Capitulo 9 - Cena y un extraño

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Me encontraba sentada en el gran comedor del salón principal. Rodeada de personas influyentes en una cena donde se celebraba mi llegada al Reino del Sol.

Basura.

Todo era una basura. Me encontraba sentada alrededor de sanguijuelas. No paraban de susurrar cosas que realmente poco me importaban, además de dirigir miradas furtivas hacia mí. ¿De verdad era necesaria toda esta farsa? Ese fue mi primer pensamiento nada más entrar en el salón.

En el lugar principal del comedor se encontraba Livius flanqueado por mí, en el segundo lugar y un hombre que supuse sería el primer ministro.

Comenzó a jugar con los vegetales que se encontraban en mi plato. Ugh, otra cosa que me fastidiaba la velada. Odio los vegetales. Desde pequeña solía siempre dejarlos en el plato de comida. Y la abuela siempre me reprendía por eso. Sin intención una leve risa salió de mis labios captando la atención nada deseada de Livius.

— ¿Algo te ha hecho gracia, querida esposa?

No sé si habrá sido mi imaginación pero por un momento sentí que sus labios acariciaban con celo la palabra "esposa".

—Nada, su majestad. Solo recordaba viejos momentos.

Mi voz fue discreta y baja intentando llegar al tono bajo y claro de Livius. Aunque definitivamente no lo logre. Ese hombre poseía una voz que no era capaz de creer existiera una más hermosa.

En los últimos días a causa de los preparativos de la cena no fui capaz de verlo tan seguidamente. O bueno mejor dicho nuestra interacción había sido nula. Solo compartíamos habitación, pero siempre que él llegaba yo ya estaba dormida y cuando despertaba él ya se había ido.

Era de esperarse del Rey del Sol. ¡Un adicto total al trabajo!

Admito que su presencia nula en estos últimos días ha hecho que me olvide del incidente de hace tres semanas, casi me sentí bien sin su presencia. Casi. Solo había un detalle. ¡Esos malditos profesores! No me dejaban en paz en todo el día con las clases de lo que debe saber la "esposa del Rey del Sol".

Todos los días terminaba agotada del regimiento espartano que ellos ejercían sobre mí.

Mis ojos vagaron por las caras del montón de desconocidos que se encontraban cenando en la misma mesa que yo. La mayoría era parte de la nobleza: Condes, duques, varones y uno que otro general de rango alto.

Había un hombre en particular que me llamo la atención. No apartaba la vista de mí y comenzaba a sentirme incomoda. Mis ojos se toparon con los suyos y el sostuvo mi mirada descaradamente. Fruncí el ceño ante la acción de ese hombre que por su rostro no debe de tener más de treinta años. Su cabello era rubio y un poco largo llegando unos centímetros por encima del hombro, las puntas de este eran salvajes e indomables cada una en diferente dirección, sus ojos eran de un verde profundo donde llegando a este punto me mantenían hipnotizada. Sonrió, aunque más bien parecía una mueca de triunfo. No entendí hasta que sentí un fuerte apretón en mi mano que descansaba en la mesa. Mis ojos se dirigieron hacia ese lugar y vi una mano sujetando la mía con demasiada fuerza, mis ojos siguieron al dueño de ese mano y sentí mi estómago caer en un poso sin fondo.

Livius mantenía una expresión serena, algo que hiso que mi cuerpo sufriera un escalofrió que me recorrió desde mi espalda hasta la nuca. Claro, su expresión era serena pero sus ojos, ellos eran otra cosa. Su mirada no se posó en mí sino en el hombre que se encontraba sentado en el otro extremo de la mesa. Sus ojos reflejaban un fuego azul prometiendo sangre. Un odio que recorrió cada célula de mi sangre haciendo reaccionar mi cuerpo. Nuevamente sentía esa sed de sangre emanando de él. Eso me asusto. Cuando volteo su rostro hacia mí sus ojos eran los más fríos que había visto en toda mi vida. Y lo más aterrador era que al mirar detenidamente sus ojos un aro del azul característico del Dios del sol estaba en sus ojos como una sombra. Haciéndome saber que en ese momento no solo era Livius quien estaba ahí si no también él, Livi.

Ojos azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora