1. Hermanables.

15.2K 923 226
                                    

Especial 1. Hermanables. 

-¡Aaron! ¡Aaron! Sigue, sigue, sigue... — exhalo exageradamente y curvo mi espalda, sintiendo como el placer sube desde la punta de mis pies hasta el último pelo de mi cabeza.

-Mi amor, vas a traumar a...

- Shh... - lo interrumpo tapándole la boca y le indico que siga. –Compláceme, vamos.

Ya no tienes remedio... -se carcajea mi Diablo.

Sus manos amasan y aprieta en los sectores correspondientes y vuelvo a gemir por lo bien que me hace sentir. Suspiro y mis manos van directo a mis pechos para continuar con el placer, pero soy abruptamente detenida por unos burlones ojos. –Sé que soy muy bueno dando masajes en los pies... pero mi amor, debes tratar de controlar tus hormonas. ¿Qué dijo el doctor?

— Que no tuviera sexo por al menos tres meses... — me quejo virando los ojos.

Maldito desgraciado. ¿Quién se cree para decirme lo que puedo hacer o no?

April, el doctor sabe más que tú. –ríe mi Ángel.

— April, no es tan difícil, pasaste tus diecisiete años de vida sin hacer nada. –me recuerda y bufo cruzándome de brazos.

-¡Pero luego apareciste tú, idiota! Así que todo esto es tu culpa.

Aaron inhala buscando paciencia y busca un paño para limpiarse sus manos repletas de aceite para masajes. Mi chico se toma su tiempo, exasperándome. Tararea, ladea la cabeza pensando, y se acomoda mejor en la silla frente a mi cama. ¿Es que crees que tengo todo el día para que hables? Al terminar su proceso que casi que hace tirarme por la ventana o arrancarme el cabello para que se detenga, me sonríe acogedor provocando que levante una ceja.

— Cariño, sé que esto es difícil para ti, que estás cansada, que solo quieres dormir y que te masajee todo el día, pero no me eches la culpa. Tú caíste en mis encantos ¿Qué puedo hacer? Soy muy guapo. –abre los brazos engreídamente.

¿Y para eso te tomaste tanto tiempo para pensar?

Viro los ojos y me acomodo mejor en mi cama cruzándome de brazos, decidiendo que la Ley del hielo será la mejor respuesta. Si él va a ser un idiota, que me deje tranquila. Agarro una lima de mi mesita de noche y tarareo una canción ignorándolo. Sus quejas no demoran mucho en llegar, sin embargo, sigo sin tomarle atención porque mis uñas son más importantes.

-April... -susurra. Se acomoda mejor en la silla y repasa su rostro con sus manos. -¿April? –viro los ojos y él choca su pierna contra el suelo buscando paciencia. De repente su cuerpo se inclina y comienza a gatear por la cama. De reojo me doy cuenta de sus intenciones y aprieto mis labios para no caer ante su juego. Sus labios finalmente llegan a mi cuello y le permito, ladeando la cabeza, que me bese sin demostrarle lo mucho que lo necesito. –April... por favor, no me hagas la ley del hielo... no de nuevo. –hace un puchero y pego un chillido cuando su mano sorpresivamente se posa en mi pecho derecho.

Mis ojos se conectan con los suyos unos largos segundos. Los ojos azules de mi esposo brillan orgullosos por lograr su objetivo, acrecentando de manera muy fácil, mi enojo. Sin que se lo esperara, mi lima de uñas golpea su cabeza repetidas veces tratando de alejarlo. -¡Fuera, fuera, fuera! –le chillo.

Aaron intentando protegerse, igual a un gato, sale despavorido de la cama alejando sus pecadores labios de mi cuello. Se soba la cabeza mirándome mal y se queja. -¡Juro que no logro entenderte April!

-¿Acabas de gritarme? –achico los ojos retándolo.

-Creo que eso fue exactamente lo que hice. –se cruza de brazos y abro la boca incrédula.

Soy virgen ¿y tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora