En los orígenes de la humanidad, seguramente nosotros
imponíamos nuestra fuerza física y se hacía lo que decíamos. Una vez más, los hombres demostramos ser menos inteligentes que las mujeres, porque mientras salíamos a cagarnos a trompadas con algún oso de cuatro metros de alto (en caso de tener suerte y no encontrar en nuestra expedición un pterodáctilo de veinte), ellas se quedaban boludeando en la cueva.
Otra demostración de la supremacía intelectual femenina es que, al no tener la capacidad de imponerse físicamente, reconvirtieron su fuerza de poder.
Cavernícola femenina: "Ay, mono... ¿Sabés qué?... Tengo ganas de comer gliptodonte..."
La frase es acompañada por un pelvequeteo (meneo de pelvis rudimentario) provocativo, y el cromagnón sale en busca del gliptodonte, que pesa quinientas veces más que él. Sabe que si vuelve sin el animal feteado, se le va a hacer faraónico coger. ¿Te suena familiar?
La hicieron perfecta. Se hicieron denominar "sexo débil" pero se quedaron con el lugar del poder, el lugar del que decide, de que dice "sí". En cualquier estructura jerárquica, el jefe es el que puede decir "sí", mientras que los empleados son los que pueden decir "no", pero no pueden decir "sí". No deciden. ¿Te suena familiar?
Encima, se tomaron muy a pecho eso de que "el hombre propone y la mujer dispone" y tenés que andar haciéndolo todo. Decidir dar el primer paso. Decidir a dónde sacarlas a pasear. Decidir cuándo "proponérteles".
No solo se guardan el lugar del "sí", sino que además te tiran a vos la presión que supone exponerte a avanzarlas. Ellas se limitan a hacer que vos des el paso. Y no siempre te lo hacen sencillo. Y sos vos el que vive con los huevos en la garganta.
¿Entonces?
Fácil. Tomá el lugar de la mujer, el del jefe. De varias maneras, hacele saber que te encanta. Y después sentate a esperar.
Vas a ver que, si tiene onda con vos, si todavía no sabe si la tiene pero siente curiosidad, si le llamás la atención, ella va a mover. Va a preguntar por vos en tu grupo de amigos o en los lugares que frecuentás. Va a ocasionar algún encuentro "casual". Va a buscar la forma de pretexto pelotudo y que no la exponga (esto es mucho más obvio si se comparten ámbitos como el trabajo, la universidad, etc). Va a querer comprobar que es verdad que te encanta.
Y ahí vos te la abalanzás y la invitás a tomar algo... ¡Krrrruanck! ¡No! ¡Nein! ¡Danger! ¡Nunca jamás!
Ahí vos volvés a tomar el lugar de la mujer.
Le das bola. La dejás acercarse. Le hacés saber de alguna manera muy sutil que es verdad que te gusta mucho. Pero no la invitás a ningún lado. No la avanzás.
No va a entender nada. Pero va a volver a la carga. Te va a volver a encarar con alguna otra excusa tonta.
¿Cómo hacer que te invite?
Muy fácil: tomá el lugar de la mujer, el del jefe. Asesorala en ese laburo que te pidió ayuda, andá a la casa a estudiar con ella. Calladito y por las piedras, seguile la conversación muy animadamente, muy interesado. Es más: tirale onda. Pero no la avances. No la invites a nada. Así de simple. La invitación llega inexorablemente. A algún lugar inocente, repleto de gente, en donde se sienta "local" o segura. O a su casa. Con ellas nunca se sabe. Pero con la duda no se va a quedar.
¡WARNING! Quizá se va a tomar una charla o dos más, según lo lanzada que sea ella. Aguantá. No entres en pánico. Resistí. Dominá tu instinto. Tapate la boca. No seas marica. Confiá en vos. Alcanza con que le des la seguridad de que tenés onda con ella. Si es necesario, repetíselo. Decile que es la mujer más hermosa que viste en tu vida, que tiene una onda increíble. Y esperá nuevamente a que haga su movida. Te va a invitar a salir.
Tené un poco de paciencia si no te apura de entrada. Vos imaginate que la estás haciendo atravesar una situación completamente nueva. Primero: ella ni siquiera sabe que tiene que atravesarla. Seguro que no acostumbra a encarar tipos. No sabe como hacerlo. ¿Por teléfono o en vivo? ¿Te pidió el teléfono? ¿Tiene excusa como para hacerlo? No sabe cómo tiene que vestirse. A dónde encararte. Qué proponerte. A dónde llevarte. Además, no quiere hacerlo. Tiene miedo. A nadie le gusta exponerse. A cualquiera le duele un rechazo. Ella está en una situación muy cómoda y para comprobar qué le pasa con vos, tiene que resignarse y cumplir un rol desconocido.
Es mucho. Es lo que nos hacen atravesar ellas a nosotros. ¿O no? Tomá el lugar de la mujer. El del jefe.