...Dime si está bien
El que sienta lo que siento.
Las clases empezaron a la semana siguiente. Las evaluaciones, a las siguientes dos. El tiempo se pasa más rápido de lo que pienso, y en un abrir y cerrar de ojos, papá está en casa visitándome porque llevamos más de un mes sin vernos. Le pregunto por Desiré, me dice que está enferma, que quería venir con él pero se encontraba indispuesta. No me convence, pero termino asintiendo y mandándole mis saludos.
A pesar de haber mantenido comunicación con papá, con ella no había hablado mucho, pero por los pocos mensajes que me mandaba, deducía que estaba bien, o al menos, eso me afirmaba en sus respuestas. Mi curiosidad seguía aumentando, al igual que la sensación de que me ocultaban algo. Pensé en preguntarle a papá, en serle directa y pedirle que me lo dijera de una vez, que se dejara de rodeos; pero luego lo reconsideré, y con todo el tiempo perdido pensando en preguntárselo, mi orgullo se había expandido lo suficiente como para aceptar que me había equivocado, si ese era el caso.
Así que intenté apartar la idea de mi cabeza, despreocupándome de lo que sea por lo que me preocupaba. Llegará el punto en el que no podrán ocultar nada.
Pensar se ha vuelto... más molesto de lo normal. Es como si me estuviera hartando de lo que siento. ¿No te pasa que llega algo que te abre los ojos de a poco y te das cuenta de que pierdes el tiempo llorando? Porque el tiempo lo destruye todo, tanto buenos como malos momentos. El tiempo puede sanar, puede dañar, pero si lo pierdes, ya no hay manera de recuperarlo, y está bien, porque cuando te golpea, digo, cuando de verdad te golpea, te das cuenta de lo que en verdad importa. De lo que vale y lo que no vale la pena, la miseria, las lágrimas. Ves, que sí hay cosas por las que luchar, por las que ser felices... y aprendes a amar.