CAPÍTULO XXVI: SOMETIMES WE CAN'T MAKE JOKES

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Dimitri recibía de madrugada una llamada, avisándole que Jonathan estaba en algún hotel de mala muerte, sin dinero, celular o ropa. Obviamente, no era la primera vez que recibía una llamada tan absurda como esa. Con su grupo de amigos, ya estaba acostumbrado a esas situaciones ridículas una o dos veces a la semana. La novedad era la persona que le avisaba que Jonathan estaba en problemas: Mike. Pudo haber tratado de hacer bromas y sonar normal, diciendo que le robaría la billetera para no perder la costumbre, pero Dimitri lo conocía. Algo muy serio había sucedido.

Se apresuró a llegar al hotel que Mike le había indicado y buscó la habitación de Jonathan. Tal como Mike había indicado, estaba abierta. En la cama, sin ropa y desparramado sin son ni ton, estaba Jonathan. Parecía dormido, pero cuando Dimitri se acercó, se movió y abrió los ojos.

-¿Dimitri? -se forzó a preguntar, con la voz adormilada y los ojos nublados-. ¿Dónde está Mike?

-No lo sé. -Observó detenidamente a Jonathan, buscando cualquier señal de un golpe o forcejeo, pero no encontró nada-. Me pidió que viniera a buscarte. ¿Fue él quién te trajo aquí?

Jonathan bostezó y se sentó en la cama. Clavó sus ojos en Dimitri y le sonrió dulcemente.

-Dijo que tomé su bebida y que por eso lo iba a pagar. -Gateó hasta llegar junto a Dimitri y lo abrazó-. Le dije que se llevara mi billetera. Es lo justo, ¿no?

Dimitri lanzó un suspiro y sujetó a Jonathan por la cintura, porque estaba por caerse. El pobre diablo se había bajado una de las bebidas de Mike. Eso lo explicaba todo.

-¿Mike te hizo algo? -preguntó, y Jonathan asintió con la cabeza, ocultando el rostro en el cuello de Dimitri-. ¿Qué te hizo? -volvió a preguntar, tratando de calmar su rabia. No podía creer que Mike pudiera haberlo tocado en ese estado.

Entonces, Jonathan lo sacó de sus cabales besándolo con torpeza apasionada, con demasiada lengua y saliva como para ser sexy.

-Y luego me dejó caer y se fue -terminó de explicar Jonathan, dejándose caer en la cama en toda su gloriosa desnudez.

Dimitri trató de hacerle más preguntas, pero Jonathan estaba cada vez más cansado y sus respuestas tenían menos y menos sentido. Finalmente, se quedó dormido. Al menos, Dimitri ya tenía el panorama completo de lo que había sucedido y solo quedaba esperar a ver qué haría Mike.

Después de esa noche, Mike desapareció del mapa. No volvió a aparecer por el departamento de Jonathan, ni a dejarse caer en las noches por casa de Dimitri. Nada de mensajes ni llamadas. Nada.

Jonathan se sentía culpable. Recordaba poco de esa noche, lo cual era peor, porque llenaba los huecos en su memoria con más culpa. Dimitri tenía una idea de lo que había pasado, pero le costaba encontrar tiempo para ir a buscar a Mike y hablar como era debido.

Después de toda una semana, llena de llamadas de un confundido Jonathan y quejas de parte de Marzia, porque ese "maldito depravado" estaba lastimando a su bebé, Dimitri decidió tomar cartas en el asunto ese fin de semana.

Bueno, lo intentó. Era obvio que, considerando los hábitos de Mike, debía buscarle el sábado en la noche en su antro preferido. Jonathan se le unió, porque estaba preocupado con su amigo y quería hablarle. Ahora bien, nadie le había explicado a Jonathan que también tenía cosas que hablar con Dimitri. Así que, mientras se hallaban en medio de un bar abarrotado, sin encontrar a Mike, descubrió que tenía mucho por resolver.

-Jonathan... -le llamó Dimitri.

Estaban pegados, ya que Dimitri le rodeaba la cintura a Jonathan para que no se alejara. Jonathan levantó la mirada de su vaso. Tenía las mejillas rojas, y Dimitri suspiró. Ese idiota no acababa de entender que no sabía beber. Le quitó el vaso y se lo terminó, a pesar de los reclamos de Jonathan.

-Salgamos un rato -le dijo al oído y lo llevó al exterior, donde todo estaba tranquilo y oscuro.

-Dimitri... -llamó Jonathan, confundido.

-Tenemos que hablar. -La voz de Dimitri sonaba severa, aunque trató de evitarlo. Quería que fuera una conversación casual.

Pero Jonathan pilló el tono enseguida y se puso incómodo. No habían tenido más que un par de citas -unas siete en total-, pero siempre que le decían eso, todo terminaba mal.

-No lo creo. No tengo ningún tema de conversación importante -trató de zafarse.

A Dimitri le pareció encantador su intento infantil, pero había cosas que no podían dejarse para luego.

-Besaste a Mike -le espetó de golpe, pero logró hacerlo con voz más suave-. No... No te lo estoy reprochando -le aseguró.

Jonathan no dijo nada, solo bajó la cabeza.

-¿Es por eso que Mike no me habla?

-Mike te drogó y casi tomó ventaja de ti esa noche. ¿Entiendes eso? -le explicó de frente, porque con Jonathan, andarse con rodeos era fútil.

El chico de lentes suspiró. Sí, lo entendía. Pudo haber sido muy malo, pero...

-Mike es Mike. Sé que no... -Tragó saliva-. Al final, no lo hizo, ¿verdad? -No podía recordarlo, pero confiaba en Mike. Había llamado a Dimitri, al fin de cuentas.

-No, te hubieras dado cuenta si algo así sucedía -le aseguró, con una sonrisa.

-Entonces, ¿por qué no vuelve? -preguntó con pena.

Dimitri no le contestó, aunque sabía la respuesta.

-Quiero mucho a Mike y a Marzia. -Jonathan se sonrojó un poco y agregó-: Y a ti... Me gusta cuando estamos juntos porque son los mejores amigos que he tenido. -Se recostó contra una pared cercana, y Dimitri apretó el puño. Esa pared no se veía nada limpia-. No quiero que esto termine. Quiero que Mike vuelva -admitió, y Dimitri lanzó un suspiro.

Se acercó a él y levantó su rostro para besarlo en los labios, con mucha ternura y delicadeza. A él también le gustaban las cosas tal y como eran antes, y para mantener eso, había que hacer algunos sacrificios.

-Volverá, no te preocupes -murmuró sobre sus labios, antes de robarle un último beso-. Vamos, te llevaré a casa

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