XXX Promise

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La respiración se me corta en un alivio cuando el inconfundible sonar del gas en el equipo tridimensional se asoma entre las profundidades del bosque.

Los titanes que quedan varados son ignorados olímpicamente, por lo menos los que no presentan ninguna amenaza, pues lo esquivamos al intentar ir en búsqueda de los caballos.

Nix con su pelaje castaño me recibe con un bufido, moviendo sus orejas cuando me estiro para acariciar su cuello, en un gesto tan nuestro.

—Te miras con mejor cara—. Dice Reiner a mi lado, acomodando el asiento de un corcel. Asiento ante su dicho, no queriendo entablar conversación con él.

Mantengo un ojo en Nix y otro entre los troncos a la lejanía, esperando a que empiecen a llegar los grupos a dar una aclaración de lo que pasó, y no menos importante: el saber cómo se encuentran.

—¿La herida no te ha dado problemas? —. Insiste el fornido rubio. Quito, por primera vez desde que llegué, la vista ansiosa para centrarme en él.

Veo preocupación en sus orbes, una preocupación realista, algo que me sorprende. He visto la relación de amistad que mantiene con Eren o hasta de Armin, ayudándolos en sus entrenamientos, más no es un tipo que tenga mayores relaciones con chicas. Si me preguntasen, no recuerdo la última vez que conversamos.

Su rostro se contrae en un ceño fruncido apenas se percata que lo he enfrentado, más no se digna a pronunciar palabras, obligándome a yo ser la portadora. Espera con paciencia la respuesta.

Me muestro reacia a acercarme, a pesar que se ve que él se esfuerza para distraerme.

—No, nada—. Carraspeo, intentando ser amable. —Estoy en perfectas condiciones, sin embargo, iré a la enfermería cuando lleguemos al puesto de la legión para que chequen en profundidad, que hagan curaciones—. Me adelanto, diciendo la verdad.

Sonríe, colocando una de sus fuertes y grandes manos en la montura de su caballo, preparándose para subir. —Me alegro. Lo siento si fui brusco y descortés allá, estaba...estoy ansioso y furioso por no ser capaz de hacer algo—. Se sincera, y una pizca de comprensión nace en mí. Alzo las comisuras de los labios, aun con un deje de incomodidad.

—Somos iguales entonces—. Muevo en lentos círculos los hombros, en un intento de relajarlos. Le causa gracia mi comentario, soltando un agradable "Puede que sí", ligero.

Como algo que no presenta complicaciones, se monta, dejándome varios centímetros abajo.

Al mismo tiempo que Reiner me da ánimos para subir, riéndose cuando fallo en el primer intento al caer mi pie del estribo, las primeras personas aparecen entre los troncos en siluetas demacradas, subidas ya a sus corceles.

Los carros con los caídos llegan tras un pequeño grupo, cubiertos con una manta blanca. Pasan delante en una caravana lúgubre, y ahí, con el estómago en la montura y el otro pie volando en el trasero de Nix, es que busco entre tales cadáveres con manchas carmesí un indicio que me grite que es alguien que conozco.

Por ello la presión en el pecho se desvanece cuando en la última carreta un Eren y Mikasa relucen. Contorsiono el cuerpo, montando a Nix finalmente para poder seguirle el ritmo a mis amigos de la niñez, alerta.

Abandono a un perdido Reiner silencioso mirando como se llevan los cuerpos.

Avanzo entre las personas con precaución de no molestar su paso. Estudio las facciones opacas y carentes de emoción de las cabezas que me rodean, cabizbajas. Reconozco a algunos, pero soy realista cuando digo que me cuesta relacionar tales rostros con las que alguna vez vi rondar por las instalaciones.

Uno para el otro (Levi Ackerman)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora