Epílogo

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Guardé silencio ante toda la multitud frente a mí, esperaban a que comenzara con mis palabras de despedida y aunque estaba algo acostumbrado a hablar en público comencé a sentir que me derrumbaba al ver las tristes expresiones llenas de lástima hacía mí.

Le di un vistazo a mi madre quien mantenía a Lyra en sus piernas; podía ver en la oscura mirada de la pequeña de seis años que intentaba comprender lo que pasaba a su alrededor. Me llamaba en silencio, con miradas de desespero y ahogo. Mamá le abrazaba y le decía cosas al oído quizá para calmarla un poco; después le vi negar con la cabeza como si me dijera que no era necesario y bajara de ahí.

Dianna seguía llorando desde su lugar después de haberse parado aquí y hablar frente a todos, su esposo le rodeaba con sus brazos con una expresión más parecida a la mía. Después vi como Lyra bajó del regazo de mi madre y corrió hacia los brazos de su otra abuela, comenzó a hablar y entre lágrimas ella comenzó a sonreír.

Aclaré mi garganta cuando comencé a escuchar varios murmuros; nuestras familias estaban ahí, amigos, compañeros de trabajo, todos. Le di un vistazo a mis escritos sobre el atril de madera. Escritos que había comenzado a escribir desde el día en el que supimos que enfermó. Dónde me dedicaba a describir mi vida desde el momento en el que llegó, tratando de que así los demás, vieran todo lo que significaba Louis para mí. 

Verano de mil novecientos noventa...

Respiré hondo. Observé la fotografía de Louis que estaba a mi lado. Yo la había tomado hace apenas tres años, tenía una sonrisa amplia y sostenía a Lyra quien solo se dedicaba a besarle la mejilla llenándola con de pastel de chocolate.

—Creo que nunca encontraré la palabras para explicar a Lewis — bromeé con su nombre como siempre.

Cerré el viejo cuaderno de mis escritos; quizá mejor así, guardarlo todo para mí. Guardar la magia de Lewis como un recuerdo fuera del dolor de su partida. Podría contarle todo a Lyra después, leerlo cuando esté triste o cuando sienta que olvide de dónde vengo.

—Aprendí mucho de él — suspiré acercándome un poco más al micrófono —, que estamos hechos de partículas que han vivido por millones de años, polvos de estrellas quizá, no lo sé — reí un poco —, pero tiene razón porque lo único yo que veía en sus ojos a pesar de todo, cada días, eran brillos como cientos de constelaciones — vi a Lyra que me escuchaba atentamente y a Dianna quien solo se llenaba de mis palabras con una sonrisa —. Louis... Lewis; el hombre que amaba las bolitas de coco cubiertas con chocolate y me inspiró a hacer todo lo que soy ahora, siempre sentí que yo no merecía a alguien como él pero después él me decía que quizá podría no ser el indicado pero que sin duda era su favorito.

Me gustaba su sinceridad, sus bromas sin gracias y su admiración por la simplicidad. Sus llantos sin explicación, sus palabras vacías y todo su terrible caos. Sus pensamientos libres, sus secretos y su mente aprisionada por barreras que nunca pude ver — hice una larga pausa —. Siempre dejaba a todos fuera de esas barreras y creí que también lo estaba hasta que una vez me confesó que no era así, me llamó Júpiter y me llevó consigo siempre — respiré hondo, comencé a sentir que mis lágrimas saldrían y mis mejillas comenzaron a arder. Vi la sortija en mi dedo que tenía casi quince años ahí. Vi a Lyra, a la familia de Louis y a la mía. Habíamos presenciado como poco a poco Louis se desvaneció; hablando de cientos de cosas pero no de él, ignorando su dolor y su aspecto solo por nosotros, hablando de la muerte sin miedo y quizá con un poco de emoción. Hasta que un día su corazón se paró.

A Louis nunca le gustó que llorara, como él decía; no dejes que el infinito en tus ojos se apague.

—Siempre me dijeron que la magia no existía — hablé de nuevo —, pero tengo la certeza de haber conocido a una persona realmente mágica de una forma genuinamente sencilla. Lo encontré, sin siquiera buscarlo. Y me atrapó, nunca pude escapar aunque debo admitir que nunca lo intenté realmente— sonreí, miré la fotografía una vez más y después de nuevo a los demás. No quería hablar de nosotros, decir que lo amaba estaba de más, todos lo sabían y no había duda de eso—. Quizá—  traté—, quizá la luz de Lewis se apagó, pero, dejó todas las estrellas encendidas para nosotros.





(n/a): Desde un principio dije que sería corta pero esto si es realmente corto.

No tengo mucho que decir, es una idea que salió cuando estaba escuchando una canción como la mayoría de veces. Esta historia, más que en una relación, se basó en el descubrimiento de alguien como persona, verdades sobre la sociedad y algo de valor, de una forma concisa y con un poco de inocencia. Realmente disfruté escribirla.

La magia está en todos, y es diferente para cada quién, así como el que nos enamoremos de ella sin importar qué.

Lewis tenía un problema con el socializar (lo digo porque varias veces me preguntaron), algo parecido al Sindrome de Asperger,  porque si se dan cuenta la única persona con la que habla en toda la historia es con Ezra como dice, era su excepción. Para no dejarlo fuera de su mundo lo llamó Júpiter e hizo que se quedara.

No sé que más decir, solo gracias, infinitas gracias a todos quienes me leyeron. Por sus comentarios y votos, me hacen muy feliz. 

Si tienen dudas haganmelas saber.

¡Nos leemos luego!

pd: Les debo el smut, porque yo no escribo smut. Me gusta hacer que mis personajes se pertenezcan sin siquiera tocarse. 

»Júpiter«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora