Capítulo 16.

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El amor y el helado.

                  
Dos semanas, pasaron dos absurdas y aburridas semanas sin Evan, él había tomado nuestra ruptura temporal para viajar con su padre por cuestiones de trabajo, compartiendo fotografías con chicas en algunas de sus redes sociales, «son solo amigas» aseguraba él, trataba de no darle importancia, me tenía justo donde pretendía. Si quería estropear lo que habíamos logrado hasta ahora, era su problema. Yo en cambio continúe trabajando para Anna, y unos cuantos proyectos de fotografía o diseño que me solicitaban amigos y uno que otro desconocido.

   Siendo completamente honesta, lo extrañaba demasiado, pero no quería perder, no sabía exactamente que estaría perdiendo, el punto era que no quería perder.

   Colette insistió en salir de fiesta, pasar el rato y esas cosas. Era eso o quedarme en casa sintiendo pena por mí misma.

   Stephanie organizó una fiesta en el bar local. La chica no tenía nada más en su cabeza que divertirse y alcoholizarse como si no hubiera mañana. Todos lo seriamos si tuviéramos padres multimillonarios. La chica solo debía chasquear los dedos y aparecería un mayordomo con una charola de oro llena de billetes. Era muy afortunada, con su vida hecha, no tenía que preocuparse por nada que no fuera ella misma y que su atuendo estuviese perfectamente combinado.

    —Espero haya buena droga —dijo Colette en cuanto entramos— trabajar en la librería de mis padres es lo más aburrido del mundo.

    —No lo dices en serio ¿Verdad? —amplié los ojos, yo en su lugar estaría agradecida por tener un trabajo como el suyo.

    —No son esos libros que tu lees Ems, esos son aburridos escritos de pastores y consejos para una vida saludable o fuera del pecado.

    —Oh vaya —recuerdo haber leído varios de esos libros, mostrándome un lado de la literatura que no me gustaba, no era por ser temas de Dios, qué está bien o qué está mal, era la forma en la que escribían sus libros, tan exentos de una trama envolvente, sin mencionar esos nuevos «libros» de la mayor parte de los youtubers. Continuaba buscando un escrito de estas sensaciones de internet que me hiciera olvidar lo que son, y encontrar un lado de ellos más, humano. Claro, es que solo he leído un par de ellos.

    —Sí, pero no hablemos de eso —dijo, tomando una copa de una charola que cargaba una chica—. Mejor dime, como andan las cosas con Evan.

   Saludé a un par de chicos y tomé un par de cervezas, ignorando lo que Colette me había dicho.

    —¿Cerveza? —Ofrecí. Ella la tomó, tragándose de golpe la copa que tenía en su mano. —Es un lio demasiado absurdo el que hemos formado.

    —No parece importarte que se haya ido —dio varios sorbos a la botella—, o que este con putas y divirtiéndose sin ti.

    —Es su decisión Col, si quiere joder las cosas, que lo haga —espeté mientras daba los primeros dos sorbos a mi cerveza.

    —Desearía ser tú, lo digo en serio. Si Jona me hiciera eso estaría llorando en mi habitación con un sixpac de Heineken y hierba.

    Hablando de roma, Jona se asoma. Tomó a su amada Colette y la besó con desesperación, como si no la hubiese visto en años.

    —Emma, hola —saludó, aun besando a mi mejor amiga.

    —Voy a dejarlos solos un rato —froté la espalda de ambos, ofreciéndoles una gran sonrisa.

   Bebí y baile, sola. Y ya no era agradable, ya no disfrutaba de estar solo conmigo misma. Evan tenía razón.

   A partir de esta noche, nada sería visto de la misma manera que lo hacía antes, como todas esas cosas que creías de pequeño y hoy en día son la cosa más absurda en este planeta, papa Noel, el ratón de los dientes y todas esas mascotas muertas que los padres dicen que se han ido a unas largas vacaciones solo para no herir tus sentimientos.

Bonita Pesadilla.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora