegar en cualquier momento, no quiero estar solo cuando eso pase —le escuché decir —. Y tu hermano no es muy amable— terminó.

No respondí nada porque simplemente tenía razón. Louis se quedaba muy pocas veces en mi casa y el tenerlo aquí siempre implicaba algo negativo en mi familia. Y ese día no era la excepción, pero sus padres habían salido por unas horas y él insistió en que quería verme. Y yo no pude negarme.

—¿Te cuento un secreto? — preguntó cuando entramos a mi habitación. Yo murmuré una respuesta cuando busqué dentro de mis cajones la ropa limpia que mi madre había puesto allí esa mañana —. Bueno, no es un secreto.

—¿Qué es entonces? — escogí una camisa color azul. Levanté la que llevaba puesta para sacarla, pero dejé de moverme cuando de repente dejé de sentir la presencia de Louis.

—Tienes lunas en tu espalda — lo escuché decir después—. Una, dos, tres, cuatro... — contó dejando leves toques sobre las manchas en mi piel —, cinco, seis, siete...— continuó, su tacto era frío pero a la vez muy cálido —. ¡Y luego tienes todas esas pequeñas constelaciones! — habló emocionado.

—Se llaman pecas —giré para reír. Admiré su sonrisa y después me miró —. ¿Qué era lo que ibas a decir?

—Ah — divagó con su mirada intentando recordar y después pude ver cómo llegó de nuevo por su gesto de alivio —. ¿No te pasa que sientes que hay algo que te cambia? No sabes qué es pero si sabes que hay una razón.

—Oh, no lo sé, se trata de crecer, ¿no? — fue lo único que pude responder. Louis hizo una mueca y después suspiró.

—Me siento como Galileo Galilei en mil seiscientos diez.

—¿Por qué? — me alejé colocándome la camisa limpia.

Louis sonrió aún más amplio. Recuerdo como sus ojos se arrugaban siempre que lo hacía pero aun así se podía ver el brillo en ellos. El infinito más vivo que nunca.

—Porque observé las lunas de Júpiter por primera vez.

Mayo del noventa y siete. Yo era muy joven y tonto para saber quererlo.



»Júpiter«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora