14 - Confesión.

552 45 13
                                    

-¿Quién dijo que solo te quiero como una amiga? -conocía esa voz, la respiración de la amatista se detuvo, lentamente levantó su cabeza y miró hacia adelante. Aunque sus ojos seguían nublados por las lágrimas pudo verlo, estaba a unos pocos pasos de ella apoyado sobre el marco de la puerta de la cocina, mirándola con una expresión que en ese momento Tomoyo no podía definir si era triste, seria o molesta.

-Tomoyo, Tomoyo ¿Quién está ahí? ¿Estás bien? Hija... Tomoyo -se escuchaba algo desesperado al hombre por el teléfono, pero la amatista permaneció en silencio solo mirando a Eriol mientras las lágrimas seguían rodando por sus mejillas.

-Su hija está bien, luego lo llamara -dijo Eriol en un tono que no demostraba nada, antes de tomar el teléfono y terminar la llamada para luego centrarse completamente en Tomoyo - ¿Cómo es eso de que te rompí? -ahora sí, ese tono sonó dolido, muy dolido.

Tomoyo intentaba dejar de llorar pero las lágrimas seguían apareciendo y su cuerpo no dejaba de temblar. Eriol la ayudo a levantarse y la sostuvo por un momento pues dudaba que pudiera mantenerse en pie. Con mucha delicadeza secó aquellas lágrimas una y otra vez sin despegar sus azules ojos de aquellos tristes orbes amatista.

-Quiero dejar algo muy claro... no te quiero como amiga, te amo, estoy aquí porque ya no puedo pensar mis días y mis noches sin ti... lo siento, hay mucho que ya no sé de ti y en verdad lo siento, estaba confundido y ya sé porque... perdón no quería lastimarte eres demasiado importante para mi...

-Tan importante que me dejaste... no tienes una idea de lo que pase, intente buscarte y lo perdí todo, lo único que me quedo es este amor que sin importar lo que haga no muere y ya no sé qué hacer porque en verdad no sé qué es lo que sientes -dijo la amatista liberando al fin sus sentimientos y reproches, pero pronto sintió los labios de Eriol apoderándose de su boca...

-Te amo, te amo, te amo -repetía el mago entre beso y beso, sorprendiendo completamente a Tomoyo, era la primera vez que él le decía esas palabras-, lo repetiré hasta que te convenzas acompañado de un beso cada vez... haré lo que sea por ti.

Las palabras de Eriol eran un susurró que se escurría entre besos. Tomoyo correspondió a los besos con una sonrisa y un "te amo" susurrado al oído del mago.

-Quiero que seas mía Tomoyo -susurró al oído de la amatista antes de morder su lóbulo y bajar por ese cuello dejando un camino de besos y suaves mordidas. Tomoyo soltó un gemido y sintió como se le aflojaban las piernas, ese hombre conocía cada uno de sus puntos débiles. Eriol la sujetó de la cintura y la levantó con tal facilidad que cualquiera diría que esa mujer no pesaba nada. Las piernas de Tomoyo rodearon la cintura del mago mientras este la pegaba contra la pared.

-Soy tuya hace demasiado tiempo -dijo con algo de dificultad la amatista antes de enredar sus dedos en el corto cabello del pelinegro, haciendo que esos ojos volvieran a centrarse en los suyos y allí estaba ese deseo que tantas otras veces había visto en ellos y que en algún momento le hicieron creer que era posible que él la amara.

Tomoyo se abalanzó sobre esa boca que tantas veces la había dejado sin aire. Invadió el interior de esa boca y su lengua se enredó con la del mago, mientras sus manos abrían de un tirón aquella camisa haciendo que los botones saltaran y terminaran revotando por todo el lugar, cosa que excitó aún más al mago quien rápidamente profundizo más el beso.

La amatista sintió que Eriol la despegaba de la pared y comenzaba a caminar sin dejar de besarla.

-Derecha -dijo en un susurró Tomoyo escapando un segundo de esos labios, para al instante volver sobre ellos.

Eriol la dejó sobre la cama y sus manos comenzaron a recorrer aquel cuerpo, quitándole la ropa a su paso. Dibujo un camino de besos desde los muslos hasta la boca, donde apenas rozo los labios de la ansiosa amatista, quien lo sujetó de la nuca y profundizó aquel beso. El mago soltó un gemido y sin abandonar aquella dulce boca comenzó a quitarse la ropa.

¿Y mi mamá?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora