No deseo, para nada, ni a nadie, la incertidumbre que estoy, estamos, viviendo. Las dudas permanecen en mi cerebro y revolotean a nuestro alrededor como una peste. Dios sabe cómo se encuentran, en este preciso momento, Historia y Eren, y en que situaciones los tienen; si los están torturando (algo demasiado probable pero que evito pensar) o con cuerdas alrededor de sus cuerpos, impidiéndole el menor movimiento.
Intento sacar la negatividad, pero me es imposible, porque a mis sentidos les parece gracioso escuchar la voz de Eren retumbando en la habitación. Sé que él es una de las personas más fuertes que he conocido, pero también tiene una mezcla peligrosa: valentía e impulsividad. Esa es la razón de que esté tan nerviosa, acariciando mis dedos, dándome un vacío consuelo.
Los ojos me pican, ciertamente no por las lágrimas que han dejado de salir, si no por el cansancio y necesidad de dormir unos instantes. Cuando logré, luego de apagar los huracanes de pensamientos, pegar los párpados, aquellos últimos jadeos pidiendo piedad cobraron una entonación, suficiente para encajar garras en mi subconciencia, creando una imagen de esa vida que arrebaté ligada a la imaginación.
Riendo con su familia.
Jugando con niños.
Celebrando con sus amigos.
Ese es el motivo por el cual desistí a la idea de descansar.
Escucho las interrogaciones hacia los reos que logramos capturar, a la lejanía.
Pues estoy ahí, sentada en un rincón abrazando las rodillas, ausente y presente a la vez, una especie de ente pensante. Muerdo el interior de las mejillas y temo que si veo mis manos, por más estúpido que suene, estén con manchas rojas.
No creo que sea lo correcto, por lo que me siento culpable al ver como motivo de relajo enterarme que no soy la única que le explotó un detonante en la cara y que ahora permanece sumergida en los pensamientos, inmovilizados por nuestros propios demonios, fríos de pánico.
Debería estar prestando atención. No ha terminado.
Y es que no es que no me interese, porque eso no es verdad, solo que es la sensación de gélido invierno que provoca la imagen de ver los últimos suspiros de alguien por tu mano no se compara con ninguna imagen que mi mente activa pudiese prever.
Sonará idiota, sonará para nada realista, pero admito que le tengo más miedo a los humanos que a los mismísimos titanes. La niña de once años arquearía una ceja, confusa ante la situación que estoy viviendo, pues nunca mi imaginación oscura habría estado a la altura de lo que está pasando en este momento, pues soy una prófuga y he asesinado.
Mas nada que aportar, dejo que todo flote para poder dormitar un momento, sin llegar en realidad a despegar el uso de razón, todo hasta que hayan terminado los preparativos para partir hacia un lugar establecido por el comandante, quien ya ha recibido todas las noticias y que requiere de la presencia del escuadrón.
(...)
La oscuridad helada enrojece la punta de la nariz helada, obligándome a arropar el cuello y la boca con la algo maltratada bufanda amarilla que alguna vez me regaló Eren, el mismo quien peligra en un lugar desconocido con un poder en sus manos.
Camino junto al grupo, tras el capitán y a un lado de Jean, el primero mencionado exigiéndonos cubrir nuestra identidad con la tela de nuestra capa, haciendo mención al cuidado a la hora de pisar, aunque lo último no es necesario, ya que, sin necesidad, todos avanzamos con cuidado y una delicadeza poco creíble en algunos, pero esto sin dejar de ser rápidos.
Al estar posicionada en la segunda línea, las instrucciones entran a mi oído en un cosquilleo, sabiendo que, de toparnos con un enemigo, tendría que actuar.
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Uno para el otro (Levi Ackerman)
DiversosTemporada 1: Terminada Temporada 2: En marcha Intenta no morir en un mundo en donde un movimiento en falso significa dejar de existir, sin una marca que naciste fuera de una memoria vacía. "Doy lo mejor de mi para esquivar el dolor y miedo, pero re...