Mike.
—¿Qué tanto ves ahí? —dije a Evan, señalando un pequeño cuaderno rojo en sus manos.
—Oh, nada —dijo, concentrándose en el forro de su cuaderno.
—Mientes. ¿Qué es? — dejé caer mi cuerpo en su cama, a su lado.
Habíamos llegado hace unas horas de nuestro «interesante» viaje en Londres, decidiendo quedarme un rato en casa de Evan, me sentía agotada y ansiosa.
—Escribo cosas ahí, eso es todo —dijo sin más, haciendo espacio en su cama para recostarme a su lado.
Voldemort se subió a la cama con dificultad, lo había traído a casa de Evan ya que Rose estaba quedándose con sus padres por un par de días.
—¿Cómo un diario? —me acurruqué a su lado y Voldemort se echó cerca de nosotros.
—No es un diario Violet —refunfuñó, poniéndome mala cara.
—Querido diario —me burlé, riendo con fuerza entre algunas palabras— hoy llegué de un viaje a Londres, golpeé a mi chica con una mesa y le lastimé el culo. Un día normal de nuestras vidas.
El rio también, acariciando la suave piel de Voldemort.
—No es gracioso Emma.
—Sí que lo es —seguí burlándome, esta vez escribiendo imaginariamente sobre mi mano.
Su brazo me rodeó, interrumpiendo mis burlas con un delicado beso.
—Algún día lo leerás —prometió—, cuando seamos ancianos.
—¿No me darás ni una pista?
—Aquí escribo cosas importantes, que cambiaron mi vida. Algunas fotografías, algunas cosas sin importancia.
—¿Y estoy yo ahí?
—Créeme Violet, estas en cada página.
—Mientes —aseguré, a pesar de nunca haber leído el cuaderno— ¿Hace cuánto escribes en el?
—Desde que tengo trece... eso creo.
Elevé ambas cejas, era tanto extraño como abrumador.
—¿Cómo podrías escribir sobre mi desde los trece si no me conocías?
—Cuando lo leas... —rozó uno de sus pulgares por mi ceja, como intentando bajarla— te sorprenderás.
—Oh vaya...
—Si...
—¿Y es algo bueno o malo?
—Ambos —su mano se alejó de Voldemort, en busca de algo en su cajón—. Hey beibs. Tengo algo para ti.
Evan sacó una caja cuadrada envuelta en papel negro. Tenía una gran sonrisa en su rostro.
—¿Qué es? —tomé la caja y la abrí, revelando un nuevo teléfono, de un tono rosa en la parte trasera.
—Evan...
—Evan nada... te lo debo por romper el tuyo.
—Este vale tres veces lo que me costó el mío. ¿Cuándo lo has comprado?
—Pedí uno en cuanto rompí el tuyo. Malcom lo recibió esta mañana.
—No puedo aceptarlo Evan. Es demasiado —quise dárselo, pero no lo aceptaba de vuelta.
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Bonita Pesadilla.©
Novela JuvenilNo todo lo que ves, es lo que es. Sobre todo cuando viene en una envoltura sexy e irresistible. Evan Roberts es sinónimo de problemas. Nunca imagine que me cruzaría en la vida del chico que me volvería loca. Y al que amaría como a nada en esta vida...