Capítulo 22: El viaje -Primera Parte

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Capítulo 22

HUGO (P.D.V)

Salí del aeropuerto y cogí aire profundamente en un mísero intento para calmarme. Llevaba prácticamente nueve horas dentro de ese maldito avión y todo por culpa de una persona. Érika.

A cada hora que pasaba sin saber absolutamente nada de ella, la odiaba más. Si es que eso era posible.

Tenía a la familia más poderosa de Italia encima de mí con el objetivo de que la encontrase y la llevase de vuelta a su casa, con su familia. ¿Por qué, de todas las personas existentes en el mundo, tenía que ser yo el niñero de Érika? Fácil, mi padre y Kathia eran grandes amigos, y cuando Érika se escapó, mi padre me envió a mí en busca de la preciada hija de su gran amiga.

¿Injusto? Yo diría que indignante.

Yo, por toda la cara, ahora era el encargado de que Érika Wayland volviese sana y salva a su casa. ¿Qué pasaba si no conseguía eso? Posiblemente, yo sufriría. Bueno, qué digo posiblemente, seguramente yo sufriría.

Vi a los cuatro estúpidos de turno subirse a un taxi, y rápidamente yo me subí en otro.

-Bienvenido, señor. ¿A dónde? –Preguntó el taxista.

- Siga a ese taxi que va saliendo, por favor. No lo pierda de vista –Susurré mientras me echaba hacia atrás en el sillón y respiraba profundamente.

Me había pasado nueve horas en el mismo avión que Avalanna, su amiguito Alex, Dayana y un chico llamado Carlos. En todo ese maldito tiempo había intentado que no me descubriesen.

Había sido bastante conveniente para mí que el avión no hubiese vuelto todavía de dejar a Érika, por lo cual, el grupito había tenido que coger un avión normal y corriente en el aeropuerto de Barcelona. Y por lo cual, para mí sería más fácil seguirlos.

¿Dónde me encontraba? Fácil.

La Habana, Cuba. ¿Población? 2.105 millones. O al menos, eso decía la Wikipedia.

Admiraba firmemente a Érika por haber decidido escoger este sitio como su escondite. Estaba completamente fuera del control de la Mafia Italiana y la Mafia Americana, controlada por su familia paterna, tampoco tenía muy buen control aquí dentro.

Así que, por mucho que me jodiese reconocerlo, Érika Wayland había estado increíble a la hora de encontrar un lugar para esconderse. Y, además, también tenía que reconocer que si había descubierto su localización, había sido gracias a Avalanna y sus amiguitos. Sin ellos, jamás hubiese pensado en la posibilidad de que Érika estuviese aquí.

Pero ahora que estaba un paso más cerca de encontrarla, casi no podía frenar las ganas que tenía de estrangularla. Su escapada, nos había puesto en peligro a los dos. Más a mí que a ella, claramente. Aunque no me sorprendía ni un poco su imprudencia, Érika era una niña mimada que jamás se paraba a pensar en las consecuencias de sus acciones. Ni tenía cuidado por sí misma, ni pensaba en los demás.

Desde que se había escapado de Italia y había hecho tan buenas migas con Avalanna, se había encargado de ponerla en peligro.

Ella sabía perfectamente que alguien de su familia o del círculo cercano a su familia iría a buscarla y que no tendría piedad a la hora de devolverla al lugar al que pertenecía. Y, Érika, en su maldita estupidez, se había echado una amiga y no había intentado poner distancia entre ambas para evitar que saliese herida.

Y ahora, se escapaba nuevamente, dejándome a mí con el problema de tener que encontrarla y llevarla de vuelta a Italia. Sabiendo, que si no lo hacía, su familia cargaría contra mí.

Al fin y al cabo, por mucho que pensase que sabía algo sobre la mafia, Érika no sabía absolutamente nada. Se pensaba que tenía escapatoria, pero eso no era verdad. Nadie puede salir de la mafia una vez ha entrado, y menos alguien que ha nacido en ella. Menos alguien que es la hija de la jefa de la mafia Italiana.

¿Cuán ingenua podía ser esa chica? ¿Realmente se pensaba que tendría escapatoria? La verdad es que Érika no sabía la suerte que tenía al ser yo el que la estaba buscando, si hubiesen mandado a otra persona, seguramente todos sus amiguitos estarían a punto de morir, ya que absolutamente nada se interpone en el camino de la mafia. Y, aunque fuese increíble, Avalanna y sus amigos estaban en el camino de la mafia y si no se apartaban, terminarían muy mal.



AVALANNA (P.D.V)

-¿Te arrepientes?

La pregunta de Alex me cogió completamente desprevenida.

-No, claro que no –Negué- es solo que... me parece todo demasiado extraño.

Hacía media hora que habíamos llegado al hotel en el que nos íbamos a hospedar, y dentro de nada saldríamos otra vez, pero esta vez para ir directamente hacia Érika.

-¿A qué te refieres? –Preguntó mientras se acercaba a mí.

Me encontraba sentada en la terraza mirando las calles de aquella gran ciudad. Estábamos nada más y nada menos que en La Habana, en Cuba.

Habíamos ido demasiado lejos para ir en busca de una chica que prácticamente no conocíamos.

-¿Te das cuenta dónde estamos? –Pregunté girándome hacia él y dándole la espalda a la gran ciudad.

- En una terraza –Rio.

Negué poniendo los ojos en blanco.

-En serio, Alex. ¿Te das cuenta de que estamos en Sudamérica? ¿Eres consciente de que estamos en Cuba? ¿No te parece todo esto un poco extremista? ¿Realmente me estás diciendo que esta chica huyó, no solo de Italia, sino también de España, y todo para acabar en Cuba? ¿Qué es? ¿No hay países que queden más cerca?

- Está huyendo de alguien. Supongo que para ella, toda distancia que ponga entre ella misma y ese chico, es poca.

Me mordí la uña del dedo gordo y negué sin apartar la vista del suelo.

-No, aquí hay algo más. Todo esto me huele realmente mal, de verdad te lo digo. Esto no tiene que ver solo con Hugo... ¿dónde está su familia? ¿Cómo es posible que los haya abandonado a ellos también?

Alex suspiró y se apoyó en la barandilla de la misma forma que yo, dándole la espalda a la ciudad.

-Tal vez no tiene familia.

- ¿Entonces quién es? ¿Por quién hemos venido a Cuba, Alex? Todo esto me da mala espina, algo malo va a pasar, lo veo venir –Dije mientras me apoyaba en su hombro- ¿Cómo es posible que huya de su país y luego vuelva a huir sin decirle absolutamente a nadie, a dónde iba? Yo no podría irme de mi casa a otro país y no avisarle a mi familia o a alguien que me conozca, a dónde voy a ir.

- No sabemos nada de ella, no podemos juzgar sus acciones.

-Por el hecho de que no sabemos nada de ella, es que me planteo todo esto –Susurré.

- No te preocupes, haremos que vuelva a España con nosotros y allí la pondremos a salvo. Le haremos ver que no tiene nada que temer.

Tocaron en la puerta y Alex se dirigió a abrir. Yo me di la vuelta y miré fijamente la carretera que se encontraba atestada de coches.

El problema no era que Érika tuviese algo que temer o no, el verdadero problema, era que por este viajecito, nos hubiésemos metido en algo realmente gordo. Un problema que nosotros, si deberíamos temer.


¡Al diablo! te conseguiré rompiendo las reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora