Capítulo 11.

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—Josh, tenemos que hablar —le dijo Mabel.

Sin ánimos de discutir ni replicar, Bill se levantó y la siguió hasta la cocina. Odiaba que lo llamaran por otro nombre, pero no tenia opción. Tenía que mantener su tapadera si no, moriría. Dipper Pines era el único idiota que se había dejado poseer.

—Ya se cual es tu secreto —la voz seria de Mabel le hizo temer lo peor. Sabía que Dipper no diría nada, ¿pero su hermana qué?

—¿De qué hablas? —trató de sonar lo más calmado posible, pero no estaba seguro de sí la chica había captado su nerviosismo.

—¡Ya se que te gusta mi hermano, tonto! —rió. La cara de Bill en aquellos instantes era una extraña mezcla entre confusión y ira. ¿Gustar de aquel enclenque? ¡Ja! Ni muerto. Cuan iluso era—. No me pongas esa carita, ya no tienes que ocultarlo. No soy homofóbica ni nada de eso.

—Creo que te estás confundiendo...

—¡Nada de eso! El otro día te pusiste rojito en el porche y evitas a mi hermano. ¡Es más que obvio! ¡Obviosísimo!

En aquellos instantes, las ganas de hacer desaparecer a esa molesta chiquilla de la faz del universo eran inmensas y solo la repentina aparición de Dipper la salvó de posiblemente ser estrangulada debido a la falta de control sobre sus poderes.

—¿De que habláis? —dijo Dipper con un tono un tanto enfadado. No dejaría a ese demonio solo con su hermana.

—¡No te pongas celoso, Dippy! —exclamó su hermana—. Es todo tuyo —dijo alargando la primera "o" de la palabra "todo".

—¿De qué hablas? —la cara de Dipper era un poema, por lo que Bill solo pudo soltar una risa.

—¡Oh, vamos! ¡Dejad de ocultarlo!

—Mira niña, estás sacando conclusiones precipitadas...

—Shhh... Sal del armario, Josh.

Y allí estaba la cara de querer matar a todo el mundo. Con una pésima excusa, Dipper sacó a Bill del campo de visión de Mabel, exactamente a la tienda de regalos, vacía.

—Cálmate, ¿quieres? —le espetó el castaño. No quería estar cerca de él, no con aquellos confusos sentimientos aún presentes.

—¡Algún día la mataré! —estalló Bill dirigiendo una mirada cargada de odio al techo—. Y tú no podrás evitarlo. ¡Os mataré a todos!

Se sentía tan extraño. Tan débil. Tan vulnerable cuando estaba con él. Sólo tenía amenazas e insultos para protegerse de aquella vulnerabilidad que lo invadida. Algo totalmente patético, según él.

El ambiente era tenso y extraño entre ellos. Se querían odiar, se querían alejar tanto como pudiesen el uno del otro pero el vacío que dejaban en el contrario era enorme. Nunca lo admitirían, jamás. Su orgullo estaba muy por encima de ello. Pero Dios, aquello era insufrible. Bill miraba a los ojos a Dipper, en silencio mientras él repetía la acción. Los ojos ámbar del demonio no perdían de vista rasgo alguno del chico, mientras que el otro intentaba descifrar lo que había más allá de aquellos exóticos ojos y probablemente se podrían pasar así horas pero la negación era aún demasiado fuerte en ellos. Cada u o tomó su camino y volvieron a la rutina aburrida de posesión, odio y conspiraciones.

(...)

Desde el día en el porche, Bill se había acostumbrado a salir fuera de vez en cuando. Se quedaba viendo el bosque que se extendía en frente de él. ¿Que era lo que veía tan bonito Piney? No lo sabía e incluso a veces no quería saberlo. Las ráfagas de aire frío cada vez eran más frecuentes, pero tampoco molestaban al rubio. Por una parte las odiaba y por otras lo veía incluso reconfortante.

Una de aquellas tardes empezó. Lo que al principio era solo angustia y asfixia se iba convirtiendo en dolor. Un dolor tan insoportable para su ser que tuvo que ponerse una mano en la boca para no gritar. Era como si todo su cuerpo estuviese cubierto por ácido y como si internamente estuviese ardiendo.

Su propia existencia esta rechazando aquel cuerpo. Se le estaba acabando el tiempo, tenía que hacer algo antes que que fuese demasiado tarde. Ya no le servía estar allí, tenía que encontrar una forma de volver.

Se estaba muriendo poco a poco y si no lo evitaba, su hora llegaría pronto.

Fall •BillDip•  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora