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El teléfono había sonado durante todo el día, y tanto como mi madre, mi padre, mi hermano y mi abuela habían contestado, pero se quejaban de que era un bromista porque cada vez que le constestaban el no decía absolutamente nada, sino que colgaban a cada momento. El teléfono seguía sonando y nadie quería contestar, menos yo.

Por fin había dejado de sonar y pude leer tranquilamente. Entonces sonó de nuevo, a las doce de la noche. Me levanté y me digné a contestar.

   – Hola...

   – ¡Con que por fin contestas!

No identifiqué la voz.

   – ¿Quién es?

   – Tu vecino.

   – ¿Los que no tenían...?

   – Oh, no, no, no, no ellos son mis hermanos mayores.

   –  ¿Y tu eres?       

   – Su hermano menor.

   – Hey, quiero dejarte claro que no me lío con menores que yo.

   – Puedo asegurarte que soy mayor...

 Me asomé por mi ventana que daba a la ventana de sala de mi tía y vi que el teléfono no estaba en su sitio normal.

–  ¿Dónde estás? El teléfono de la casa no está en la sala.

– Lo he traído a mi cuarto, no dejaría que me vieses.

– ¿Cómo conseguiste el número?

– Tu tía lo tiene anotado al lado como "hermana" y mis hermanos me comentaron que acá vive tu tía así que supongo que su hermana es tu mamá.

– ¿Y como sabes quien soy yo?     

– Te vi salir del cuarto y cuando sentí a alguien me asomé por el baño y te vi recostada de la pared.

– Hey, se supone que no debo hablar con extraños y ni siquiera sé quien eres o que edad tienes.

– Lo descubrirás poco a poco, no te apresures, bonita, mañana llamaré a la misma hora, por estos momentos, no trates de descubrir quien soy, porque somos cuatro hermanos.

Y colgó. 


La llamada del chico de al ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora