Epílogo 1

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Stiles miró a izquierda y derecha para encontrarse con el ya más que habitual paisaje de una verde pradera. En un momento veía flores de tonos lilas, rosas y blancos, y cuando volvía a fijarse los colores habían cambiado a verdes y azules. Tampoco los árboles eran los mismos, sino que cada vez que miraba se volvían un tanto diferentes.

Stiles estaba acostumbrado a todos esos cambios. La primera vez que los presenció se quedó bastante sorprendido y confuso, pero en seguida se acostumbró a ellos y no tardó en encontrarles su lado llamativo. Ocurrían en prácticamente todos los rincones del lugar, pero dejaron de ser desconcertantes en cuanto Stiles comprendió dónde se encontraba. Aún no sabía explicar exactamente cómo funcionaba ese sitio, solo sabía que era lo que allí llamaban El Otro Lado. Porque no, Stiles no estaba solo allí. Un montón de personas se cruzaban con él todos los días por las calles cambiantes, personas que, como él, estaban muertas.

Esto lo comprendió un día en concreto cuando, sentado en el suelo de esa misma pradera donde se encontraba en esos momentos, la niña del supermercado se acercó a él y se sentó a su lado. Stiles no se sorprendió al verla; de repente todo había encajado en su cabeza, y ni siquiera le parecía descabellado.

-Hola, soy Sammy -dijo la niña sonriente.

-Yo soy Stiles.

-Me acuerdo de ti. Cuando me dispararon, justo antes de cruzar la luz hacia El Otro Lado, vi tu cuerpo abrazando el mío en el supermercado. Pensé que habías sobrevivido.

Stiles se encogió de hombros.

-No morí en el instante, pero lo hice en cuanto me llevaron al hospital.

Stiles sintió un calor en el estómago al recordar a Lydia contándole esa misma historia. Fue entonces cuando se enteró de la verdad. En el momento se había sentido muy confuso y no había querido saber nada más de Lydia por haberle mentido durante tanto tiempo. Ahora, sin embargo, dentro de él solo había calma y paz. Se había dado cuenta de que en el lugar donde se encontraba no había cabida para sentimientos negativos. Siempre se sentía tranquilo, lleno de paz y armonía. Más adelante aprendería que en El Otro Lado era imposible sentir cualquier cosa que causara un mínimo de desasosiego.

Sammy le puso al día con algunas cosas que necesitaba saber, pero le explicó que poco a poco lo iría comprendiendo todo por su cuenta. No era muy difícil: habían abandonado el mundo de los vivos para llegar a un mundo mejor, donde todo era bondad. Stiles sonrió a la pequeña, le agradeció su ayuda y se fue de la pradera.

No es que supiera hacia dónde caminaba, nunca lo sabía, pero allí le daba igual. Nada le podía preocupar.

Al recordar a Lydia, lo hacía siempre con una sonrisa en el rostro. Pensaba en todos los momentos que había vivido con ella y la echaba de menos, sí, pero no sufría por ello. Los vivos sienten una especie de dolor en el pecho que, por mucho que se intente hacer desaparecer, solo el tiempo puede aliviar. Stiles no se sentía así, más bien sentía cómo la felicidad recorría cada rincón de su cuerpo por haber podido pasar aunque fuera unos días con la increíble persona que era Lydia Martin.

En El Otro Lado no existía lo que en el mundo de los vivos se había llamado tiempo. Sammy le había contado que simplemente estaban allí pero que no avanzaban en el momento, aunque a ellos les pareciera lo contrario. Al fin y al cabo, estaba muertos. Siempre era exactamente el mismo instante, como si el tiempo se hubiese congelado pero la gente de allí pudiera seguir viviendo sus vidas. O viviendo sus muertes.

Stiles se había apoyado en el borde de la fuente que había en una de las múltiples plazas del lugar (cada vez había una plaza distinta, nunca se trataba de la misma, pues todo cambiaba sin patrón aparente). Observaba a la gente pasar frente a él; todo el mundo con una sonrisa y sin una pizca de maldad o preocupación en el rostro. Él no pudo evitar sonreír también.

De repente se le ocurrió algo que no sabía por qué no había pensado antes. Si ese era el lugar donde habitaban los muertos, su madre debería de estar también por allí. No sabía cómo ni por dónde empezar a buscar, pero algo le decía que en El Otro Lado todo era posible, así que solo hizo que se sintiera más animado todavía.

Justo iba a salir de la plaza para comenzar su búsqueda cuando algo lo detuvo. Ni en un millón de años podría haberse equivocado respecto a lo que acababa de ver. Su corazón se aceleró todo lo máximo que su condición de persona no viva le permitió, y se quedó parado frente a la chica, que lo observaba igual que él a ella desde la distancia.

Lo que había llamado tanto la atención de Stiles había sido aquel inconfundible pelo color rubio rojizo, exactamente igual que lo había hecho el día en que conoció a Lydia en el cementerio. Stiles no tuvo que preguntarse dos veces qué hacía ella allí: sabía que, si lo estaba, tenía que estar muerta, al igual que él. Al igual que todos. Pero no sintió pena ni dolor, como cualquier otra persona en el mundo de los vivos habría sentido al enterarse de que un ser querido acababa de morir. Se recordó que allí no podía sentir esas cosas y, antes de darse cuenta, estaba caminando hacia Lydia, que se había quedado plantada en su sitio sin dejar de mirarle con los ojos llenos de felicidad.

Al quedar frente a frente, ninguno tuvo la necesidad de decir nada. De alguna manera, sabían que el otro era plenamente consciente de sus sentimientos, así que las palabras sobraban, al menos por ahora. Así pues, Stiles fue el primero en alzar un brazo para pasarle a Lydia los dedos suavemente por la mejilla mientras ella cerraba los ojos y su sonrisa se hacía más amplia. En seguida los volvió a abrir y, todavía sin pronunciar una sola palabra, colocó sus manos a ambos lados del cuello de Stiles, se puso de puntillas y lo besó.

En ese momento, todos y cada uno de los besos que habían compartido en el mundo de los vivos volvieron a la cabeza de Stiles. Este era diferente, ni mejor ni peor, solo cargado de emociones distintas a las que había sentido entonces. Y Stiles se dio cuenta al instante de que, de ahora en adelante, no tenían por qué pasar más tiempo separados el uno del otro. Lydia estaba allí con él, y eso era todo lo que estaba bien.

N/A

Como ya he dicho, este es uno de los dos epílogos que voy a publicar de esta historia. El otro viene en seguida, y podéis quedaros con el que más os guste, eso ya es up to you.

Safe and sound || StydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora