Ya sabés que está enamorada de vos. O al menos lo suponés. Todo
indica que es de esa manera.
Algo en su mirada denota su sentimiento; fue ella la que te indujo a invitarla a salir o alguna amiga suya fue a buchonearte que estaba muerta con vos.
O tal vez no haya ocurrido nada de eso, pero el hecho es que después de algún tiempo de conocerte, ella aceptó una invitación tuya para salir.
Te rompés el coco pensando en el momento de la definición. ¿Qué le digo? ¿Cómo me acerco? ¿La beso directamente? ¿Le pregunto qué le pasa conmigo? Un día, en medio de un flor de quilombo de laburo, me llama mi amigo Nando a la oficina.
Resulta que había invitado a salir a una chica que le gustaba y necesitaba con urgencia que le diera un consejo sobre cómo hacer para decirle lo que sentía, y ganársela.
“Uy Dios… Justo ahora” pensé; pero conociéndolo, sabía que si no le decía algo, era capaz de llamarme setenta y dos veces con sus típicos “No me cagués… No me cagués”. Así que al tiempo que enviaba un fax a un cliente con el que estaba hablando por otra línea, para que aprobara un aviso que tenía que estar en un medio gráfico media hora más tarde, y mientras la telefonista intentaba pasarme otros dos llamados urgentes, le dije:
-Vos en un momento, cuando estén en el auto, poné un buen tema romántico, mirala con seguridad a los ojos y decile: “Cuando yo era chiquito y me contaban el cuento de Blancanieves, me la imaginaba exactamente igual a como sos vos”. Inmediatamente después la tomás suavemente de la nuca, te acercas sonriendo levemente y le das un beso.
-¿Te parece? –preguntó mi amigo, dubitativo.
-Hacela, que es buenísima –le dije.
El fax había terminado de pasar y mientras el cliente por el otro tubo protestaba porque los logotipos no tenían el tamaño acordado, Nando me repetía todo nuevamente, como para estar seguro de haber entendido bien.
-Mañana llamame y contame –le dije.
Al otro día, la voz de la telefonista retumbó en el intercomunicador de mi escritorio.
-Fabio… Nando por línea cuatro.
“Uy, este me debe estar llamando por su celular desde el aire, por la patada en el orto que le debe haber pegado ayer la mina”, pensé mientras lo atendía con un tímido “Hola”.
-Boluuuudo… ¡Me la gané! ¡Me la gané! –me dice chocho de contento.
-¿En serio? –le digo -¿Hiciste la que yo te dije?
-¡Síííí! Sos un campeón. ¡La hice y me salió bárbaro!
Yo no lo podía creer. Estaba esperando que me llamara para putearme y resulta que ganó como el mejor.
-Bueno, contame todo… ¿Cómo fue? –le pregunté ansioso.
-Y… Estábamos estacionados en el auto… Puse un tema lento… La miré… Le dije que era igual a como yo me imaginaba a “Cenicienta”, y le puse un beso.
-¡Pero pelotudo! –le digo -¡No te dije “Cenicienta”… Te dije “Blancanieves!”
-Uy… Yo le dije Cenicienta…
-¡Pero idiota! Cenicienta era un harapo de mina; toda sucia, llena de ceniza (de ahí el nombre) despeinada y mugrienta. ¡La que era hermosa era Blancanieves!
-Bueno, no importa –me dice –La cuestión es que yo le dije “Cenicienta” y me la gané igual.
Eso reforzó mi teoría de que si una mina está copada con vos, para dar la puntada final podés hacer cualquier cosa. Y si por el contrario, la chica no tiene ningún interés, así hayas planeado la mejor estrategia del mundo para definir, te va a ir mal. Todo el trabajo previo es lo importante.
Si ese trabajo estuvo bien hecho, no vas a tener problemas en definir.
Es como si en un partido de fútbol eludieras a medio equipo rival, el arquero te saliera a achicar en la puerta del área grande, lo eludieras también, y con el arco a tu entera disposición, avanzaras con pelota dominada y sin apuro hasta la línea de gol y te preocuparas por cómo empujarla al arco para que entre. Si hiciste todo lo anterior bien, así la empujes con un viento remate con cara interna del pie derecho o así te sientes y la empujes con el culo, va a ser gol.
Ahora bien, si la jugada estaba anulada con anterioridad por equis motivo, no importa lo que hagas para meter la pelota, el gol será anulado.
O sea, que en el momento de la puntada final, vos tranquilo, seguro y de buen humor.
Tal vez te rechace de entrada, simplemente por esa cuestión de conchudaje y buscarroguismo que tienen las mujeres; pero vos tranqui. Sonreí como diciendo “otra vez el divertido jugueteo de siempre”, restale importancia, cambiale de tema con naturalidad, como si estar en esas situaciones de encare fuera para vos cosa de todos los días, y atacá de nuevo al rato. Un winner.