Quiero regresar
A ese lugar
Donde la sangre me recorría
Y aun había esperanza de vida.
-Hola.
Sus ojos negros fueron los primeros en saludarme. La habitación olía a esencia de vainilla, era un olor agradable. Hacía frío, y eso sólo aumentaba mis nervios. Ella tenía el cabello castaño claro, le caía de forma ondulada por toda la espalda hasta llegar a su cintura. Su voz era dulce, pero no dejaba de haber algo, por más pequeño que fuera, que acabara de convencerme. Terminé de llegar hasta su lado, cruzando el marco de la puerta sin despedirme de papá, no quiero mirarlo a él.
Se acercó a mí y me tendió la mano, sonrió y me dio un pequeño abrazo.
-Mi nombre es Antonella –dijo con una brillante sonrisa. No debe de tener más de 30 años, pensé-. Siéntate, Luz.
Creí que tenía que sentarme en uno de esos sillones recostables como los que se ven en la tele, pero en su lugar, había un sofá de cuero blanco de lo más normal frente a un sillón del mismo material; entre éstos había una pequeña mesa de vidrio. Parecía la sala de estar de una casa de familia, nada estaba fuera de lugar.
-¿Cuántos años tienes? –preguntó con su voz dulce.
-Dieciséis.
Ni siquiera yo reconocía mi propia voz, no reconocía nada desde que desperté de aquella horrible pesadilla. Cuando vi a Desiré en la mañana al desayuno, me le quedé mirando el rostro, escrutando cada detalle de él; sabía que no encontraría nada, pero la confusión que se adueñó de mí en cuanto desperté no fue normal.
-Bueno, Luz, de dieciséis... no sé cómo empezar –rio bajo-. Siempre me pasa. Bueno... ¿te gusta la música?
-Sí.
-¿Qué tipo de música escuchas?
-Me gusta el rock y... no lo sé, es el que más escucho.
No tenía una libreta a la mano, ni en la mesa, ni siquiera en el escritorio que estaba al fondo de la habitación. Ella sólo me miraba expectante, a la espera de que le confesara todo lo que sabía, de que soltara frente a ella todas las palabras presas en mi alma.
-Genial –sonrió- . ¿Haces algo para pasar el tiempo... o algo para liberarte?
Me quedé callada. No sé bien cómo llevar esto, y supongo que no lo sé porque simplemente me estoy dejando llevar por el hecho de que es psicóloga y que no soy la única persona que ha escuchado, ni la única que escuchará.
-Vamos, Luz, está bien, puedes hablar –sonrió.
Suspiré. Aquí vamos...
-Me gusta escribir. Y, para mí, el escuchar música no significa el simple verbo, sino que es algo... No lo sé, simplemente, me llena. Al igual que las palabras que escribo.
Ella sonrió, pero esta vez, era una sonrisa diferente a las otras que me había dado. Ninguna era falsa, pero esta era más real que aquellas.
-¿Qué escribes? –se acomodó en su asiento. No había notado su ropa. Llevaba pantalones negros y Converses del mismo color, su chaqueta era de vestir y su camisa era blanca, le daba el toque profesional que necesitaba.
-Poemas –dije bajo. Aparté la mirada en cuanto sus ojos se posaron en los míos y una sonrisa sin dientes se asomó en su rostro. Ya sé lo que dirá.