CAPÍTULO XVI: OVERPROTECTIVE SISTER

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Sofía no era una persona de mente cerrada. O, al menos, no creía serlo. Más bien, mientras no se metieran con ella, todo estaba bien. Sin embargo, que esa persona que clamaba ser mujer viniera a manipular a su hermano de esa forma, que su hermano menor estuviera relacionado en cualquier forma con ese tipo de persona, no podía dejarlo pasar.

-¡Eso no lo voy a permitir! ¿Cómo puedes relacionarte con este... con esta... con esta cosa? -exclamó Sofía, muy enfadada.

Eso ofendió a Marzia, aunque estaba acostumbrada a ese tipo de comentarios. Se pegó aún más a Jonathan y le sacó la lengua a la mujer.

Sin embargo, Jonathan... ¡Jonathan estaba más que enfadado!

-¡Marzia no es una cosa! -gritó a todo pulmón- ¡Es una mujer hermosa, y es mi amiga! Sé lo que piensas. Piensas que me está engañando o algo parecido. -La señaló con un dedo tembloroso, y Sofía rodó los ojos-. ¡Porque tú estás convencida de que soy un idiota y todo el mundo se aprovecha de mí! Pues, te tengo noticias... -Dio un paso desafiante hacia su hermana y terminó-: ¡Yo también puedo hacer amigos!

-Eres un idiota -escupió Sofía, tratando de mantenerse firme.

-Vete - ordenó Jonathan, como si una represa muy débil estuviera conteniendo su ira.

Sofía soltó un suspiró y apretó los dientes. Le sorprendía ver a su hermano tan resuelto sobre un tema. Tal vez era idiota, pero nunca se había rebelado así. No sabía qué hacer, así que se decidió por una retirada estratégica.

Marzia, que había soltado a Jonathan desde que empezó a gritar, como si este estuviera en llamas, veía todo muy asombrada. Había visto a Jonathan de muchas formas, pero era la primera vez que lo veía enfadado.

-Jonathan, ¿estás bien? -preguntó, estirando una mano hacía él.

-Ya no aguanto más -exclamó Jonathan-. Esta es mi casa. La compré con mi dinero y ella no puede venir a decirme qué hacer con lo mío o... ¡Con mi vida! -Se marchó a cuarto, donde se encerró.

La chica se quedó en la sala. Al parecer, estaba en el medio de una tardía lucha de revolución e independencia.

-Bueno, si con eso mantengo un techo sobre mi cabeza... -resolvió Marzia, alejándose-. ¡Yeah, Girl Power! -exclamó despacito, con el puño arriba-. Debería hablar con Dimitri... -se dijo.

Llamó, pero su llamada pasó a correo de voz. Colgó y le envió un mensaje a Mike, para preguntarle si Dimitri aún seguía en la guardería.

«Te está ignorando», le respondió Mike, y Marzia no podía dejar que eso pasara.

Se pasó los siguientes veinte minutos llamando a Dimitri, hasta que al fin le contestó. Para ese entonces, Marzia ya había olvidado el motivo de su llamada.

-¡Al fin contestas! ¿Qué hubiera pasado si necesitaba ayuda? -le reprochó Marzia.

-Si necesitas algo, solo llama a Mike. -La voz de Dimitri sonaba cansada y distante.

-Pero yo quería decirte algo a ti, no a Mike -argumentó Marzia-. ¿Por qué eres así conmigo?

Dimitri no le contestó. Marzia escuchó crujidos y supo que Dimitri se estaba moviendo.

-¿Para qué llamaste? -evadió la pregunta de Marzia, con una frialdad que le causaba escalofríos.

-¡Que no seas así conmigo! -exigió la chica-. ¡Ah! Tardaste tanto en responder que ya olvidé lo que iba a decirte. Espera que lo recuerde...

Marzia escuchó un suspiro, y Dimitri habló.

-Entonces, llámame cuando lo recuerdes -le dijo y colgó el teléfono.

Marzia se quedó mirando el aparato, entre sorprendida y ofendida.

-Pero ¿qué diablos le pasa? - se preguntó.

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