XXII Letter

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Cuando Erwin notifica, dos días después, que partiremos a las comodidades de la Legión, no puedo explicar la felicidad que me recorrió. Y es que, aunque el asunto no estuviese zanjado, sin lugar a dudas estaría en un ambiente conocido.

Solo tenía que esperar dos días para zarpar a la seguridad, días que me resultaron eternos, más las noches, donde mi cerebro me recordó la piedra roja que guardé celosamente dentro las botas, torturándome al no poder recordar más allá que unos dedos masculinos y rostro borroso.

Hange amablemente me otorgó un té desconocido con sabor dulce para dormir, pasándomelo en la mano para no tener consecuencias indeseadas. Funcionó para su cometido: entrar al mundo de los sueños, pero no fue un caballero de armadura brillante contra las pesadillas, como se pudo leer. Aun así, no comenté nada al respecto, ni siquiera a mis amigos, quienes nunca supieron acerca el ataque de pánico.

No porque me sintiese apenada al respecto (más bien me avergüenza el hecho que el capitán tuvo que socorrerme y escuchar mis divagaciones), sino que lo vi innecesario, pues, ¿Qué iban a hacer? Es mejor que vivan en la ignorancia, son mis amigos, pero hay temas que sé que no sacan nada con manejar, al contrario, se preocuparán.

El camino a la legión me pareció el trayecto más precioso de la vida, disfruté cada flor, cada nube viajar, cada movimiento en el cabello de Nix al cabalgar. No me despedí de nadie, solo pasé al establo donde había ido con Levi aquella linda tarde. Me di el momento para saborear los momentos, materializando nuestros pasos en mi memoria. Hasta podría decir que esa mañana el cuartel me pareció colorido.

Cuando monté a mi corcel, después de tanto tiempo, sentí la adrenalina correr por las venas, acompañado del peso del uniforme en las caderas. Esquivé los recuerdos negativos, que sé que marcarán una línea negra en mi historial, resaltando los buenos, como la libertad.

Porque por eso he luchado hasta este momento, algo que a veces, en tiempos de neblina, se me olvida. La libertad, el conocer más allá. Es en lo que he pensado demasiado en estos días donde no pude hacer nada mientras mis compañeros tuvieron que partir a misiones.

Me fui en los grupos centrales, al lado de Armin, quien al igual que yo, observó cada detalle, absorto en sus pensamientos, en ningún momento lo interrumpí, porque estaba en la misma situación.

Pero lo que he narrado no se compara a la tranquilidad que fue llegar a los edificios ya conocidos, con ese aspecto de castillo y ese césped verde que le da vida. Un chico nos abrió la puerta y conté los segundos para atravesar la reja. Dejé a Nix en su puesto indicado por el capitán y me escapé.

No corrí por el campo solo para no dar la idea que había perdido la cabeza en totalidad, y es que el aire que se respira en la legión, dentro y alrededor de esta, es distinto.

Solo cuando es hora de la cena me reúno en el comedor con los demás, ya habiendo paseado por todas las instalaciones como en una casa nueva.

—Desapareciste—. Indica Eren, masticando un trozo de pan sonriendo. Replico su mueca, sentándome a su lado.

—No te lo voy a negar, extrañé este lugar—. Miro los alrededores. Las vigas que sostienen el techo provocan en mí una sensación cálida que asocio a hogar, algo que no podría explicar, ni siquiera a mí, pues nunca he tenido el privilegio de tener un lugar así, por lo menos hasta ahora.

—Espero que las Pesadillas hayan terminado, Tachibana—. Dice Ymir, a la punta de la mesa. A pesar que me muerdo la lengua para no soltar un comentario negativo apelando a que no lo hacía con intención, alzo la taza con té como en un brindis. Mikasa resopla, a la defensiva. Yo también espero que las pesadillas estuviesen conectadas con la paranoia atada a la inseguridad que me provocaban los burgueses.

Uno para el otro (Levi Ackerman)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora