Nico respiró hondo cuando salió de la ducha. Aún estaba escandalizado, no había sentido tantas emociones juntas en mucho tiempo. Que su rostro arda y sus manos busquen las de Lilith era demasiado, demasiado raro.
Desde el día anterior en el que dejó a Lilith para correr hacia su cabaña aterrado no la había visto. Es más, la evitó todo lo posible. Y al parecer la pelirroja o había entendido la intención o se había ofendido y estaba molesta. Era un estúpido chico patético, ¿quién corre de la nada y evita a una persona sólo por sonrojarse?
Es que Nico sabía que no era sólo por el sonrojo. Que también estaba el nerviosismo que le causaban los ojos de Lilith sobre él, o la piel de gallina cuando ella salía de la nada y lo saludaba con una sonrisa. Patético, patético era lo único que podía describirlo y eso pensaba.
Su cabello aún goteaba cuando se sentó en la cama sólo con los pantalones puestos. Miraba al suelo mientras debatía mentalmente.
Lilith me pone nervioso... Sólo eso. Hace un gesto que si alguna otra persona veía, pensaría que estaba loco. Es porque ella es una chica muy guapa. Espera, ¿qué diablos estoy pensando?
Abrió los ojos como platos cuando miles de adjetivos cursis y bonitos hacia Lilith le llenaron la cabeza. ¿Qué te pasa? Sí, ella es guapa como toda hija de Afrodita, es obvio... Pero es la única de ellas que realmente me agrada.
Otro gesto y pasa los dedos por el cabello mojado. Se lanza de espaldas a la cama y respira hondo mientras cierra los ojos.
—Has crecido, Di Angelo —esa voz coqueta era demasiado conocida. Le hizo levantarse de un salto.
Afrodita le miraba de arriba a abajo, sólo se gana una mirada molesta por parte del chico.
— ¿Cómo...? ¿Qué haces aquí? —corrige su pregunta al instante.
Con la mirada lasciva de Afrodita sobre él, Nico siente la necesidad de taparse el torso con las manos. Pero se abstiene a semejante escena humillante y toma su camiseta para ponérsela.
—Sí, sí, tapa eso —asiente ella y sacude la cabeza—. O voy a competir contra mi propia hija.
La camiseta baja y Nico la mira con ambas cejas arriba— ¿Perdón?
—Sigo pensando —la diosa frunce el ceño—. Que cada año vas a ponerte mejor y... Oh por el Olimpo—abre los ojos al máximo —. ¿Te parece vivir conmigo?
—Afrodita—le reprocha aunque sus mejillas están al rojo vivo.
Clarisse parece aparecer sobre su hombro sólo para gritarle ¡Tomate!
—Eh, es que apenas noto tu atractivo. Debo castigar a mis hijas por decirte chico feo —pone las manos en sus caderas—. Bien, ya, ahora a lo que iba.
—Qué bien —murmura mirando al suelo.
—Se que te gusta mi hija —dice de inmediato y el rojo en las mejillas del chico se vuelve más fuerte—. Vamos, sin penas, es obvio.
—No. Claro que no, no me gusta. Es una amiga.
— ¡No la mandes a la friendzone! —le chilla horrorizada—. Es el peor lugar... Créeme, lo he visto. Aunque no lo he vivido, claro —mueve el cabello con una sonrisa egocéntrica.
—Si viniste a decir cosas sin sentido mejor vete —le invita señalando la puerta.
Afrodita frunce el ceño. No le gustaba ese comportamiento, pero si lo veía bien... Nico no se veía tan mal mientras la echaba fuera. Se rió de sus propios pensamientos y fue a sentarse en la cama, bueno, más bien se lanzó a ella y su diminuto vestido se subió aún más en sus muslos.
—No se si no lo pillas... Pero quiero estar sólo —se levanta de inmediato para alejarse de ella.
Una sonrisa enorme surge en los labios de ella, sus ojos, ahora azules, brillan pícaros.
— ¿Te pongo nervioso por ser sexy o por tener la apariencia de Lilith?
Nico la mira por unos segundos y vuelve a apartar la vista. Había una mujer pelirroja y esbelta en su cama, y no era Lilith. Lilith no usaría esa ropa, la primera vez uso algo corto fueron shorts en el lago y... No mostraba su ropa interior como Afrodita ahora.
—No —declara firme—. No te pareces a ella... Ella no se vestiría así.
—Qué lindo que lo notes —dice algo enternecida—. Te tomaste la molestia de notar que ella tapa lo que debería mostrar.
La mira confundido, ¿es en serio?
—Tú muestras lo que no deberías mostrar.
—Ah —rueda los ojos—. Casi olvido que estás hecho a la antigua, literalmente.
— ¿Ya te vas? —pregunta cansado—. No quiero verte ahora.
—Nah, no me voy hasta que admitas que ella te gusta —pone las manos tras su cabeza, mira al techo un segundo y vuelve a verlo—. Eh, bueno, espero que eso te tome unos veinte o treinta minutos a lo mucho, que tengo trabajo.
—¡No me gusta!... Bueno, no en el sentido que tú piensas. Sí me gusta como persona.
—Me gusta como persona —se burla y suelta una carcajada—. Basta que me hago pipí... Me gusta como persona JAJAJA ¿y cómo más te gustaría?
Patético, vuelve a decirse y pasa una mano por su rostro colorado. Que se vaya, ruega mentalmente, que se vaya antes de diga algo estúpido... Otra vez.
—Sé que te dices mentalmente que ella no te gusta, que estás así desde ayer —dice Afrodita jugando con su cabello—. Pero yo puedo verlo, más allá de tu nerviosismo, está tu corazón latiendo como loco cuando ella está cerca, ¿y sabes qué, Nico? —se levanta y le sonríe —. Está bien, es genial...
—No entiendo —se remueve nervioso y camina hacia la puerta, intenta abrirla pero no puede—... ¿La cerraste?
—Estamos hablando de una hija mía, y de ti... me interesa —explica—. Es que ustedes dos en verdad lo necesitan.
— ¿Necesitar qué? — fuerza el picaporte pero este siquiera se mueve un poco.
— Pues amor, duh.
El picaporte se resbala de las manos de Nico y él cae al suelo para mirarla con los ojos muy abiertos. A Afrodita le recordó a un pequeño animalito asustado, lo que le hizo reír un poco.
— Podrás engañar a muchos menos a mí, comienzas a sentir algo hacia Lilith. Lo noto, muchos lo notan — Nico se hunde en su vergüenza—. Y no te gusta sólo porque sea muy guapa...
— ¡No tiene que gustarme sólo por eso! Ella es más que una cara bonita — se calla al instante en el que nota lo que decía—. Eres la culpable de esto.
Afrodita vuelve a reír y aplaude— ¡Lo vas pillando! ¡Qué tierno chico!
Nico baja la cabeza como un condenado. Sí, tal vez Lilith le guste. Es agradable, puede sentarse junto a ella y hablar durante horas sobre cualquier cosa. Ella no le hace sentir fuera de época.
— ¿Viniste para decirme que no voy a tener oportunidad con ella? — pregunta y ella se levanta para acercarse a él.
— No... yo vine porque quiero que la ayudes a seguir adelante —una tristeza invade los ojos de la diosa—. Porque si no, ella va a ahogarse en el pasado. Y tú pareces un chico digno de su cariño... y digno de ver sin camisa.
— ¡Afrodita!
— ¡Ya lo se! ¡Debo controlarme!