2. La juguetería.

67.3K 2.8K 528
                                    

2. La juguetería.

-Hola, muñequita.

Levanto la mirada al escuchar su profunda voz. Aaron risueño sostiene en su mano derecha unas flores rojas y en su mano izquierda una bolsa azul con el nombre de "La juguetería". Frunzo el ceño y vuelvo a mi cuaderno de inglés para seguir dibujando, ignorando su presencia.

-¿No vas a prestarme atención?- niego - Te traje un regalo. -añade.

Abro los ojos de forma curiosa al escuchar la palabra "regalo". No es que sea materialista, pero las únicas personas que me han regalado algo en mi vida son mi mejor amiga, mejor amigo o mi padre. Analizo su rostro y logro ver un puchero en busca de atención.

Parece al gato con botas.

Eso me recuerda que me encantan los gatos, por eso mi conejo se llama gato. Hubo un problema con la veterinaria la primera vez que fui a comprar un animal hace algunos años. Había pedido un gato pero creo que la señora entendió conejo no sé cómo. Ahora tengo un conejo que se llama gato. Es como un gato frustrado, Siempre intenta escalar cosas y rasga mis cortinas mientras que "maúlla". El pobre no tiene la personalidad definida pero lo sigo amando como es.

-¿Qué me trajiste? -le pregunto indiferente. Intentando restarle importancia a la repentina emoción que se concentró en mi estómago.

Mueve la silla de mi lado y se sienta. Carraspea sonriendo y deja las flores sobre mi banco susurrando un « Rojo como la pasión » le doy las gracias un poco confundida. Coloca la bosa sobre la mesa y decidido y rápido, escarba y saca un palo -regordete- color rosa, que a primera vista se logra apreciar que es de plástico y en un lado contiene un botón. Lo agita frente a mis ojos y se mueve por el material de hule. Se lo arrebato rápido para observarlo mejor.

Interesante objeto.

-¿Qué es esto? ¿Puedo tirárselo a mi mascota?-pregunto con los ojos abiertos examinando el aparato con mis dos manos. Lo aprieto y sonrío al agradarme la textura del material. Es suave, y se puede amasar.

Ganándome mi curiosidad. Me pregunto para qué servirá ese botón. Mi dedo se dirige a él sintiendo la mirada de Aaron atravesando mi cuerpo. Sin esperarlo, comienza a vibrar fuertemente contra mis manos mandando un choque eléctrico a mi espina dorsal. Dé la impresión, grito y lo tiro al suelo escuchando como resuena contra el suelo como si fuera un panal repleto de abejas intentando salir. Miro preocupada al hombre a mi lado quién ríe. - ¿¡Qué es eso!? -chillo y me tapo la boca asqueada.

¿Quién inventó eso?

-Se llaman consoladores. -pronuncia suave. Se desplaza unos centímetros más cerca y su dedo índice traza pequeñas líneas sobre mis piernas. Suaves y cálidas. - ¿En qué consiste un consolador? Pues...Este aparatito entretenido se coloca entre tus piernas. -comienza a subir su dedo mientras que me remuevo nerviosa de su toque con las mejillas rojas. -Se le aprieta el botón si es que tú te masturbas o en nuestro caso... -se aleja recordando algo. El aire sale de mis pulmones sintiéndome liberada de su cercanía. No me había percatado que estaba conteniendo la respiración. Él saca algo de su chaqueta con forma de control y pienso lo peor: -Se usa este control cuando los dos lo usemos. -sonríe meneándolo frente a mis ojos.

Impactada. Es la única palabra que puede describir el momento ¿¡Qué haremos qué!? Su rostro gira hacia un lado permitiendo que un sonido sordo rebote contra las paredes, y sin decir palabra, me mira sosteniendo su mejilla roja y caliente. Mi mano derecha está roja y palpa y deseo ponerle hielo.

No pude soportar sus palabras tan descaradas y directas.

-¿Cómo te atreves? -susurro con aire amenazante. -Eres un desvergonzado.

Soy virgen ¿y tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora