CAPÍTULO 2: LA DESPEDIDA

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Llegamos a su casa y como ninguno de los dos teníamos ganas de cocinar, llamamos a un Telepizza, y a los 15 minutos ya teníamos las pizzas encima de la mesa y nos disponíamos a empezar a cenar. Tenía que decirle una cosa y no veía el momento. Todo era muy complicado.

La situación era un poco tensa, era mi última noche con él en Castellón, y estaríamos sin vernos todo el verano, la cosa se complicaba.

La verdad, es que tanto tiempo fuera, estuve pensando y no creía que esa relación fuera hacia adelante, además llevábamos un tiempo que nos estábamos distanciando él uno del otro por unas y otras cosas, por eso, pensaba que era mejor cortar y quedar como amigos si podía ser, pero conociéndole, dudaba que acabáramos bien.

Cuando acabamos de cenar, pensé que había llegado el momento de decírselo.

Azahara: Tenemos que hablar.

Aitor: ¡Uy! Que seria estás. ¿Qué te pasa?

Azahara: Tenemos que hablar de esto, vamos a estar muchísimo tiempo sin vernos, y no creo que lo nuestro pueda ir a ningún sitio.

Aitor: ¿Por qué lo dices?

Azahara: No sé, últimamente nos hemos distanciado mucho, y hoy sí, hemos estado juntos, pero ahora resulta que vamos a estar casi tres meses sin vernos. Tú aquí en Castellón y yo por Madrid, y… Londres.

Aitor: ¿¡Londres!?

Azahara: Sí. Mis amigas y yo hemos comprado unos billetes de avión, y estaremos también una semana en Londres, y luego quizás… me vaya a vivir a Madrid con ellas.

Aitor: ¿Y por qué no me habías dicho nada?

Azahara: Porque no sabía ni como decírtelo ni como te lo tomarías. Además lo de mudarme a Madrid no es seguro, depende de cómo me vayan las cosas por allí.

Aitor: ¿Cómo quieres que me tome que mi novia me sustituya por unas niñatas?

Azahara: ¿Por unas niñatas?

Aitor: Sí, eso he dicho. Tú y tus amigas solo sois unas niñatas que solo pensáis en vosotras mismas. ¿Y a mi qué, qué me jodan, no?

Azahara: ¿Eres imbécil o qué te pasa? Si las cosas me iban bien te iba a pedir que vinieras a vivir conmigo.

Aitor: Ahora intenta arreglarlo, claro que sí.

Azahara: ¡Olvídame!

Aitor: ¡Vete de mi casa!

Azahara: ¡Encantada! No pienso quedarme en una casa en la que ni me respetas a mí ni a mis amigas. ¡Hemos terminado!

Salí dando un portazo de aquella casa, y empecé a caminar sin rumbo mientras, no podía dejar de llorar. No me podía creer que hubiéramos terminado de aquella manera.

Me fui a un bar y me tomé un par de cubatas, después me fui a casa. Aún seguía llorando, aunque tuve suerte que cuando llegué no había nadie despierto, así no me verían.

Era lógico, eran las 4 de la mañana, y mis padres trabajaban al día siguiente. Subí y me encerré en mi habitación.

Cuando me desperté miré la hora y eran las 9, bajé y me puse a desayunar. Entonces empecé a pensar en todo en todo lo ocurrido la noche anterior y me volví a poner a llorar.

Subí a la habitación y me cambié. Me fui a dar una vuelta y entré  a cenar al McDonald’s, quería aprovechar mis últimas horas en mi ciudad. Pero ese McDonald’s me traía muchos recuerdos de la comida del día anterior, y sin poder evitarlo comencé a llorar desconsoladamente.

Después de comer fui a casa y preparé mi maleta. Se hicieron las 5, así que era hora de ir a la estación. Me despedí de mis padres y puse rumbo a mi aventura.

1900 sonrisas y lágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora