Capítulo 24: El viaje -Tercera Parte

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¡Feliz año para todos! Siento el retraso... ¡Que sean muy felices en este 2016!

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Capítulo 24

HUGO (P.D.V)

Mientras me levantaba de la cama, Avalanna hizo su aparición en la habitación.

-¡Eh! –Gritó acercándose rápidamente a mí- ¿Se puede saber qué haces? El médico nos ordenó que debías mantenerte en cama durante unos días más. No puedes simplemente pasar de su recomendación.

La miré con los ojos entrecerrados.

-¿Y a qué viene esa repentina preocupación por mi bienestar?

Se cruzó de brazos y me miró fijamente.

Avalanna era sencillamente... preciosa. Era alta, debía medir alrededor de 1'80; su increíble pelo rubio le llegaba hasta la mitad de la espalda, y sus ojos eran de un verde tan profundo que robaban el sentido.

-Nos salvaste de esos matones y estoy muy agradecida por ello. Todos estamos muy agradecidos por ello.

-Sin embargo, tú eres la que está en esta habitación y no con ellos –Puntualicé.

Estaba en el hospital y hacía una media hora que me había despertado allí, solo. Me dolía muchísimo el costado, pero no podía simplemente permanecer allí acostado, tenía que encontrar a Érika y llevármela devuelta a Italia.

-Estaban cansados, llevamos aquí toda la noche contigo. Estuviste a punto de morir –Susurró mientras se sentaba en la silla que se encontraba al lado de la cama.

-¿A punto de morir? No exageres –Reí. Pero solo el hecho de soltar una risita, hizo que me encogiese. Dolía demasiado.

-Unos centímetros más arriba, y te juro que hubieses muerto. O al menos, eso fue lo que nos dijo el médico. Llegamos aquí y estabas pálido, pero un pálido de muerte. Sinceramente pensaba que no ibas a conseguirlo –Se pasó las manos por el pelo y se me quedó mirando fijamente.

Solté un suspiro.

-Pero estoy bien –Dije encogiéndome de hombros. Avalanna, por mucho que se empeñase en odiarme, se había preocupado por mí.

-No del todo, acabas de soltar una risa de nada y tu expresión se crispó de dolor. ¡Estuviste a punto de morir, y mírate, actuando como si nada! –Exclamó poniéndose en pie.

-Me he hecho cosas peores, créeme.

Me levanté y cuando me puse derecho, me llevé una mano al costado. La herida me estaba tirando y parecía que se estaba abriendo nuevamente, aunque no había ni rastro de sangre.

-¡¿Qué haces?! –Gritó- acuéstate.

-Avalanna, estoy bien. Vete preparando los papeles, quiero el alta voluntaria. Tengo cosas que hacer y no puedo simplemente quedarme aquí acostado.

-¿Cosas que hacer? ¿Cosas como cuáles? Estás en Cuba, no estás en España o Italia. Realmente me pregunto qué tienes que hacer tú aquí y después de que aparecieses en mi casa preguntado por Érika como si estuvieses poseído.

La miré alzando una ceja.

-Mis asuntos aquí no son de tu incumbencia. Aprecio tu ayuda, pero claro, esto era lo mínimo que tú y tus amigos podían hacer por mí ya que los salvé de ser asesinados o secuestrados por aquel grupito de cuarta.

Si las miradas matasen, Avalanna me hubiese enterrado en aquel momento.

-Idiota desagradecido –Rugió.

¡Al diablo! te conseguiré rompiendo las reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora