Ese lunes Dimitri volvía a casa después de un agotador día lidiando con un accidente en la guardería. El hecho en sí no había sido la gran cosa, pero tener que explicarle a los padres que todo había sido un accidente y que los niños estaban bien, era cuestión aparte. Se había pasado gran parte de la tarde tratando de calmar a cada uno de los padres involucrados y a uno que otro curioso que no podía quedarse fuera. Al final del día, estaba muerto, cansado de lidiar con escoria humana, y para completar, en la entrada de su casa, lo esperaba Mike.
-Hablando de molestias insistentes -musitó Dimitri, sacando la llave de su casa.
-Llegas tarde -saludó Mike, levantándose de un salto-. Ya me estaba dando hambre.
Dimitri contuvo el aire y abrió la puerta. -MI casa -enfatizó- no es un restaurante, ¿sabes?
-Tienes razón -confirmó Mike, entrando detrás de Dimitri-. En los restaurantes, la comida se paga.
Dimitri le lanzó una mirada que auguraba un mar de dolor si no dejaba de bromear, y el pelirrojo sonrió apologético.
-Cálmate de una vez, sabes que hoy me toca pagar. -Mike se metió a la casa, sin pedir permiso y se tiró en el sofá.
-No entiendo qué haces aquí. -Dimitri suspiró, rendido ante la insistencia del pelirrojo-. ¿Acaso no es más cómodo estar en el departamento de Jonathan?
-Mmm... -Mike se lo pensó-. Pues sí, pero te extrañaba. -Sonrió con picardía-. Además... interponerse entre Marzia y Jonathan no es tan divertido después de un tiempo.
Mike lo había dicho con toda la intención de molestar a Dimitri y se deleitó con la reacción que provocó su comentario: ceño fruncido y la mandíbula tiesa.
-Así que se llevan bien -comentó Dimitri, tratando de mantenerse calmado.
-Más que bien -picó Mike. En teoría, no estaba mintiendo. Los dos se llevaban bien... Como cualquier par de buenos amigos.
Dimitri se sintió algo desilusionado al oír eso. Lanzó otro suspiro de derrota y se tiró en el sofá, al lado de Mike.
Mike lo estudió en silencio, esperando ver qué sucedía.
A decir verdad, Dimitri podía ser todo el niño bueno que quisiera, pero siempre llegaba a un punto en el que explotaba y tomaba lo que deseaba. Era como un vehículo de solo dos velocidades: pura paciencia o puro desenfreno que terminaba alejando a la otra parte.
«Y ese es el único defecto que tienes», pensó Mike, con algo de amargura. Se irguió un poco para acercarse a Dimitri y recostarse en su hombro.
-Verlos tan bien juntos me hace sentir solitario -admitió, mirando la reacción de Dimitri de reojo.
-Solo deberías unirte, ¿no? -Dimitri se relajó más en el sofá, pero tenía un deje melancólico que no le cayó bien a Mike.
-Pero... entonces, te quedarías solo y no quiero eso -bromeó, moviéndose hasta sentarse sobre las piernas de Dimitri-. Además, si le pongo un dedo encima a Jonathan, me ignorarás como ignoras a Marzia -clavó Mike, y Dimitri hizo una mueca.
-Hablaré con ella mañana... -prometió Dimitri, muy consciente de que estaba siendo infantil con la chica. Cerró los ojos y tiró la cabeza para descansarla en el respaldar del sofá.
-Y con Jonathan... -murmuró Mike, y las facciones de Dimitri se tornaron más dolorosas-. Te gusta Jonathan, ¿verdad?
Dimitri gruñó, incómodo con la pregunta.
Mike frunció los labios. «Ya ni siquiera lo niegas», pensó, sorprendentemente molesto por esa idea. -Entonces, haz algo al respecto -dijo, tajante y se levantó de golpe.
Dimitri siguió con los ojos cerrados e inmóvil hasta escuchar que la puerta principal se abría y cerrada, indicando que Mike se había ido. Tragó saliva. Había algo extraño en Mike y no sabía cómo lidiar con eso. Ni con Jonathan, ni con lo que sentía.
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Insecurity
Humor¿De dónde vienen nuestras inseguridades? ¿A dónde nos llevan? Jonathan estaba seguro de que aportar su granito de arena vociferando su opinión contra el matrimonio homosexual era lo correcto. Dimitri era un transeúnte más; un homosexual que disfruta...