Capítulo 26: El cuento

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Capítulo 26

AVALANNA (P.D.V)

Vale, aquella información era increíblemente reveladora. ¿Entonces Érika era la mala persona y no Hugo? La verdad, es que todo lo que él me había contado tenía bastante sentido. Si Hugo hubiese sido mala persona, al día siguiente de que me hubiese apuntado con un arma y haber "amenazado" a mi familia para sacar a Érika del país, ella no hubiese vuelto con él y haber estado tan felices como estaban. Vamos, que había cometido un gran error al haber dejado a Érika huir de Hugo y no porque no quisiese que escapase de esas personas que la estaban buscando, sino porque Hugo también estaba huyendo de esas personas y por su culpa y parecía que ella no quería hacerse responsable de eso y continuaba dejando a Hugo por su cuenta.

-Esto es realmente fuerte. Jamás pensé que Érika fuese la culpable de todo este follón.

-Sinceramente, siempre se suele culpar al chico antes que a la chica. Es algo que está muy arraigado en la sociedad así que no tienes por qué sentirte mal.

Hugo ahí tenía toda la razón del mundo. Nos empeñábamos en culpar siempre al chico sin darle el beneficio de la duda. Siempre pensaríamos que ellos eran los malos, puesto que así nos habían criado.

-Lo siento. Si hubiese sabido que ella te había metido en el follón en el que están, nunca hubiese dejado que tomase el avión de mi familia para huir del país, al menos no sin ti o sin decirte a dónde iba. Ella tiene la culpa de que tú estés huyendo.

HUGO (P.D.V)

Tenía unas ganas increíbles de saltar por toda la habitación y de hacer un bailecito estúpido. ¿Quién no lo haría? Por fin Avalanna dejaba de considerarme el malo y había visto más allá. Se creía que Érika era la culpable de todo esto y esa creencia era algo que tenía que mantener. Pero... ¿realmente no era Érika la culpable de todo esto? Ella había huido y yo solamente la había seguido para devolverla a su casa. Ahora, si no conseguía que ella volviese es cuando todos estaríamos realmente en peligro. Nadie puede abandonar la puta mafia italiana a menos que estés en una bolsa de cadáveres o en el fondo del mar. Y ni siquiera Kathia Benedetti y su marido, Byron Wayland, serían capaces de evitar la persecución que tendría lugar para recuperar al eslabón perdido.

-Entonces, por fin me crees ¿no? –Pregunté para asegurarme. Tenía que actuar como el chico que no había roto un plato y que estaba profundamente enamorado. A las chicas les encantaban los chicos así: sensibles.

-Sí. Ahora solamente tenemos que contarles la historia a los demás, y todos juntos encontraremos a Érika y entonces, ambos decidirán qué hacer –Dijo mientras se ponía en pie- pediré los papeles del alta voluntaria y así podremos ir cuanto antes al hotel junto con los demás.

Cuando salió de la habitación, yo relajé absolutamente todo mi cuerpo y me dejé caer lentamente de espaldas en la cama del hospital. La herida que tenía en el costado me estaba partiendo en dos. Había recibido balazos y cuchilladas anteriormente, pero joder... la que tenía ahora, me dolía con diferencia.

Cuando veía películas en las que el protagonista corría con un balazo o algo, realmente me impresionaba que pudiesen aguantar ese dolor. Tal vez es que yo era un flojo o me dolían más las cosas o tal vez, que la adrenalina no me subía como les subía a ellos porque ¡hostia! Esta herida dolía como los mil demonios.

Después de varios minutos en los que intenté coger fuerzas, me puse en pie nuevamente y terminé de salir de la habitación. Odiaba los hospitales, eran realmente algo que sacaba la mierda de mí. No tenía buenos recuerdos en ellos y los intentaba evitar en la medida de lo posible, y durante años me había salido condenadamente bien... hasta hoy.

¡Al diablo! te conseguiré rompiendo las reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora