Capitulo 1

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- ¡Abajo todos! – grita uno. Las pocas personas que se encontraban a esa hora de la mañana se tienden sobre el suelo, sin reclamar. Una mujer grita, el tipo enmascarado coloca el arma sobre la cabeza de esta. – o dejas de gritar, o te lo pasas mal. – le amenaza.

- Dame el dinero. – uno de los tres, se encontraba dialogando con otra cajera del lugar. - ¡que me lo des, joder! – grita. La cajera se asusta y tira todo el dinero hacia la bolsa del tipo. El dinero cae, el tipo enmascarado sigue avanzando hasta llegar a la caja de Sara.

- Ayúdame… - me susurra ella.

- Ayúdame tú. – le digo yo. De un momento a otro, ella no entiende nada. Está confundida y me lo hace notar. Vuelvo a mirarla, ha reconocidos mis ojos y saben perfectamente lo que voy a decirle. Y eso mismo hago, Ryan me alcanza un bonito revolver. Lo atrapo. Sara me mira. Está a punto de ponerse a llorar. – lo siento mucho, enserio. – me coloco una máscara también. Solo ella sabe quién soy.

Le apunto la cabeza, mientras Ryan se encarga de desbalijar cada espacio de las cajas fuertes. Pero aún falta la mayor. La que está justo detrás de las cajas menores.

- Dime la clave. – le digo aún estando tranquilo.

- Yo… yo no lo sé… te lo juro… - dice con dificultad. No miente. Su voz está temblando y sus ojos están a punto de llorar. Me quejo por dentro, ¡es ella quién debería saber las combinaciones! ¡nada debería estar fallando! La tiro contra el suelo y vuelvo a apuntarla sin temor alguno. 

- ¿Quién sabe las combinaciones? – le pregunto gritando. Ella se asusta aún más, niega con la cabeza mientras sus lágrimas empiezan a caer descontroladamente. - ¡dime! – grito una vez más.

- Yo…

Una voz detrás de mí hace que voltee en el acto sin dejar de apuntarle a Sara. Es una mujer, está tendida sobre el suelo con las manos amarradas sobre la espalda. Levanta la mirada. No puede verme, estoy encubierto. Pero yo sí a ella. Es diferente. Me fijo en sus ojos. En su boca. En su piel. Trago saliva. Ella no está en mis planes… no la he estudiado y mucho menos. Algo falla, ¿es nueva? Mojo mis labios. Joder, es preciosa.

- Levántate. – le ordeno, pero tengo que ayudarla. Cojo su brazo bruscamente y ella se levanta con dificultad. La he tocado. Hago que se acerque a mí a propósito, empujándola con la fuerza de mis brazos. Ella no puede verme. Pero trata de buscar mis ojos. Los encuentra. Nos estamos mirando. Giro su cuerpo rápidamente y bajo la mirada para fijarme en su bonito cu.lo envuelto en esa falda que todas las cajeras de ahí utilizan. La aprieto. Estoy oliendo su cabello. Frutas. Es delicioso. Me encanta. Sí, sí… me encanta. – ayúdame con esto, y no te pasará nada. – logro decirle. Ella cierra los ojos con fuerza, sus manos están temblando. Me doy cuenta que todos – Ryan, Chaz y Travis- me están mirando, todo depende de mí y de las combinaciones que ella sabe para abrir la caja fuerte.


Caminamos juntos, ella pegada a mi cuerpo y sin despegarse. Llegamos a la gran caja fuerte sin problemas. Ryan le grita a un par de personas que no dejan de llorar. Los demás se dedican a amenazar y a calcular el tiempo que tenemos para salir de ahí antes de que la policía llegue.
Entonces… se pone a llorar.

- No puedo… - susurra, baja la mirada y deja que sus lágrimas caigan. Está nerviosa.

Hazlo. Puedes. Haz que esta tarea sea sencilla para mí, no quiero hacerte daño. Cojo su mano derecha, junto a la mía se quedan unidas por un buen rato. Siento su calor. La coloco contra el resalte de la caja fuerte. Está temblando. Pero logra poner la combinación y el pestillo se desbloquea. La puerta se abre. Ryan y Chaz entran de inmediato, cogen lo que pueden y salen.

Hay una puerta trasera. Justo como lo estudié. Travis la abre y los demás salen a una velocidad máxima. Y yo… yo la suelto, la dejo ir, a pesar de que está llorando. La tumbo sobre el suelo. La miro una vez más… ella no puede verme… no puede saber quién soy… me está mirando… lo extraño es que ninguno de los dos imaginó que después de ese día, de ese momento, las cosas cambiarían para siempre.

Justin, veinte. Ryan, veintidós. Travis, veintidós. Chaz, veintiuno. Eran colegas desde que tenían memoria. Vivían en la misma ciudad y habían pasado por cosas similares en sus vidas. Los cuatro con los mismos ideales. A pesar de la edad de cada uno, su especialidad siempre había sido robar. Robar de manera limpia y sin que nadie sospeche sobre ellos. Más que un talento, una habilidad grandísima. Los cuatro, pertenecientes a la mafia más grande del país. La mafia Tentation.

Ryan sacudió las bolsas de dinero. Los billetes cayeron agrupados en grandes paquetes sobre la madera maciza del tablero. Una sonrisa grande se instaló en Ryan. El robo había sido un completo éxito, justo como los cuatro lo habían planeado desde hace muchísimo tiempo.

- Esta… - Travis sacó una lata de cerveza de la nevera. – es porque pudimos contra esos imbéciles. Se los dije, no sería difícil. – tomó de su cerveza, dejándola por la mitad. Al terminar, se limpió con su propia piel.

- En tiempo record, tío. – le codeó Chaz, que apareció detrás de los tres. – insuperables.

- El robo del siglo. – le siguió Ryan. – insuperables. – repitió susurrando, concentrado en ese montículo de billetes que figuraba en el tablero de su viejo departamento.

- ¿Has visto las noticias? - preguntó Justin.

- No…seguramente todas las encabezamos nosotros. – se burló Ryan, a gusto. Los tres rieron, menos Justin.

- Sí, imbécil. La encabezamos nosotros y la jodida cajera que me ha visto en el banco. – se quejó Justin. Aquello le afectaba sobre manera, pues era la primera vez que había aceptado dejar ver su rostro por sus víctimas.

- Oh joder… no me digas… ¿está hablando?

- Más que eso, me está describiendo. – le explicó Justin.
Enseguida, cogió las llaves de su viejo Mustang que adornaban su pantalón.

- Si no la quito del camino, va a joderme. – refunfuñó él. Travis se rio en su sitio. Su amigo era capaz de cualquier cosa, y eso le enorgullecía de alguna forma. Los tres lo vieron salir del añoso departamento de Ryan.

Explicar lo que era Justin, era un completo misterio. Ni siquiera él mismo se conocía. Hace dos años había entrado a rehabilitación por voluntad propia. Era un tipo malo. Perdía el control muchas veces, sin necesidad de que alguien lo haya hecho enfadar. Era enérgico. Totalmente impulsivo. Frío. Calculador. Egocéntrico. A pesar de ser el menor de los tres, conocía perfectamente lo que era la vida y lo mal que esta jugaba a veces. Por eso, y por muchísimas cosas más, era quién era. Y nadie… nadie podía con él.

Encendió su auto. Empire State of my mind sonó de inmediato en los amplificadores. Pensó en muchas cosas. El auto avanzó. Joder, pobre Sara. Ni siquiera se imaginaba lo que le esperaba por a ver conocido a aquel tipo en la mañana. Pero se lo merecía. De esa forma lo veía él. Si se metían con él, se hundían. Qué lástima. Pensó de nuevo. Pero no se arrepentía, al contrario, se iba a divertir mucho esa noche. Tal vez ni siquiera matarla haría falta, tal vez Sara podía darle algo mejor a cambio. Ya lo vería. Seguramente no se negaría si metía su gran masculinidad entre sus piernas. Era solo cuestión de pensarlo un par de veces. Por suerte, había estudiado muy bien la vida de cada uno de los trabajadores de ese banco. Conocía sus nombres, sus casas, sus vidas, las personas que los rodeaban… todo… absolutamente. Lo único que no conocía… era a ella.

Y la recordó. Y no se detuvo. Al contrario. Siguió manejando al compás de lluvia que empezaba a caer de pronto. Un recuerdo más. Un ligero recuerdo de ella, ¿Por qué no la conocía? ¿Acaso no los había estudiado perfectamente a todos? ¿Por qué ella no? se le había escapado de una manera increíble. Otra vez, mojó sus labios con delicadeza. Estaba buena… no podía negarlo, ni lo haría, no lo haría nunca… le había llamado mucho la atención. De tan solo recordar ese precioso cu.lo que adornaba su cuerpo. Joder, le ponía muchísimo. Cerró los ojos y los volvió a abrir, tratando de no tensarse demasiado. Si lo hacía, tendría que parar a medio camino para hacer ciertas cosas… pensando en ella… y detuvo el auto. El primer semáforo de la calle se lo ordenaba. El parabrisas se llenó de varias gotas de aguas continuas. Justin bajó su ventanilla un poco, necesitaba sentir el aire fresco que la lluvia le ofrecía. Y así lo hizo. Topándose de pronto, con la silueta de una mujer que estaba a punto de cruzar la pista. Encendió los faros de su auto. Y puedo divisarla… era ella…

Tentation... (Primera temporada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora