Ambos jóvenes habían llegado al comedor. La mesa estaba vacía ya, y no habían más platos. Claro, cuando nadie más comía, las sirvientas y mayordomos habían cumplido con su trabajo. Los dos se sentaron uno al lado del otro, mejor dicho, Catherine tomó asiento y Charles la ayudó con su "pesada" silla.
-¿Altezas? ¿Necesitan algo?-preguntó una mujer que estaba parada junto a la puerta.
-Oh si, es que no hemos podido desayunar-explicó Cat-¿Sería mucho pedir un par de cosillas? Sólo lo que vamos a comer.
Ella sabía que siempre debían hacer todo lo que ella quería, pero aún así, prefería ser amable y no molestar innecesariamente a la servidumbre. Eran muy amables con ella y se lograba el cariño de todos ellos.
-Nunca es molestia, alteza. ¿Qué desean?
Le dijeron y ella se dirigió a la cocina. La chica paseó sus dedos por el mantel blanco y sus uñas rascaron un poco la tela. Estaba nerviosa, y no quería decir nada incómodo. El rubio paseó sus ojos por el cabello de ella. Estaba suelto, con rulos en las puntas y su tiara firme arriba. También miró su vestido y sonrió al recordarla en como iba vestida el otro día. Hasta sus ojos visitaron los pies, que seguían el ritmo que su cabeza marcaba.
-¿Qué me ves?-lo había notado mirándola muy concentrado.
-Mis instintos masculinos dicen que la preciosa señorita que se encuentra a mi lado está nerviosa. ¿Estoy en lo cierto?
-No, para nada-negó-¿Por qué dices eso?
-Bueno, hay muchos indicios que así lo comprueban-su voz parecía volverse intelectual y grave cuando se ponía en modo "filosófico". Cat odiaba admitir que eso le gustaba-Está haciendo cosas raras con sus dedos, princesa, y sus pies se mueven al compás de una música imaginaria, o aún peor...
-¿Qué? ¿Qué es peor?
-Está claro que este silencio la pone incómoda, ¿por qué la pondría incómoda? Simplemente pueden darse veces que ninguno de los dos individuos quiera platicar, o no sepa de que. Pero cuando uno de los dos está tenso por eso, algo anda revolviendose en su cabeza-ella lo miraba consternada-¿En qué piensa?
Vaya que él si sabía de lenguaje corporal. Le había leído cada uno de sus movimientos, hasta se podía decir que lo que pensaba también lo sabía.
-En nada, sólo seguía el ritmo de una canción que me tiene muy enganchada.
-¿La que le cantabas a los lobos?
La chica le dio un golpe en el brazo y miró hacia todos lados para asegurarse de que nadie halla escuchado. Para suerte de ella, sólo ellos dos estaban en la habitación.
-No quiero hablar de eso.
-Bueno, yo si. Tendrás que contestarme unas cuantas preguntas.
-¿Qué? ¿Por qué? No debo explicarte nada-negó exasperada.
-Soy el único que sabe tu secreto, y exigo retribuciones.
Él tenía un punto. No era justo que no supiera nada. Aunque tampoco la convencía andarle contando todo de algo que ni ella entendía.
-Está bien, depende de que pregunta sea.
Charles, un poco conforme con eso y con haber logrado una pequeña flexibilidad en la castaña, pensó. Tenía que saber formular, tener tacto para que ella confiara y no se espantara. Obtener su confianza era lo que más quería.
-Creo que es algo que no entiendo muy bien y me gustaría que me lo respondieras. ¿Por qué no son agresivos contigo? Estamos hablando de lobos, son animales salvajes, que si bien no tienden a atacar voluntariamente, si te les acercas...o si se sienten amenazados...
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Bailando con lobos ©
WerewolfUna reina encuentra a una salvaje niña en medio de una jauría de lobos. Decide "rescatarla" y criarla como si fuera su propia hija. Catherine no sabe nada de su pasado, pero hay muchas cosas que no le cierran. Comienza a desarrollar un profundo amor...