Milo está cenando en casa. A decir verdad pensé que papá diría algo para avergonzarnos, pero se ha quedado toda la noche muy callado. Es algo poco común en él.
Mamá dice que es porque su pequeña esta finalmente creciendo, pero yo tengo el presentimiento de que se trata de algo más que sólo eso.
Comemos en un silencio ameno, interrumpido por pequeñas charlas entre mamá y Milo.
Papá mira su plato fijamente, revuelve un poco su comida sin llevarse nada a la boca. Luego posa sus ojos en Milo con su ceño levemente fruncido. Suspira imperceptiblemente y me observa a mí.
Intento preguntarle qué sucede con la mirada, pero al parecer todavía no he desarrollado esa capacidad ya que se queda viéndome con la ceja levantada.
"¿Qué pasa?" gesticulo sin hacer ruido.
Él aprieta los labios como intentando contenerse de decir algo y después me sonríe en respuesta. Su semblante ha cambiado, ya no se nota tan sombrío como antes.
Finalmente se une a la charla, pero dejándome a mi inquieta y un tanto preocupada.
***
Es miércoles, Milo y yo vamos al instituto tomados de la mano.
—Estaba pensando que podríamos ir a tomar un helado al salir de clases— Sugiere mirándome de reojo.
Asiento sin decir una palabra, pero es que de pronto me he quedado sin voz.
Milo sonríe de forma pícara y aprieta mi mano con cariño.
Casi llegamos al instituto cuando Lisa y Jeremy nos interceptan. El mejor amigo de Milo tiene pintada una sonrisa de oreja a oreja, como casi siempre. En cambio, Lisa parece haber visto un fantasma. Sus ojos están fijos en mi mano, entrelazada a la de Milo.
Ninguno de los muchachos parece percatarse de la mirada asesina de Lisa.
¿Será que le gusta Milo? No, no puede ser. Nunca lo ha siquiera insinuado. Tal vez esté enfadada por otra cosa.
Libero mi mano con la intención de preguntarle que le sucede a la rubia. Porque sí, el cabello de Lisa es de ese color. Milo a veces bromea diciendo que es la hija de Homero Simpson, ya que realmente se parecen mucho, a ella parece no molestarle.
—Hola Lisa— Le digo acercándome. Cuando estoy llegando a su lado, da media vuelta y se aleja sin devolver el saludo.
— ¿Qué le pasa? — Dice Milo curioso detrás de mí.
—Ni idea— Le contesto desconcertada.
— No le hagan caso, se ha levantado con el pie izquierdo — Intenta restarle importancia Jeremy — Vamos al cole, quiero comprar algo para beber antes de entrar — Termina y se pone en marcha.
Lo seguimos a paso lento. Milo entrelaza nuestras manos otra vez y besa mi mejilla. Muerdo mi labio para no sonreír como idiota.
Es curioso, las mariposas de mi estómago parecen revolotear cada vez con más intensidad a cada segundo que paso al lado de este chico.
Al llegar al instituto los muchachos se despiden de mí y se dirigen a su salón.
Yo voy al mío sin apresurarme demasiado. Hoy me toca de vuelta Mates, materia que aborrezco con todo mi ser. Para colmo he olvidado que tenía tarea, por lo que le rezo a todos los dioses que conozco para que el profesor no la pida o me haga pasar a la pizarra para resolver los ejercicios.
De igual manera no tengo mucha confianza en salir victoriosa. El profe me tiene entre ceja y ceja. Siempre aprovecha cualquier oportunidad para dejar en evidencia mi falta de capacidad con los números.
Dejo escapar un suspiro de derrota.
Cuando finalmente entro al salón, la mayoría de los estudiantes están en sus respectivos lugares. Busco a Dora con la mirada hasta que doy con ella. Está sentada junto a Zach, un joven de espalda ancha y brazos musculosos.
Mi amiga nota que la estoy observando.
"Traidora" Le digo en silencio. Simulo que una flecha me ha dado en el corazón, y luego caigo de rodillas en un gesto totalmente teatral y exagerado.
Todos me miran divertidos, excepto Dora, que pone sus ojos en blanco. Aún así me doy cuenta de que hace un esfuerzo sobrehumano por no sonreír.
Alguien carraspea detrás de mí.
—Como siempre comportándose de manera totalmente inapropiada— Exclama el profesor Armer.
Oh no, justamente hoy que tenía que pasar desapercibida.
—Haga el favor de levantarse y buscarse un asiento, que no tengo tiempo para estar tonteando de esta forma.
Me levanto con toda la dignidad que puedo debido a las circunstancias y busco algún lugar con la mirada. Solo hay dos asientos disponibles; casi al final, junto a Isaac, y otro frente al escritorio del profesor.
Es claro que me dirijo hacia el fondo.
Isaac mira ensimismado por la ventana a su izquierda sin dar muestras de haberme notado. Lo saludo pero ni así obtengo un poco de su atención. Desisto porque lo único que me falta es que el señor Armer decida cambiarme de lugar por hablar en su hora.
Saco mis libros y mi carpeta, acomodándolos de tal manera que el profesor no repare en mis ejercicios sin terminar. Tengo experiencia haciendo este tipo de tretas.
Diez minutos son los que el señor Armer demora en llamarme. Sip, los conté. Como había imaginado, el hombre ya entrado en años quiere que pase al frente.
Estoy resignada a obtener un cero, me lo merezco por irresponsable.
Me levanto a recibir mi sentencia de muerte cuando una hoja se desliza en mi mano.
Isaac sigue sin mirarme, pero es obvio que es él quien ha puesto el papel allí. Lo observo un instante, son los ejercicios. Y están resueltos.
Quiero abrazar al chico con todas mis fuerzas, pero no estoy en condiciones ni de tentar mi suerte ni la paciencia del señor Armer. Además tampoco deseo echar por tierra la ayuda que Isaac me está prestando.
Así que tomo la hoja y me dirijo a la pizarra con esperanza renovada.
***
Este capítulo va dedicado a mi amiga Lu, gracias por ayudarme dando a conocer esta historia. Y por todo el apoyo y ánimo que me das, ¡te adoro!
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Si pudiera quererte
Teen FictionLuego de tres años de caminar juntos hacia la escuela, he decidido que es tiempo de declarar mis sentimientos a la persona que me gusta. Novela registrada en SafeCreative. Código de registro: 1602076462639