Capítulo 21.

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Vacío.

Resulta que si obtuve el trabajo para la revista, pero también recibí una carta de Matt diciéndome que le encantaría que trabajara para él, según su carta, estaba fascinado con mi «talento para el diseño gráfico», que no tenía que ver a Evan si no lo quería y que podía trabajar desde la comodidad de mi habitación. Pero de todas formas no iba a aceptar ninguno de ellos.

   Me había rendido completamente, y no estaba dispuesta a pasar por lo mismo de nuevo. Debí hacerlo hace mucho, debí hacerlo desde el primer momento, y no me refería únicamente a Evan, sino a todo en general, pero nunca es demasiado tarde para darle un giro drástico a la vida.

    —No quiero que te vayas —Rose continuaba negándose, mientras yo metía mis cosas en cajas y maletas— Eres todo lo que tengo Emma, eres mi familia, no, no. Eres lo mejor que tengo.

   Le ofrecí una sonrisa y me apoyé en el escritorio, observando todo detenidamente, vacío, así como lo estaba mi corazón.

   La idea de irme lejos vino a mí de repente, en una constante necesidad por desaparecer del planeta, o irme con mis padres, no lo sé, por un momento, los sentimientos me sobrepasaron. Supe entonces que necesitaba un cambio, uno real, de gran magnitud y desesperado.

    —Vas a estar bien —le aseguré— tienes a tus padres, amigos, y siempre estaremos en contacto, te llamaré siempre que pueda.

    —Aun no me has dicho a donde irás —protestó, estaba a punto de llorar, pero, por alguna razón, se negaba a hacerlo.

    —¿Recuerdas al tío Bob? —saqué mi teléfono y busqué el nombre en mi lista de contactos, mostrándoselo a Rose para refrescar un poco su memoria.

    —¿Bromeas? —dijo sonriente, tomando mi teléfono, limpió sus ojos que ya se tornaban cristalinos—. Era el tío cool, nuestro favorito.

    —Lo sé, ser el tío soltero y adinerado es genial —ambas reímos, y apostaría lo que fuera a que ella estaba recordando nuestras grandes aventuras con él, yo estaba recordándolo—. Tiene una pequeña casa junto a la suya, y me la ha ofrecido. En California.

    —Quiero estar feliz por ti Emma —comenzó a dar pataditas, miraba hacia el suelo y en ciertas ocasiones a mí—, de verdad quiero estarlo, pero no quiero tenerte lejos.

    —Te llamaré siempre que pueda —le recordé de nuevo, mostrando mi sonrisa más sincera.

    —Es irónico —dijo, sacando una fotografía de sus bolsillos, entregándomela— La persona que me enseñó a ser valiente y no huir, está huyendo ahora mismo.

   Esa fotografía, fue la última que nos tomamos como familia, una verdadera familia, mis padres, mi hermano, abuelos, tíos, sobrinos. Todos juntos, celebrábamos la navidad, y jamás nos imaginamos que esa seria nuestra última noche como una familia completa.

   Rose sollozaba, y yo lo habría hecho también, pero me había despojado de todas mis lágrimas la noche anterior.

    —No estoy huyendo Rose —negué, tomando su mano y presionándola fuerte, pero no tanto para no lastimarla—, merezco cambios en mi vida. Necesito urgentemente un respiro o juro que el siguiente lugar donde me veras será un manicomio, o una cárcel.

   Entonces me abrazó, dejando lágrimas en mi camiseta y susurrándome lo mucho que me quería y le dije lo mismo también.

   De repente, vino a mi cabeza un recuerdo, o más bien, una pesadilla que tuve, un par de meses antes de conocer en persona al roba corazones. Quien diría que aquella pesadilla era un aviso para lo que me deparaba la vida, Evan Roberts me robó el corazón, dejando en mí la sensación de un cuerpo sin vida. Andando por la vida sin razón, sin un verdadero propósito.

Bonita Pesadilla.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora