Capítulo 31 (II):

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El metre nos llevó hasta nuestra mesa. Estaba un poco apartada del bullicio de la gente, que disfrutaba de una gran cena en aquel maravilloso restaurante. Desde la mesa se podía observar la orilla del Hudson por un ventanal que ocupaba la pared en su totalidad. Era precioso ver como la luz de las farolas se reflejaba en el agua, y muy romantico. Pedimos algo de vino y carne para cenar. Nos pasamos gran parte de esta hablando de cosas sin importancia, comiendo, bebiendo vino y observando el río.

-Álex, quería darte las gracias.- Dijo antes de tomar la copa entre sus manos y beber algo de vino. Fruncí el ceño.
-¿Por qué?- Subí un poco las mangas de mi americana dejando ver parte de mis tatuajes en el brazo izquierdo. Ella se encogió de hombros.
-Por llegar y poner mi mundo patas arriba, por venirte a vivir a Los Ángeles. Yo jamás pensé que me enamoraría de una mujer, pero llegaste tú y me hiciste sentir cosas que ningún hombre pudo.- Sonreí ampliamente tras esa respuesta que para nada esperaba. Apoyé mis brazos en la mesa para estar mas cerca de ella y la besé en los labios. Algunos miraban con desaprobación, otros se limitaban a estar a lo suyo, y otros nos miraban sonriendo. Tras el beso me volví a sentar bien y seguimos disfrutando de la cena.

* * *

Me encontraba sentada en la cama, con la espalda en el cabecero y Lisa sentada en mis muslos con una pierna a cada lado. Junté sus labios con los míos. El beso comenzó lento, disfrutando de este. Abrí un poco mis labios dando paso a su lengua. Ella hizo lo mismo, por lo que el beso empezó a ser cada vez más húmedo y desesperado. Tras quedarnos sin aire dejé pequeños besos, mordidas y lametones en su cuello. Haciendo lo mismo con su clavícula y el lóbulo de su oreja. El ambiente se empezó a calentar ya que Lisa soltaba pequeños gruñidos.

-¿Estás segura de que quieres hacerlo?- Paré y le pregunté.
-Claro que quiero, pero es mi...- Se frenó en seco y yo asentí para que continuara.-Es mi primera vez.
-Tranquila, confía en mí.
-Está bien.- Cuando terminó la frase bajé la cremallera de su vestido, dejándome ver, que para mi sorpresa no llevaba sujetador. Se tumbó en la cama y yo quede sobre ella con las piernas a ambos lados de su cuerpo. Yo recorrí su cuerpo con besos húmedos hasta llegar a la fina tela que cubría su feminidad. Mientras, me quitó la camisa y el pantalón para quedar a partes iguales. Acaricié sus muslos con mis labios y me deshice de sus bragas, ella hizo lo mismo con las mías. Mi lengua recorrió su feminidad largo rato, observando como se estremecía de placer y como sus gemidos eran cada vez más sonoros.
-Si quieres que pare tan solo dímelo ¿vale?- Asintió. Coloqué uno de mis dedos en su entrada y lo introducí poco a poco. Ella soltó un pequeño gemido. No moví mi dedo para que se acostumbrara, hasta que sentí que lo hizo y comencé a moverlo. Al principio lento, pero luego metí otro de mis dedos y los moví cada vez más rápido, haciendo que sus gemidos aumentaran su sonoridad cada vez más. Sentí como sus paredes vaginales se contraían. Llegó al orgasmo. Dejé mis dedos en su interior unos minutos y los saqué. Lisa estaba exhausta tras el esfuerzo y se colocó de lado. Me tumbé a su izquierda y la abracé, acariciando su brazo. En un momento sentí su respiración fuerte, se había quedado completamente dormida. Nos arropé con el edredón y la abracé, durmiéndome así abrazada a ella.

Te quiero, ¿sabías? (Lisa Cimorelli)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora