A las 5 de la mañana ya estábamos todas levantadas e impacientes, teníamos unas ganas tremendas de llegar a Londres, estábamos incluso histéricas; la situación y los nervios nos sobrepasaban.
Acabamos de poner las pocas cosas que nos faltaban en las maletas y salimos a la calle en busca de un taxi. Parecía mentira, pero en pleno centro de Madrid y resultaba que no había ni un solo taxi por la zona, íbamos a llegar tarde y cada vez estábamos más nerviosas.
En ese momento vimos que un taxi doblaba la esquina, y venía en nuestra dirección. Entonces Vero se puso en medio de la carretera a saltar y a hacer señales como una loca para que ese taxi parase. Y efectivamente, paró.
Lo primero que hizo el conductor fue mirar mal a Vero y echarle la bronca porque la podría haber atropellado. Después nos ayudó a poner las maletas en el maletero y pusimos rumbo al aeropuerto de Barajas, en menos de 1 hora teníamos que llegar, y había mucho tráfico, además el aeropuerto estaba en la otra punta de donde nosotras nos encontrábamos.
Durante el trayecto con el taxi estábamos muy nerviosas y teníamos miedo de no llegar, pero el conductor nos decía que llegaríamos a tiempo, y que no nos pusiéramos nerviosas. Menudo camino le dimos al pobre hombre, debió acabar harto de nosotras.
A las 7:45 llegamos al aeropuerto, pagamos al taxista, cogimos las maletas y empezamos a correr desesperadas hacia el lugar donde teníamos que embarcar.
Dieron el último aviso para subir al avión, quedaban únicamente cinco minutos y nosotras íbamos corriendo como unas auténticas locas por en medio del aeropuerto en busca de hacia dónde teníamos que ir. Al cabo de varias carreras y un par de minutos más, encontramos nuestra terminal y subimos.
Nos había costado muchísimo pero al fin estábamos en ese avión camino a Londres. Lo íbamos a pasar genial las tres juntas viviendo aventuras por aquella maravillosa ciudad. Además como ninguna de las tres habíamos estado nos moríamos de las ganas.
Cuando despegó el avión nos quedamos las tres dormidas, ya que apenas habíamos dormido tres horas, entre el concierto, el haber madrugado y los nervios del viaje.
Al rato me desperté y vi como Nazaret y Vero que estaban las dos delante estaban hablando y escuchando música. Así que me puse los cascos con música y me aislé en mi mundo. Dieron un aviso en el avión.
*Señores pasajeros, falta aún una hora para llegar a Londres, por favor, por motivos de seguridad abróchense los cinturones y apaguen sus aparatos electrónicos, estamos entrando en una zona de turbulencias. Gracias*
¿Había dicho turbulencias? No podía ser, me mareaba muchísimo y no quería montar el espectáculo en el avión. Vi como Nazaret y Vero se estaban abrochando el cinturón y apagaron sus móviles, entonces reaccioné e hice lo mismo.
Cuando ya llevábamos un rato en la zona de turbulencias, efectivamente me empecé a marear mucho e incluso tenía ganas de vomitar, así que me levanté de mi asiento, y medio tambaleándome me dirigí hacia el baño, por lo menos para refrescarme un poco la cara. No me encontraba nada bien.
Como el avión no dejaba de moverse cada vez estaba más mareada y me mantenía menos en pie, hasta que me fallaron las piernas y noté como me iba al suelo, pero en ese momento alguien me sujetó y consiguió que no cayera al suelo.
Conseguí incorporarme y con la ayuda de aquella persona que me había parado, fui al cuarto de baño. Cuando estuviera mejor ya le daría las gracias por pararme la caída y haberme ayudado, aunque aún no le había ni mirado a la cara, de hecho no sabía ni si quiera si había sido un chico o una chica, joven o mayor; aunque esperaba que no hubiera montado demasiado espectáculo.