CAPÍTULO XII: THE TRIALS OF LOOKING TOO GOOD

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Jonathan, como dedicado oficinista que era, no se tomaba muchos días libres. Si lo hacía, debía ser por razones muy valederas; como el día que fue a la protesta donde conoció a Dimitri. En definitiva , no se tomaba días libres para ir a comprar ropa, y mucho menos, acompañado de una bella mujer como Marzia.

Sin embargo, muchas cosas habían cambiado desde el día de la protesta. Y después del fiasco con la prostituta y su ropa, Jonathan estaba decidido a cambiar su estilo.

Marzia, adorable como ella sola, se había ofrecido a ayudarlo porque también tenía libre ese día. Así fue cómo llegó a estar delante de una lujosa tienda de ropa masculina, con Marzia sujeta a su brazo.

-No te lo tomes a mal, Johnny querido, pero no solo es muy caro, sino bastante impráctico. Está bien que quieras verte elegante, pero... -comentó Marzia, hablando contra su oído.

Jonathan, que trataba de ignorar el hecho de que los pechos de Marzia se sentían muy suaves apretados contra su brazo, con esos labios hablándole al oído, ya no pudo y se sonrojó. Bajó la mirada al suelo, como un adolescente abochornado.

-Voy al trabajo todos los días -trató de explicar, en un susurro-, y solo puedo usar trajes en el edificio. -Señaló un cartel en la tienda-. Hoy tienen descuentos.

Marzia se sonrió. Jonathan era adorable, pero un lugar como ese, con descuentos y todo, solo era accesible para gente con otro tipo de vida. «Bueno, será muy divertido verlo todo avergonzado cuando no pueda pagar su cuenta», pensó Marzia antes de que entraran a la tienda.

De inmediato, las tres trabajadoras del local se dieron vuelta para mirarlos con algo de recelo. Marzia debió anticipar que eso pasaría. No mucha gente en la ciudad era tan amable como Jonathan con personas como ella. Vio que las mujeres hablaban entre sí, y cuando una de ella se erguía para acercárseles, Marzia se pegó más a Jonathan.

-Tal vez, debamos irnos -le sugirió, ya que, dentro de todo, no quería que el chico pasara un mal rato por su culpa.

-¿Eh? ¿Por qué? -preguntó Jonathan.

-Esta es una mala idea, por eso -le respondió Marzia, tirando de su brazo hacia la puerta.

Pero Jonathan no quería irse, y mientras forcejeaban, la vendedora llegó junto a ellos.

-Señores, esta es una tienda de ropa especializada en caballeros refinados... -comenzó ella, mirando a Marzia de pies a cabeza, sin ocultar para nada que estaba a un paso de llamar a seguridad para sacarlos del recinto.

Marzia se sintió incómoda bajo esa mirada y, si no fuera por Jonathan, ya se hubiera lanzado a arrancarle esas horribles extensiones mal puestas.

-¡Exacto! -respondió Jonathan-. Por eso vine aquí. Marzia me ayudará a elegir algo de buen gusto. -Le sonrió a Marzia.

De repente, Marzia ya no se sentía tan incómoda. Lanzó sus brazos alrededor del cuello de Jonathan. -Haré lo mejor que pueda, querido -respondió, con la voz más empalagosa de su arsenal, y le guiñó el ojo a la chica-. Estos new rich son excelentes.

-Necesito cambiar todo mi guardarropa de trabajo -informó Jonathan-. Deseo empezar viendo los trajes en oferta.

La mujer miró a la pareja, tratando de decidir si estaban bromeando o no. Por un lado, no le gustaba la idea de que su prestigiosa tienda fuera invadida por alguien como Marzia. Por otro lado, Jonathan podría ser un nuevo millonario ansioso de gastar, lo que supondría una venta millonaria, con una comisión acorde para ella.

-O mejor vamos a la tienda de enfrente -sugirió Marzia-. Capaz tengan un mejor servicio...

Y, antes de que Jonathan respondiera, la vena comerciante de la mujer se disparó. -Lamento si los incomodé de alguna forma. Como disculpa, déjeme ofrecerle el servicio de sastrería a medida a cuenta de la casa. Haremos que cualquier traje que le interese, le quede a la medida.

La mujer se dio vuelta y los guió al fondo.

Jonathan y Marzia intercambiaron una mirada a sus espaldas y se sonrieron. Habían ganado una.

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