Luna... que brillas más que el sol
Cuando las estrellas te rodean
Y la noche te contenta...
No podía hacer nada más que abrazarlo y sonreír. Una bonita sensación invadió mi pecho mientras él seguía riendo y diciendo mi nombre. Me separé de él y vi sus ojos. La alegría que yo misma sentía se reflejaba ahí, y sólo pudo hacer que me llenara de nuevo con su presencia. Volví a abrazarlo y a unirme a su carcajada.
-Ven –dijo mientras tomaba mi muñeca y empezaba a caminar rápido.
Pasamos por la heladería, seguimos más adelante y llegamos a la pequeña colina en la que charlamos hacía un tiempo.
-¿Cómo te fue? ¿Qué tal estaba tu papá? ¿Hablaste con él? ¡Cuéntame!
Estaba ansioso y emocionado, como yo. No parábamos de sonreír. Yo me sentía bien, contenta, llena. Pero a pesar de todo eso, no se me salía de la cabeza el hecho de que no había tenido noticia alguna de él durante todo el tiempo que estuve fuera.
-Espera –le dije, intentando ponerme seria-. ¿Qué pasó contigo? ¿En qué momento supiste que me había ido? Y cuando te enteraste... ¿por qué no me enviaste un mensaje o algo?
Su expresión cambió, pero fue algo muy sutil, como que el brillo de sus ojos bajó un poco de intensidad. Su sonrisa seguía ahí.
-Mi teléfono murió. No recordaba tu número y, sinceramente, me daba vergüenza pedírselo a tu madre. Tu papá debió haberte dicho que mi papá se había puesto en contacto con él, ¿no? –Asentí con la cabeza y el ceño fruncido; ahora recordaba que el señor Angel había llamado a papá y por eso él se decidió por fin a ir a casa- Bueno, tu padre le dijo al mío que te estabas quedando en su casa, por eso supe que no estabas aquí. Si te soy sincero, una vez estuve a nada de ir a visitarte con la familia entera. ¿Imaginas eso? Tu cara hubiera sido de película –nos reímos torpemente-. Dark... tal vez no sea un argumento del todo valido, o tal vez te parezca un poco rebuscado, pero es la verdad. Me crees, ¿no?
¿Cómo no iba a creerle? Si con tan sólo curvar la comisura derecha de los labios el mundo entero se enternecía. Le sonreí y asentí con la cabeza. Me devolvió la sonrisa y me miró durante unos segundos antes de volver a su pregunta. Le conté cómo me sentí allá, junto a papá y a Desiré. Le hablé de las personas que había conocido, de la loca idea de papá de presentarme en toda la calle, le conté sobre el vientre de Desiré, de cómo se notaba cada vez más abultado, y él me hizo reír al decir que tal vez el bebé era producto de un cuerno y papá estaba tan embelesado con ella que no lo había ni notado.
-Que conste que me río porque es estúpido y nada más.
-Te ríes porque sabes que es cierto, no quieras negarlo.
-¿Con quién podría Desiré montarle los cuernos a mi papá? –pregunté divertida.
-Con el panadero... o con el hijo del vecino, quién sabe si hasta con el propio vendedor de café del quiosco de la esquina.
-El hijo del vecino... -murmuré.
-¿Qué? ¿Es una buena opción o te enamoraste de él?
-No me enamoré él, y él mucho menos de mí. Pero no podía evitar sentir algo cada que me lo cruzaba. Nunca supe por qué y, de todas formas, nunca llegamos a nada, así que no importa.
-Son tus sentimientos, y todo lo que tenga que ver con eso, es importante –repuso.
-Pues, sí pero... no quiero pensar en eso...