Ese viernes, en vez de salir o pasar la tarde en la casa de Dimitri, hubo un acuerdo tácito de reubicarse en el espacioso y elegante departamento de Jonathan. Sin embargo, solo estaban tres de los miembros, porque el cuarto mosquetero aún se encontraba ausente. Mike tenía la ligera sensación de que Dimitri no aparecería por allí esa noche.
Mike, Marzia y Jonathan se hallaban en la sala, esperando que llegaran las pizzas. Ni Jonathan ni Marzia deseaban volver a poner en peligro el departamento -y el edificio- con las habilidades culinarias de la chica. La televisión estaba encendida en una película vieja y aburrida que seguro sería la favorita de Dimitri, pero ninguno la estaba viendo. Marzia y Jonathan no dejaban de quedarse de Sofía y su constante atosigamiento.
-¡Esa enana me tiene harta! -se quejó Marzia-. Con su vocecita de chihuahua histérica y sus ropas de tercera categoría... -Se llevó una mano a la frente, para más dramatismo-. Sería preciosa con un poco de asesoramiento en estilo.
-Ella siempre fue así. Cree que por ser la mayor tiene que controlarlo todo -seguía Jonathan, con el ceño fruncido y los brazos cruzados-. Me tiene harto.
Mike soltó una risita discreta. Jonathan se veía como un adolescente que se quejaba de unos padres controladores. Con el nuevo peinado y las ropas que Marzia le había escogido, se veía mejor, pero seguía siendo el mismo por dentro.
-Suena a que está algo obsesionada contigo -bromeó Mike, tratando de que no fuera obvio que solo esperaba ver la reacción del par.
-¿Eh? -Jonathan no entendió, pero Marzia sí.
Con la boca en forma de una O perfecta, exclamó y le tapó los oídos a Jonathan.
-No te atrevas a implicar algo tan sucio delante del niño -reclamó ella-. ¡Son hermanos!
-Bueno... -Jonathan se libró del agarre de Marzia, puesto que había escuchado todo-. Es hija de mis tíos, no de mis padres. La adoptaron cuando yo tenía dos años...
Marzia volvió a exclamar boquiabierta y se tapó la boca con la mano. Miró a Mike, que ya no ocultaba su sonrisa sardina.
-Entre primos, ya no esta tan mal... -murmuró el pelirrojo, y las lágrimas se agolparon en los ojos de Marzia.
-¡Noooo! -lloriqueó la chica, aplastando a Jonathan contra su pecho en un abrazo que rebosaba de cariño-. ¡Jonathan es mío!
-¿Ah, sí? A ver -desafió Mike, prestándole toda la atención al par de compañeros de casa.
Marzia miró confundida a Mike. No entendía qué pretendía, pero le molestaba esa sonrisita de satisfacción que tenía el pelirrojo. Infló los cachetes. ¡No había reto que ella rehusara! Tomó el rostro de Jonathan entre sus manos y lo miró directo a los ojos.
-Sabes que te quiero, ¿verdad? -le preguntó la chica.
Jonathan, sin poder mover la cabeza, movió los ojos de izquierda a derecha, buscando una explicación a lo que sucedía. Decidió asentir, porque de verdad creía que Marzia lo estimaba.
Marzia sonrió por la respuesta y se inclinó para besarlo. Besarlo como nunca antes lo habían besado.
Jonathan estaba sorprendido, pero comenzaba a agarrarle la onda a los besos sorpresa. Además, se sentía bien besar a una chica bonita como Marzia. Se dejó llevar y de alguna forma, terminó de espaldas sobre el sofá con Marzia sobre él, robándole la vida a besos.
Pero algo no se sentía bien y, por suerte, Marzia también lo notó.
La rubia se irguió, acomodándose sobre sus caderas, pero con una expresión de angustia en el rostro.
-No siento nada -confesó, con pavor-. De hecho, se siente raro -hizo un gesto y miró a Mike.
-Gracias -dijo Jonathan, sintiendo su ego un tanto herido, a pesar de que compartía esa opinión. Se sentía raro, pero no era necesario decirlo.
Mike se rio, leyendo la desilusión en el rostro de Jonathan.
-Pero, Jonathan, yo te adoro. -Marzia volvió a inclinarse para darle un beso en la frente-. No puedo soportar la idea de que alguien te haga daño o te aleje de mí.
Jonathan se irguió, sosteniéndose con los codos. -Eso parece algo que diría Sofía -confesó en voz baja.
Marzia volvió a quedarse boquiabierta. Eso la ofendía un poco.
-Tiene sentido -los interrumpió Mike-. Eso que describes suena a amor maternal. Así que... -Se levantó para estirarse-, en cierta forma, Jonathan te hizo más mujer.
La expresión de ofensa de Marzia cambió a una de puro éxtasis al oír eso. -¡Mi bebé! -exclamó y se lanzó a sofocar a su hijo hipotético con sus abrazos maternales.
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Insecurity
Mizah¿De dónde vienen nuestras inseguridades? ¿A dónde nos llevan? Jonathan estaba seguro de que aportar su granito de arena vociferando su opinión contra el matrimonio homosexual era lo correcto. Dimitri era un transeúnte más; un homosexual que disfruta...