Una sombra.
¿Sombra?
Se asoma. Me mira.
¿Es verdad, que de tus miedos huirás?
No, ya lo estoy haciendo.
¿Y, no crees, que te están persiguiendo?
No lo sé. Y eso me revienta la cabeza.
¿A qué le tienes miedo, niña?
¿A qué le tengo miedo?
Parece una pregunta sencilla pero, no lo es. A algo debes de temer más que a las arañas, que tejen redes sobre tu cabeza...
Redes de mentiras, decepciones...
Desilusiones... Ahora me entiendes.
Sí pero...
No creas que es algo tétrico, todo en tu interior habla contigo. Todos emitimos sonidos, palabras. Todos tenemos voces, y luchamos por ser escuchados en un alma que no para de gritar lo que quiere, lo que necesita, aunque no sea exactamente lo mejor para alcanzar la dicha.
Dime, ¿qué voz estoy escuchando?
Tienes que averiguarlo. Pero, sería bueno que abras tu imaginación, tu mundo, tus ojos.
¿Despertar? No quiero.
Debes hacerlo.
Pero...
¿Qué, acaso, no acabas de escuchar lo que te dicho, niña? Esto no es lo mejor para ti.
¿Por qué el miedo?
El miedo, ¿qué? Te mantiene alerta, pero a la vez te paraliza. Tus ojos no se cierran, pero tampoco ven con claridad.
Es un tema con muchas variaciones.
Pero es una sola raíz. Dime, ahora, ¿dónde está el tallo? ¿de dónde salió esta planta que te envenena?
De... ¿mi alma? Todo es muy confuso, no puedo explicarlo.
Encuentra la manera, niña.
Pero, no puedo verte. Todo es oscuro. ¿Cómo quieres que te explique algo de lo que me pasa si ni siquiera te conozco?
Me conoces más que ha ti misma. Y, ese es tu problema: no te conoces.
...¿Quién soy?
Tiempo... tiempo... tiempo...