La primera vez que un chico robó mis suspiros fue cuando tenía once años. Acababa de mudarme a Resistan, bonito lugar por cierto, pero en aquel momento recuerdo que no pude apreciar su belleza a causa de mi tristeza desmedida.
Mi papá, debido a su trabajo, había sido transferido a una nueva sucursal en una localidad totalmente alejada de la que vivíamos hasta ese momento. Por supuesto, mamá no iba a permitir que sólo se fuera mi padre, así que en menos de lo que podría siquiera imaginar, estábamos mudándonos a un pueblito en medio de la nada del que nunca había oído hablar hasta ese momento.
En realidad no es tan malo como suena, pero en aquel período fue como si mi mundo se acabara de la noche a la mañana. No culpaba a mi familia... bueno, tal vez un poquito, pero entendía que era inevitable y por eso intenté poner buena cara y atender a todo lo que mis padres me decían.
Pero era difícil, ¡imagínense! Yo tenía a mis amigos de la infancia, a mis tíos y primos, mi heladería favorita y mi casa del árbol en esa ciudad. Y de pronto me iba a quien sabe dónde sin siquiera poder despedirme como era debido. Eso, queridos compañeros, a la edad de once años es nada más ni nada menos que absolutamente traumático.
Pero fue allí dónde conocí a esa persona.
Cuando finalmente nos instalamos luego de un arduo día de trabajo junto al camión de mudanzas, dos individuos se mostraron ante la puerta de la nueva casa. Louisa y Milo Noboa.
La mujer se presentó como nuestra vecina y nos proveyó con un delicioso pastel de manzanas como muestra de bienvenida al distrito. El joven era su hijo. Tenía un año más que yo, y una sonrisa cautivadora. Su cabello era dorado y sus ojos avellana.
Fue amor a primera vista.
Milo era pura chispa. Mis padres lo adoraron al instante, tan así que para el final de la visita, mamá intentó persuadirlo por todos los medios posibles para que se quedara a cenar junto a nosotros. Increíble, ¿cierto?
Y lo logró. Esa fue una de las muchas noches que Milo cenó en nuestra casa.
Nos llevábamos de maravilla. Y es que era imposible no hacerlo con un chico como él. Divertido y locuaz, siempre con una frase inteligente que decir para cada ocasión.
Tenía muchos amigos, y se encargó de presentármelos a todos. Explicaba que era importante conocerlos antes de iniciar el año escolar, para que no me sintiera como un pez fuera del agua.
Dentro de su grupo de mejores amigos se encontraban Isaac, Jeremy, Lisa y Dora.
A decir verdad eran muy distintos entre sí, tal vez por eso se complementaban tan bien. No obstante, por alguna razón que no se me hizo para nada extraña, se notaba a leguas que Milo era el que los mantenía a todos unidos.
Dora y yo hicimos buenas migas enseguida, en cambio con Lisa fue un tanto más difícil. Creo que hasta el día de hoy no congeniamos bien. No me pregunten por qué. No parece ser una mala muchacha, y yo en definitiva tampoco lo soy.
Con Isaac y Jeremy nunca profundicé demasiado. Isaac era un tanto callado y huraño. Pero contrario a lo que uno creería, cuando alguien necesitaba ayuda, él parecía siempre estar allí, dispuesto a dar una mano. Jeremy, por otro lado, era el que más se parecía a Milo. Era charlatán y un poco mentiroso también. Siempre inventaba situaciones para divertir a los demás, aunque eso terminara siendo contraproducente.
Pero sin duda con quien más trato tuve a lo largo de este tiempo fue con mi querido Milo.
No puedo creer que hoy se cumplan tres años desde la primera vez de que caminamos juntos al colegio.
Estoy feliz, muy feliz. Pero también tengo nauseas. Siento bichos en el estómago, mamá asegura que se trata de las tan famosas mariposas del amor.
Yo no entiendo como las mariposas pueden aletear tanto, en cualquier momento arrojaré lo que acabo de desayunar en el váter. Y eso es lo que menos necesito ahora. De solo imaginar que me voy a declarar a Milo con aliento a momia podrida hace que se me pongan los pelos de punta.
Como siempre viajamos juntos, se lo diré en ese momento. El instituto está a solo unas calles de nuestras casas, por lo que la mayoría de las veces hacemos el recorrido a pie. Otras veces el me lleva en su bici. Esos días son los que más me gustan.
Usualmente tenemos unos quince minutos hasta llegar a la academia si es que vamos sin prisa. Es tiempo suficiente para armarme de valor y soltárselo.
Es que ya no puedo aguantarlo más. Si no se lo digo voy a explotar en cualquier momento.
Solo espero que corresponda mis sentimientos. De lo contrario, todo se volvería fatal...
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Si pudiera quererte
Roman pour AdolescentsLuego de tres años de caminar juntos hacia la escuela, he decidido que es tiempo de declarar mis sentimientos a la persona que me gusta. Novela registrada en SafeCreative. Código de registro: 1602076462639