Capítulo 18.

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Por ninguna parte.

                  
Apretujé las hojas muy cerca de mí, y las abracé como si se tratara de él a quien tenía entre mis brazos. Llorando sin control alguno, por tanto tiempo que ni siquiera noté que ya era el mediodía.

   Llenando mi vida de malas decisiones, alejando de mi vida a la persona que más me importaba, me sentía culpable, por hacerlo pensar que no era suficiente para mí, a quien un día le dije que me quedaría, a pesar de su pasado y sus idioteces. Pero ahora él me había dejado allí, insignificante y sin importancia, como esas noches de locura que nunca vuelves a recordar. Nada tenía sentido, nada estaba bien.

   Nunca me imaginé que nuestra primera vez juntos sería una especie de despedida, en medio de sus besos y constantes caricias, estaba diciéndome adiós.

   Después de darme una rápida ducha, me quedé un rato observando aquella cama. Donde le di todo de mí, y no fue suficiente, no fue importante para él. Maldita sea, yo lo amaba. Y por un momento creí que las cosas podían ir mejor. Fui con la recepcionista, quien me miraba con cara triste. No sé en realidad por qué fui con ella, si Evan ya le había pagado la noche anterior. Estaba ya muy cerca de ella, pero me sentí avergonzada y me di la vuelta.

    —¿Está todo bien? —ella dijo, a pesar de que yo ya estaba alejándome.

    —Supongo —le conteste, deteniéndome, pero sin girar.

    —Tu chico —dijo ella con timidez— lucia muy mal cuando se fue esta madrugada.

   Me giré hacia ella, sin decir una sola palabra.

    —Lo siento —se disculpó, bajando la mirada— sé que no debo meterme en asuntos ajenos.

   Un nudo se formó en mi garganta, e hice una expresión a lo Fiona Gallagher. Admiraba como esa mujer era capaz de estar a punto de explotar en llanto y simplemente respirar hondo y continuaba haciendo sus labores. Supongo que se trataba de la misma expresión, pero más fea y más tonta.

    —Oh Dios —sonó asustada— no quiero que llores. Lo lamento, lo lamento, lo lamen...

    —Basta —la interrumpí, sintiendo frustración hacia ella desde el primer lo lamento— ¿Cómo dices que estaba él?

    —Pues veras —dijo ella, señalando hacia un lado del elevador— ha roto ese antiguo jarrón, que perteneció al creador de este hotel, lo ha rompido sin más... luego gritó: ¡Maldición!, y salió echo furia y lágrimas. Fue.... uau.

   La chica se quedó viendo hacia el ahora inexistente jarrón. Y yo solo imaginé en mi cabeza lo que me había contado.

   Comencé a caminar hacia la entrada y la chica dijo que realmente deseaba que ambos estuviéramos mejor, yo solamente le sonreí y le di las gracias por sus deseos.

    Conduje hasta el apartamento con los sentimientos revueltos, de la manera más lenta que jamás en mi vida conduje. Deseando inmensamente morir en ese mismo instante, chocar contra un árbol, que este se incendiara, cualquier cosa. Malas decisiones, pensé, no paro de tomar malas decisiones.

   Rose parecía estar dormida aun, pues no parecía reaccionar a todo el ruido que provoqué al entrar, subir las escaleras y cerrar de un portazo en cuanto entré a mi habitación.

   Pero llegó varios pares de minutos después, golpeteando la puerta, exigiéndome que la dejara entrar pero solo la ignoré, dejé listo el alimento y agua de Voldemort en caso de que tuviera hambre. Tomé mi mochila y salí prácticamente corriendo al auto, teniendo como primera parada la casa de Evan. Se me había ocurrido de repente, que después todo lo que Evan me hizo pasar desde el maldito día que lo conocí, yo merecía una explicación.

Bonita Pesadilla.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora