17. El colmo de los colmos

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— ¿Qué película pongo? — Consulta Milo sosteniendo tres cajas de plástico frente a mí. Una es de romance, otra de terror y la última de acción.

— ¿No tienes la segunda de Spiderman? — Él me observa con una sonrisa divertida y niega con la cabeza.

— Ah, ¿por qué será que no me sorprende tu pregunta? Por supuesto que la tengo— Agrega al ver mi entrecejo fruncido. He notado que últimamente me irrito con demasiada facilidad.

— ¿No deberíamos esperar a los demás? — No es que la situación me desagrade. Estar en la casa de Milo siempre es agradable, pero se supone que hoy sería noche de amigos, y cuando digo amigos me refiero a nuestro grupo entero. Nobi dijo que se encargaría de organizarlo todo, como siempre.

— Cierto— Comienza a explicar evitando mi mirada— La cuestión es que ninguno podrá venir.

Vaya, eso es... extraño.

— ¿Por qué?

— Olvidé avisarles.

No hace falta ser un genio para saber que está mintiendo descaradamente. Milo nunca olvida ese tipo de cosas. De pronto me invaden los nervios, mi piel se eriza y mis labios se secan.

Al ver que no digo nada, comienza a actuar de forma atolondrada.

— Iré a buscar la película — Balbucea y se precipita hacia la puerta, dejándome sola en su cuarto.

Tal vez no sea buena idea quedarme aquí. Tan pronto ese pensamiento aflora en mi cabeza, lo descarto. Él no es ese tipo de chicos.

Suspiro intentando infundirme calma. Observo las cosas a mí alrededor. Ciertamente mi amigo no es un chico muy ordenado, pero hoy no hay nada fuera de lugar. Eso también es sospechoso.

— Aquí la tengo — Exclama luego de un rato con la peli de Spiderman en su mano. Me sobresalto de forma ridícula, pero es inevitable. Él me sonríe a modo de disculpa y se dirige hacía el portátil que está sobre un escritorio a mi derecha. — ¿No te importa si la vemos aquí? Pensé que al ser solo nosotros, sería más agradable de esta manera—. Afirmo con la cabeza porque aún no puedo decir palabra.

Veo como toma el portátil entre sus brazos y lo lleva hasta su cama. Me hace señas para que lo siga y lo hago sin pensarlo demasiado.

—Ponte cómoda.

Esta vez dudo algunos segundos. No sé por qué me siento tan... nerviosa. Si se tratara de otra persona, estoy segura de que ni siquiera me detendría a considerarlo y me iría, pero Nobi es mi mejor amigo. Ver películas juntos solía ser normal antes de que yo volviera las cosas extrañas luego de haberle declarado mis sentimientos.

Milo repara en mi debate interno y extiende su mano en mi dirección, supongo que invitándome a sentarme a su lado.

— Vamos cariño, ¿prefieres que veamos la peli en la sala? — Inquiere alzando las cejas, viéndose realmente sorprendido.

  Niego porque ahora me siento una tonta de siquiera titubear sobre sus intenciones. Él ha dejado muy en claro lo que siente por mí. Y yo no he hecho nada hasta el momento para cambiarlo.

— Lo siento— Me disculpo y me acomodo a su lado. Una vez presiona el botón de reproducción, pasa su brazo sobre mis hombros y me arrastra hasta su pecho. Besa mi coronilla con cariño y luego presiona su barbilla en ella.

Contra todo pronóstico, termino sosegándome a su lado.

Me pregunto que estará haciendo Isaac.

Un momento, ¿de dónde salió ese pensamiento? Me horrorizo abriendo los ojos de par en par. Milo nota la tensión en mis músculos y pregunta si me encuentro bien.

— Sí, recordé que no hice la tarea de mates—. Miento. Y como si lo hubiera invocado con esa palabra, mi celular suena anunciando un mensaje.

No olvides que tienes tarea que acabar. Si no la haces le diré al profesor.

Lo sabía, era Jakov. Resoplo frustrada.

— No te preocupes, yo te ayudo cuando terminemos de ver a Spidey en acción— Asegura Milo acariciando mi cabello.

— Que va, Isaac dice que tengo que hacer los ejercicios por mí misma. Y que si necesito ayuda revise los apuntes que él me ha prestado.

— ¡Vaya que es exigente! Pero no pasará nada por un día si yo te ayudo. Además, no tiene porqué enterarse, ¿verdad? — Insinúa divertido.

— Bueno...

— Decidido entonces, no te preocupes por mates, hoy seré tu héroe— Proclama con sorna y besa mi mejilla.

***

— Dime ya mismo quién hizo estos ejercicios — Demanda Isaac viéndome serio.

Siento que mis mejillas se colorean de vergüenza por haber sido descubierta haciendo algo que no debía. Abro la boca con la intención de responder, pero la cierro segundos después, totalmente mortificada.

— ¿Te haces la tonta? Sé muy bien que no fuiste tú quien hizo todo esto.

— ¿Y cómo es que sabes eso? — Pregunto enfadada porque me ha llamado tonta.

— Lo sé y punto. ¿Acaso estoy equivocado?

Niego sin poder defenderme.

— Supongo que realmente no te importa aprobar por tus propios medios y esfuerzos — Me reprocha con voz dura. — Me siento decepcionado— Reconoce y me devuelve los papeles.

Muerdo el interior de mi mejilla para retener las lágrimas que amenazan con aparecer en cualquier instante. Duele que él me diga eso.

Veo como suspira con cansancio y evita mi mirada.

— Lo lamento— Declaro realmente arrepentida.

— ¿Por qué lo hiciste?

— No lo sé.

— Si vuelves a hacerlo no seguiré ayudándote. Hazte responsable de tus actos y deja de hacerme perder el tiempo contigo.

— Oye, cálmate. Bien, cometí un error, pero tampoco es el fin del mundo, no entiendo por qué tanto dramatismo.

— ¿Quién fue el que hizo tu tarea? — Musita eludiendo mi reclamo.

— ¿Qué tiene eso que ver?

— ¿Quién fue? — Insiste.

— Fue Milo. Listo, ¿contento? ¿Qué cambia si digo que fue él? Podría haber sido mi padre, ¿seguirías igual de enojado?

— Que infantil eres.

— ¡El infantil eres tú, que dices que no te gusto y luego me besas!— Suelto sin pensarlo. Ambos nos quedamos petrificados. Él de sorpresa, yo porque no planeaba sacar eso a relucir. Cuando eso sucedió algunos días atrás, Isaac suponía que yo estaba dormida.

— ¿De qué estás hablando? — Duda apartándose de mí.

— No te hagas, los dos sabemos de qué estoy hablando. — No tiene sentido seguir fingiendo— ¿A qué juegas?

— No juego a nada, y creo que deberías irte. Pídele a Milo que te dé tutorías de ahora en más, ya que al parecer te da lo mismo quien te ayuda.

Lo miro incrédula.

— ¿Estás hablando en serio?

— Vete Ema.

Esto es realmente el colmo de los colmos. Quiero abofetearlo pero eso no tiene sentido tampoco, no soy una persona violenta.

— Vete Ema.

— Eres un tonto, no te entiendo ni tampoco quiero hacerlo. Espero que encuentres el tornillo que perdiste, porque realmente te hace falta. Y si alguna vez tienes novia... pobre de ella que tendrá que soportarte— Anuncio absolutamente exaltada, tomando mis cosas y guardándolas sin cuidado dentro de mi morral.

Él me ve con el ceño fruncido pero ya sin decir palabra. Le gruño sin poder evitarlo antes de dar media vuelta y escapar de su casa como alma que lleva el diablo.




Si pudiera quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora