32. Sálvenme.

28.9K 1.4K 366
                                    

Capítulo 32. Sálvenme.

Pego un fuerte quejido por la tremenda jaqueca, sintiendo a mis extremidades entumecidas y adoloridas. Trato de mover mis manos y pies, pero ambos están amarradas con una cuerda ancha que logro ver cuando abro los ojos con dificultad. Me llevo la sorpresa de estar apoyada en una esquina de una habitación pequeña, completamente sola y adolorida de pies a cabeza. Mi cuerpo está cubierto solamente con la ropa interior y hay marcas de arañazos en mis piernas, estómago y brazos.

¿Qué?

Desesperada, teniendo pensamientos negativos de cosas malas que pudo haberme hecho mientras que estaba inconsciente, me remuevo repleta de angustia queriendo desatarme. Mis muñecas hacen fricción con las cuerdas quemándome al igual que mis tobillos, aunque eso no me hace detener. Tengo una meta prevista, y esa salir de ésta pocilga y colocar a Josh en la cárcel por prostitución de mujeres, maltrato, drogas y secuestro. Sin tenerlo previsto, mi débil cuerpo cae al suelo permitiéndome estar acostada y sin poder evitarlo, viéndome en una difícil posición de escapar que no sea por un milagro, pequeñas lágrimas salen de mis ojos con algunos quejidos de mi boca. ¿Por qué esto debe pasarme a mí?

Cierro los ojos tratando de borrar la imagen de la sucia habitación, la cual está repleta de musgo en las paredes verdes y polvo en el suelo, lo cual me deprimen el doble al sentirme igual de sucia que ellas. Meditando unos segundos, las dudas comienzan a golpear mi cabeza sin que las planee: ¿Dónde está mi padre? ¿Dónde está mi novio? ¿Mis mejores amigos? ¿Dónde está la gente que amo en estos momentos? ¿Estarán buscándome? ¿Por lo menos preocupados? ¿Cuánto tiempo he estado acá? ¿Qué me hicieron?

-Si te preguntas cuánto tiempo llevas acá inconsciente, ha sido solo un día. –abro los ojos apurada y asustada de la repentina voz. Josh me sonríe feliz, animado de verme despierta y consciente. –Jamás pensé que seguirías viéndote hermosa después de todo lo que pasó después de que te desmayaras. –pega una carcajada cruel y me encojo en mi lugar, pegándome más en la pared acompañada con las lágrimas y mi desgracia.

-¿Q-qué me hiciste? –hago una mueca.

-¡Qué no te hice! –pega una fuerte carcajada.

Mi rostro se coloca blanco pensando en lo peor y mi estómago da un vuelco, sin embargo, todo aquél dolor, aquél desconcierto y desagrado, es remplazado por rabia en menos de un segundo. Una rabia tan animal que siento dentro que me da la posibilidad de pararme sin pensarlo dos veces y enfrentar sus impresionados ojos por mi repentina fuerza. Doy pequeños tropiezos para mantenerme de pie y lo fulmino, imaginando una manera mental de hacerle daño. – ¡Jodido idiota! –chillo y sus ojos brillan en deseo. -¡No permitiré que te salgas con la tuya! ¡Vas a pudrirte en la cárcel!

-Cálmate. –frunce el ceño a mis gritos. ¿Calmarme? ¿En serio está pidiéndome eso? Ahí se logra percibir que no me conoce para nada ya que "calmada" no es mi sinónimo.

-¡No me digas que me calme jodido idiota! ¡Voy a hacer que te pudras en la cárcel! ¡Que te arrepientas el resto de tu vida por hacerle daño a mi familia y a mí porque...!

Un fuerte golpe me interrumpe y mi repentino débil cuerpo, cae al suelo provocando que un fuerte quejido de dolor salga de mi boca al golpear mi cabeza contra la dura madera. Mi mejilla arde y lo único que quiero es acariciarla para poder frenar un poco la molestia. Mi cuerpo tiembla por la caída y cierros los ojos tratando de absorber el momento y borrarlos lo más pronto posible de mi mente. Llevándolos al inconsciente.

-¡No permitiré que me faltes el respeto!

-Idiota. –escupo virando los ojos.

La habitación se repleta de un incómodo y tenso silencio al terminar mis palabras y ya no sé que más hacer que quedarme tirada y mirar a un punto inexistente sin pensar en nada. De repente Josh se arrodilla frente a mí y para mi sorpresa, me mira con ojos llorosos y arrepentidos agarrado mi rostro con ambas de sus manos, dejándome completamente impactada y congelada mirándolo. –Jamás he querido hacerte daño, pero te amo tanto tanto que no tengo opción. –se lamenta y frunzo el ceño a su discurso.

Soy virgen ¿y tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora