Todo lo que pasa,
Es por algo
pero
¿Qué es ese algo?No dije nada. No hice nada. Sólo me quedé mirando al suelo, pensando en mamá. No puede enterarse de esto. No me siento mal por mí, me siento mal por ella. No puede saberlo. Me siento mal cuando me regaña por no haber lavado un plato, ¿cómo me sentiré cuando vea su reacción a esto? No hice nada malo, pero de todas maneras no quiero que lo haga.
No me di cuenta de adónde me habían llevado, entré en una especie de trance, pero cuando me percaté, cuando "desperté", miré el inodoro de la esquina, que en algún momento fue blanco pero con el tiempo se volvió de un color más opaco; el muro que sobresalía de la pared, agrietado pero fuerte, y las rejas que rodeaban la pequeña habitación.
Eché a vistazo a quien me llevaba del brazo, era Escoltón, me miró, y, casi podría jurar, que sonrió. Entré al lugar y me quedé parada allí, contemplando el pequeño espacio. Los nervios recorrieron todo mi cuerpo, me estremecí al pensar en mamá mirándome desde el otro lado; negué con la cabeza para alejar el pensamiento.
-En un momento tendrás tu llamada -dijo Escoltón, con una voz jugosa y fresca.
-No quiero llamar a nadie -dije en voz baja, monótona, mientras me daba la vuelta, de frente a él.
-¿Estás segura? -preguntó mirándome.
Asentí con la cabeza y traté de sonreír. Fue imposible.
-Pues, ya llamaré a tus padres -dijo dándose la vuelta.
-¡No! -dije rápidamente, él volteó- Llamen sólo a mi padre, por favor -supliqué.
Él se lo pensó unos segundos, pero luego asintió y se fue a su escritorio.
Me senté en el muro de la pared, nada cómodo, en verdad, y traté de organizar mis pensamientos e ideas. Ideé maneras de escapar de aquí: podría decirle a Escoltón que quiero usar el baño, pero que quiero que se dé la vuelta, lo hará, y cuando esté de espaldas, abriré la puerta y saldré. Es simple, y el muy escoltón no echó la llave. Después de un rato, dejé de pensar. Sólo empecé a cantar en silencio. Las palabras surgían de mi ser, y la música me recorría entera, haciendo temblar mis huesos, llenando mis espacios vacíos, aunque no la estuviera escuchando directamente, el recuerdo vivo en mí, me decía que luego, todo estaría bien.
-Estás muy calmada para estar en la cárcel -observó Escoltón.
-No es una cárcel.
-Como sea -suspiró-. Revisarán tus cosas y te harán pruebas para comprobar que no hay drogas en tu sistema, si es como dices, estarás libre para el final del día.
Justo cuando terminó de hablar, sus ojos fueron a la puerta, que soltó un sonido estrepitoso al abrirse. Entonces, entró mi padre. Me levanté de repente al verlo. Se quedó frente a la celda, mirándome. En sus ojos no había más que un brillo de desespero y decepción. Los míos se llenaron de lágrimas.
-Papá -mi voz se rompió.
-Lo sé, hija.
Escoltón abrió la puerta, y mi padre entró a abrazarme. Me aferré a él, y lo abracé tan fuerte que creí que no respirada, descargando toda mi ira allí, fundiendome en sus fuertes brazos que me sostenían.
-Papá, yo no hice nada malo, tienes que creerme, de verdad, él puso eso en mi pantalón, yo no sé nada más que eso -hablé tan rápidamente que pensé que no me había entendido.
-Te creo hija -pero yo me creí más que el mundo era cuadrado.
Salimos de la habitación y me interrogaron. Sólo dije lo que sabía. Luego me hicieron las pruebas, me sacaron un poco de sangre y nos dijeron que esperáramos un momento. Mientras tanto, me devolvieron mi ropa (ya seca) y mi mochila. Cuando estábamos en la sala de espera, la misma donde había estado cuando llegué al principio, entraron trayendo a Marco. Me miró tan fijamente que sentí que iba a desaparecer. Para el final del día, tal como dijo Escoltón, ya estaba fuera de la comisaria del pueblo. Marco confesó, y la verdad, no me importó lo que pasó con él.