Capítulo 4

573 63 16
                                    

Ahora mismo no oigo más sonido que el de una gota, proveniente de una filtración que no logro detectar, que cae una y otra vez sobre algo metálico de esta misma celda; y cómo no, a él. El único momento en el que no se ha estado quejando ha sido cuando una araña ha escalado su rostro, lo que me ha entretenido durante un buen rato. Sin embargo, no tengo la menor idea de cuánto tiempo llevamos aquí, ni de dónde estamos exactamente. Lo descubriré, lo tengo claro, pero no parece que él piense lo mismo.

Me atrevería a decir que lo ha dado todo por perdido nada más despertar.

-¿Aún sangras?

-¿Qué importa eso ahora?

Está claramente molesto, quizá haya reído por lo bajo cuando la araña, pero como para no hacerlo, vaya espectáculo.

-No quiero que mueras, y mucho menos aquí.

Tras unos minutos sin respuesta alguna, comienzo a moverme entre las cadenas. Logro pasar mis piernas entre estas para darme totalmente la vuelta, con mis manos a mi espalda. Me acerco a él hasta pegar mi pecho a su espalda, a lo que reacciona mirándome de reojo, alterado. Al fin puedo distinguir el color de sus ojos en la oscuridad.

Le devuelvo aquella mirada, relajado. Puedo sentir perfectamente su respiración ahora mismo, y está claro que no comparte mi mismo estado. Está asustado. Termino por apoyar mi cabeza en su hombro, tratando de algún modo que se sienta respaldado, pues un abrazo me es imposible ahora.

-¿Qu-Qué demonios estás haciendo?

Me limito a hacer un débil ruido para que guarde silencio, y por primera vez parece hacerme caso. No puedo eliminar su miedo, pero puedo ayudarle a tranquilizarse ante este. Es mi especialidad al fin y al cabo. Cierro los ojos durante unos segundos y respiro hondo, esperando a que se regularice también la respiración del contrario. Una vez consigo esto o, por lo menos, que no esté tan alterado, me decido a proponerle aquello que ya ha rechazado anteriormente.

-Tenemos que salir juntos, Zed. Como antes.

-¡Yo no soy como antes! ¡No voy a...!

Viendo venir la misma discusión que horas -o días, ya no lo sé- antes, termino por morderle el hombro, haciendo que corte sus propias palabras con un grito de molestia. Una vez se ha callado, continuo.

-Como antes, Zed. No me refiero a la fuerza que puedas tener o no.

-Ya no hay un maestro que nos una, no éramos más que compañeros, Shen, y la razón de que lo fuésemos ha desaparecido.

-¿No éramos ... más que compañeros?



La única luz. [Pendiente de Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora