Gastala

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Están los badulaques que la persiguen sin parar por toda la
discoteca; los mequetrefes que la llaman día y noche cada cuarenta y ocho minutos; los tarambanas que le hacen de remisero todo el tiempo; los bodoques que sin ella no son nada. Los hombres comunes hacen agrandar hasta a mi tía Delia.
Ahora te invito a hacer una prueba: fijate qué cara pine si ella dice mal una palabra, si no conoce a alguien muy conocido, si no sabe en qué continente queda tal o cual país, y vos la gastás. Gastala.
Está sentada a tu lado y por accidente ella vuelca su trago. Vos le decís: “Esto de compartir la mesa con gente de la realeza no es para mí”. Ella se va a reír.
Llega a la facultad con le pelo hecho una furia, dado que la agarró ese lindo vientito que se levanta antes de la tempestad. Ahí mismo, antes de que choquen tus labios contra su mejilla en un beso, le mandás al oído: “¡Caramba! ¡Pero qué paquetería pasara por lo de Giordano antes de venir a clase!”
Ella se va a reír.
Gastarla suele ser un arma efectivísima, no solo en el período de conquista sino durante toda la relación; pero claro, hay varias cosas a tener en cuenta si querés tener éxito con el gaste.
La primera regla: guarda con los defectos físicos. Muchísimo más con el peso. Para muchas minas con la figura no se jode, así que antes de mandarle el clásico “Hay que aflojar con los postres” mejor que compruebes que ella realmente tiene mucha onda con vos. Lo mismo vale para un “Te voy a pedir que antes de salir te repases el bigote. Yo se que te afeitas a la mañana, pero a esta hora de la noche ya tenés una pelusa que raspa”. La frase se la mandó Alduna a “la ferretera”, pero una vez que la había besado. Una vez que besaste, la cosa cambia… Ahora que me acuerdo, estaba muy buena “la ferretera”.
Felipe les suele mandar cosas como “Que lindos ojos… ¡Lástima la cara!” o “Me hacés acordar a un ángel… ¡Angel David Comizzo!”. Un genio el tipo. Porque sabe cuando decirlas para generar una sonrisa en lugar de un puñal por la espalda.
La segunda regla está íntimamente relacionada con esto último: todo debe ser dicho con altura. Paso a explicar: no vas a ser el primero en gastar a una minita. Lo que sucede es que cuando los tipos las gastan, el noventa y cinco por ciento de las veces lo hacen de calientes porque la susodicha no les da pelota. Entonces agraden, no gastan. Es mala onda. Es una grasada. Y en el noventa y cinco por ciento de ese noventa y cinco por ciento, la agresión tiene que ver con lo físico. Por eso, todo debe ser dicho con onda. Es una broma y debe quedar muy claro para todos que queremos que quede en ese plano, que no estamos agrediendo ni insultando. Yo encuentro que a las minas se las puede gastar casi con cualquier cosa, siempre que uno lo haga con elegancia. Mientras que, del otro lado, una agresión debe ser la peor manera de intentar iniciar una relación.
La tercera es no gastarlas delante de todo el mundo. Cuanto más sutiles y reservados seamos, mejor. A nadie le gusta quedar mal parado delante de mucha gente, aunque seamos todos amigos; mucho peor si se trata de un grupo en donde ella no es conocida. Es como cuando el profesor te hacía mierda en plena clase. Lo odiabas y pasabas el resto del día planeando la forma más dolorosa de darle muerte. Y si pasaba el primer año de algún ciclo, mucho peor. Ya se buscaban a los familiares, el auto, la profesora amante. Además, tiene más onda cuando la cosa es entre vos y ella (y a lo sumo un cómplice del romance). Es como un secreto, como un código. Y esas cosas unen a la gente. “Unen”… No se si la cazaste…
La regla final: el gaste de una sola vía es agresión si no te bancás que también te gasten a vos; por lo tanto, bancátela si lo hacen. Después de todo, es parte del juego. Vos gastás y aceptás que te gasten. Con clase, con espíritu sanamente competitivo, con estoicismo de caballero. Como el noble militar que acepta perder una batalla en la guerra. Con admiración hacia el enemigo por la oportunidad que no desaprovechó. Oportunidad, por otro lado, que vos solito le diste.
Si jodés pero no aceptás que te joda, no existís. No tiene nada de malo ser gastado. Es un juego. Divertite. Si no, sólo vas a lograr que en algún momento tus chistes se tomen para el orto. O que te jodan muchísimo más de lo que vos lo hacés.
Así que, mi amigo, si vos sos el blanco del gaste, a bancarla.
Tené en cuenta que raramente las señoritas cargan con tino y sentido de la oportunidad, pero sí suelen hacerlo con elegancia y sutileza; ¡y que a veces dicen cosas cómicas las muy pelotudas!

BREVE LISTA DE TOPICOS CON LOS QUE SE LAS PUEDE GASTAR Y SALIR AIROSO.

Todos tenemos defectos y lo sabemos. Puede pasar que no reconozcamos alguno que otro, pero sabemos que ahí está, dispuesto a hacernos sentir mal o hacernos pasar un papelón en cualquier momento.
Bien. Reconocido esto, y sin olvidar las reglas establecidas en el capítulo, digamos que a las chicas se las puede gastar con sus defectos no físicos. Tipo:
Impuntualidad: llega tarde a todos lados.
Frivolidad: solo habla de galanes de cine y peluquería. Desorden: no sabe dónde pone las cosas.
Ímpetu: se manda con algo y no la para nadie y así la caga. Extremismo: todo es o blanco o negro. Volumen de voz: grita hasta cuando susurra. Disimetría: se choca los muebles. Inquietud: no para un minuto. Parsimonia: no la movés ni con una grúa de delante de la tele. Apetito: más vale comprarle un vestido que invitarla a cenar. Caligrafía: tiene letra de pendeja.
Ortografía: no sabe cuándo va con ese y cuándo va con ce. Sintaxis: redacta para el orto. Vocabulario: habla para el orto. Dicción: se traga las eses. Falta de conocimientos generales: no sabe quiénes son Saviola y Napoleón.
Falta de destreza para conducir vehículos: como todas. Falta de destreza física: reprobó Gimnasia todos los años. Falta de capacidad aeróbica: no corre ni al bondi. Falta de concentración: es distraída.
Falta de memoria: no se acuerda ni cómo se llama. Falta de rigor científico: cualquier cosa le da lo mismo. Falta de rigor científico: hace preguntas del estilo “¿Por qué si la M es eme, la P no es epe?”.

La Mujer De Tus SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora