Stiles no sabía cómo había llegado hasta allí, pero de repente se encontraba ante una casa enorme e intimidante. Nunca antes la había visto y tampoco sabía a quién le pertenecía, y tenía el presentimiento de que debía volver por donde había venido. Pero el problema era que ni siquiera sabía por dónde había venido. Simplemente se encontraba allí, en mitad de la noche en un pueblo que quizás no era ni el suyo.
Quería darse la vuelta y marcharse, pero algo le atraía de esa casa, así que alargó la mano y aferró el picaporte de la puerta principal. Estaba abierta.
Parecía que sus pies habían tomado todo el control de su cuerpo, porque antes de darse cuenta ya había dado un paso dentro de la casa. El suelo crujió bajo su peso y Stiles miró a ambos lados para ver si alguien salía alarmado por su inesperada entrada. Sin emabrgo, parecía que no había nadie en casa.
Se dirigió hacia las escaleras y las subió. De alguna manera, su cuerpo sabía muy bien a dónde se dirigía, pero su mente no era capaz de entender qué hacía allí. Llegó ante una puerta al final del pasillo y se detuvo un segundo antes de entrar en la habitación que ocultaba tras ella.
Era un cuarto pequeño, con una cama con dosel y un escritorio no muy alto. Las paredes de color rosa, los juguetes que había esparcidos por el suelo y el pequeño vestido colgado de la silla indicaban que era la habitación de una niña.
Stiles se movió por la habitación y observó con más atención los objetos que había. De repente, una dulce voz tras él le hizo girarse, y el corazón se le paró cuando vio quién era. La pequeña del tiroteo.
-Necesito tu ayuda -le dijo ella en voz baja. -Solo tú puedes ayudarme.
Stiles dio un paso hacia ella, todavía un poco confundido.
-Dime qué puedo hacer por ti -dijo alargando los brazos cuidadosamente hacia ella mientras seguía acercándose.
No llegó a acercarse mucho, puesto que en seguida una marca de color carmesí empezó a hacerse cada vez más grande en la camiseta de la niña. Sangre. Ella se puso las manos en la herida y bajó la mirada con horror. Cuando volvió a mirar a Stiles, sus ojos habían pasado de ser dulces a severos, cargados de ira.
-Llegas tarde -le recriminó. -Otra vez.
Stiles corrió hasta llegar hasta ella y la agarró entre sus brazos justo antes de que se desplomara. Los dos cayeron al suelo.
-De nuevo no puedes salvarme, Stiles -la niña seguía mirándole acusadora. -Tendrías que haberte esforzado más. Por tu culpa la vida de un inocente se perdió. Ahora siempre pesará sobre ti.
A esas alturas, las manos de Stiles estaban ya empapadas en sangre y tuvo que cerrar los ojos con fuerza para dejar de mirar.
Cuando los volvió a abrir se encontraba en su habitación, a salvo en su casa. Se miró las manos, que seguían limpias igual que cuando se había ido a la cama. Todo había sido un sueño. Más bien una pesadilla que sentía que le iba a perseguir el resto de su vida.
Se levantó y se metió en el baño para lavarse la cara, pues estaba sudando. Al mirarse en el espejo se dio cuenta de que estaba temblando y que no podía parar. Fue entonces cuando pensó en Lydia.
Antes de darse cuenta estaba en el jardín de su casa con un puñado de piedrecitas en la mano. Con cuidado, fue lanzándolas una a una hacia su ventana, a la espera de que Lydia oyera los golpecitos y la abriera. Solo cuando por fin apareció la chica mirándole con ojos confundidos y cansados desde arriba Stiles cayó en la cuenta de que eran altas horas de la madrugada y que la debía de haber asustado.
-¿Stiles? ¿Qué haces aquí? -preguntó Lydia en un susurro.
-No podía dormir -contestó. -Lo siento, no debería haber venido. En seguida me vuelvo a casa.
Se dio la vuelta para marcharse pero ella lo llamó otra vez.
-Stiles, puedes quedarte aquí si quieres. Espera un segundo, voy a abrirte.
Dicho esto, Lydia cerró su ventana y Stiles se dirigió a la puerta de la casa. Unos segundos después oyó unos pasos detrás de la puerta y la chica le abrió. Llevaba una camiseta ancha y unos pantalones cortos, el pelo recogido en un moño que se acababa de hacer.
Cuando ambos estuvieron ya dentro, subieron a la habitación de Lydia. Nada más cerrar la puerta tras ella, la chica le dio un abrazó a Stiles, enterrando su pequeño cuerpo entre sus brazos. Cualquiera diría que era ella la que estaba trantando de consolarle.
Al apartarse, alzó la vista para mirarle a los ojos.
-¿No podías dormir? ¿Qué ha pasado?
Stiles carraspeó.
-En realidad he tenido una pesadilla y lo siguiente que sé es que estaba en tu jardín. Ni siquiera me ha dado tiempo a recapacitar lo que estaba haciendo. Siento mucho haberte despertado en mitad de la noche.
Lydia negó con la cabeza.
-No pasa nada. No me importa que me despiertes, ¿sabes? Yo hacía lo mismo en mi antigua ciudad con mi mejor amiga -dijo mientras se sentaba sobre el borde de la cama. -Cuando cualquiera de las dos tenía una pesadilla siempre aparecía en la casa de la otra para pasar allí el resto de la noche.
-¿Me estás diciendo que puedo quedarme aquí esta noche? -preguntó Stiles esperanzado, pues no quería volver a su casa y enfrentarse a la posibilidad de volver a soñar lo mismo y despertarse solo de nuevo.
Lydia asintió con una pequeña sonrisa y se tumbó en la cama. Hizo un gesto con la mano para indicarle que se tumbara con ella. Eso hizo, de modo que quedaron los dos cara a cara, con sus manos entre ellos y mirándose a los ojos.
-Gracias -susurró él.
-No hay por qué darlas.
Se quedaron un momento callados, verde esmeralda contra marrón dorado. Lydia rompió el silencio.
-¿Quieres hablarme de tu sueño?
Stiles pensó que ya era hora de contarle lo que había sucedido en el supermercado. El otro día le había confesado que su mayor miedo era no ser perdonado por lo que hizo, pero no había llegado a contarle que no fue capaz de salvar una vida.
Así que, tras inspirar profundamente, el chico le contó detalladamente cómo había entrado en el supermercado un día normal y cómo dos atracadores con pistolas amenazaron a todos los presentes. Con voz temblorosa le explicó que la niña comenzó a llorar y que la pistola ya la estaba apuntando cuando él se lanzó sobre ella. Pero que había sido demasiado tarde, pues aunque la bala le alcanzó a él, un segundo disparo se llevó la vida de la pequeña. Ella había muerto y él se había recuperado.
Lydia escuchaba atentamente. Cuando Stiles concluyó, una lágrima le cayó por la mejilla, y ella se la limpió dulcemente con su dedo índice.
-Lo siento mucho -dijo Lydia. -Si hay algo que pueda hacer para que el dolor no sea tan fuerte...
-Tranquila -la cortó Stiles. -Solo con estar aquí contigo es suficiente. No podría enfrentarme a esto solo.
Lydia asintió y sus ojos empezaron a cerrarse. Stiles podía ver que estaba agotada y sonrió un poco. Él también cerró los ojos para ver si podía dormir libre de pesadillas.
Sin embargo, unos minutos más tarde, la voz de Lydia le hizo volver a abrirlos.
-¿Stiles? -susurró. Él la miró, pero sus ojos seguían cerrados; estaba al borde del sueño. -No deberías... no deberías sentir nada por mí.
Stiles contuvo la respiración cuando escuchó sus palabras, pero Lydia no añadió nada más. De hecho, en seguida empezó a respirar profundamente, señal de que se había dormido por completo.
Stiles alargó una mano y le pasó un mechón que le caía por detrás de la oreja.
-Demasiado tarde, Lyds, demasiado tarde -dijo en un susurro, aunque sabía que Lydia no lo había oído.
Cerró los ojos y dejó que el sueño se apoderara también de él.
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Safe and sound || Stydia
أدب الهواةUn día cualquiera de verano, a Stiles le ocurre algo que cambia su forma de ver la vida: consigue salir vivo de un tiroteo. Poco después conoce a Lydia, una extraña chica que poco a poco se hará su amiga y le ayudará a superar los problemas que está...