Cap 9: borrachera simulada.

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Un par de días después, tuvimos la grabación de la cuarta gala. Sinceramente no tengo mucho que destacar, salvo que ganó Pablo con una buenísima actuación y que yo no perdí que, como sabéis, es a lo que aspiro.

Ah, sí, una cosa más. En mi actuación casi derrumbo todo el plató. Qué espectáculo monté, señor. Pero bueno, nadie salió herido. Creo.

Luego, como siempre, recogimos todas nuestras cosas y volvimos al hotel a cenar. Ésta vez fue Pablo quién, por haber ganado, invitó a la primera ronda. Las otras dos se las pagó cada uno. Por una parte quiero ganar para poder donar pero... El tener que pagar la ronda da mucha pereza, oye. Cada vez me parezco más a Anna Simon.

Hum... Hablando de ella. El café del viernes sigue pendiente. Y yo no sé cómo comportarme en la situación. Claramente normal. Pero no. Puf, qué lío. Será mejor que hable con Silvia de esto mañana, que hoy me da a mí que no se va a mantener en pie; acaba de pedir la cuarta ronda. Que dé gracias a que soy tan simpática de llevarla a su cama sana y salva.

Y luego está Ruth, con la cual no he comentado el tema en cuestión. No es que no haya hablado con ella, sino que lo he hecho y se ha comportado como si nada. Ella estaba tan radiante y alegre como cada día. Ojalá tuviera yo esa vitalidad; llevo apenas un mes y ya estoy para el arrastre. No sé cómo aguantaré hasta el final de la edición.

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Tal y como había comentado, tras las rondas de alcohol, cada uno a su cama, rutina de los miércoles. Yo llevaba a Silvia cogida de la mano para evitar que diera más pasos de los necesarios. Al llegar a las habitaciones nos despedimos y yo entré con Silvia a su cuarto para ayudarla. Viendo que la pobre no podía ni quitarse la camiseta, la ayudé también a desvestirse y a ponerse el pijama. Menos mal que nos conocíamos de hace mucho y había confianza. Aparte de que no es nada que no haya visto ya. Y no me seáis malpensados.

No fue hasta que prácticamente la acosté y tapé yo sola que me di cuenta de su treta.

-- Lo que tengo que hacer por ti no lo hace nadie-- murmuré tras terminar de taparla.

-- ¿Y mi beso de buenas noches?-- pidió agarrando mi brazo cuando veía que me marchaba.

Yo suspiré, me acerqué a ella y besé su frente con cariño.

-- Buenas noches, Silvia.

-- Eso no es un beso, Ana-- se quejó.

-- No sé qué pretendes que... Un momento. ¿Se puede saber por qué ya no pareces estar borracha?-

Ella simplemente sonrió de oreja a oreja.

-- Silvia Abril. Te mato.

-- No eres capaz, cariño. Me quieres demasiado-- en el fondo tenía razón. La quiero como a pocas personas en este mundo. Pero me la había jugado bien jugada así que, cuando intentó sentarme a su lado yo me retiré y le di la espalda.

Entonces oí como las sábanas de la cama se movían y acto seguido noté el cuerpo de la morena abrazarme por la espalda. Aún recuerdo cuando un abrazo así era lo que mas anhelaba. Mucho tiempo ha pasado desde entonces. Pero la sensación que siento es exactamente la misma.

-- Lo siento. Ya sabes que soy muy perezosa. Y quería que vinieras a mi cuarto-- confesó contra mi cuello. No pude evitar temblar un par de segundos.

Rápidamente me di la vuelta aún enredada en sus brazos y la miré a la cara. Chocando mi dedo índice contra su nariz hablé.

-- No hace falta montar numerito alguno para que consigas que venga; con pedirlo es suficiente. Y lo sabes. Pero bueno, dime, ¿qué quieres?

-- Cuando estés en la cama a mi lado con el pijama puesto, hablamos-- sonrió soltándome.

Sonreí también negando con la cabeza. Qué mujer.

--De acuerdo. Dame 5 minutos que me ponga el pijama y vaya al aseo.

-- ¿No necesitas ayuda con la ropa?-- preguntó tan pervertida como siempre.

-- ¡NO!-- respondí rotundamente antes de salir por la puerta a mi cuarto, sin evitar ponerme colorada.

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Cumpliendo mi palabra, a los 5 minutos estaba de regreso en el cuarto de Silvia. Me acosté con ella y me preguntó qué tal el regreso a zapeando. Le conté todo lo que había pasado, la fiesta sorpresa, lo rica que estaba la comida, la conversación con Cristina y la vuelta en coche a casa y quedada con Anna.

Silvia asintió atentamente a todo y luego vino su ronda de preguntas, junto a mi ronda de respuestas.

-- ¿Crees que es posible que me inviten a comer en el restaurante?

-- Por tu cumpleaños lo mismo sí.

-- ¿Seguro que Irene tiene novio? Te toca bastante.

-- Siguiente pregunta, por favor-- no pude evitar rodar los ojos.

-- De Ruth hablaremos luego. Primero he de preguntar el por qué de la quedada del viernes. No te recrimino ni nada, solo me ha sorprendido. Tanto que ella te invitase como que tu aceptarás. Aunque si quieres su amistad a pesar de todo, te entiendo.

-- Bueno... Es como dices ¿no? El pasado siempre va a estar ahí entre nosotras pero no quiero que haya malos rollos entre nosotras ni en el grupo. Y, si puedo al menos evitar la tensión claramente notable o algún comentario indebido, lo haré, seré su amiga. Yo, si te soy sincera, antes de que empezáramos, tenía miedo de que esto pasara, no quería perderla como amiga si pasaba algo, pero no pude evitar amarla. Al igual que tampoco pude evitar que pasara lo que pasó-- intenté explicarme recordando el pasado pero, pensaba que no era suficiente.

-- Bueno, lo que pasó no fue culpa tuya, eso que lo sepas-- me tranquilizó Silvia como solo ella sabía hacer.-- Y no me hace mucha gracia que ella siga ahí queriendo estar contigo. No me malintérpretes, Ana, no es que no quiera que la veas; no soy quién para decirte eso, pero no quiero que pueda pasar algo otra vez.

-- Silvia, gracias-- agradecí sinceramente.

-- No hay de qué mujer. Te prometí estar siempre a tu lado hace muchos años y mírame, soy una mujer de palabra. Y ahora háblame de lo de Ruth. ¿No te ha dicho nada del beso?-- me alegré del cambio de tema, la verdad; aún no estaba cómoda hablando tanto de la rubia. Ni siquiera con ella.

-- No, nada. Y creo que eso es bueno. Osea, me trata como siempre y no ha habido ningún cambio. Lo mismo le dimos envidia por nuestro beso y quiso uno-- sugerí al azar.

-- Es posible. Ruth es una persona muy cariñosa y no me extrañaría que fuera una muestra de cariño. Así que no te preocupes, ella no va a mirarte de otra manera de la que lo hace siempre: con cariño, respeto y amor.

-- Silvia. ¿Te he dicho ya que te quiero?

-- Muchas veces. Pero no las suficientes.

-- Te quiero. Y gracias de nuevo.

-- Vuelve a darme las gracias y duermes en el suelo.

-- No te atreves; sabes que quieres dormir abrazada a mí.

-- Cierto. Y ahora vamos a hacerlo-- dicho y hecho. Se abrazó a mí tras apagar la luz y me dio las buenas noches. Mañana sería otro día.

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El día siguiente estaba repleto de ensayo de nuevo. Hoy tenía que prepararme para el miércoles que viene a Blondie. Qué me puede gustar Blondie. Imaginad mi alegría y más aún cuando supe que la canción era "Heart Of Glass", de mis favoritas. Sí que es verdad que yo prefiero cantar alguna más rock a ser posible, pero estaba tan contenta con el grupo, que se me pasó.

Los tonos eran bastante agudos, casi tenía que hacer falsete. Y ahí el problema, tenía que llegar sin pasarme. Es mucho más difícil que cuando tú la cantas en tu casa totalmente desafinada.

Esa misma tarde volví a hablar con Ruth, como ya pasaba antes, la murciana se comportaba con siempre e incluso me invitó a un café en un descanso conjunto. Cada vez me gustaba más hablar con ella y estar a su lado.

No sabría decirte por qué ahora mismo. Solo pido que esté a mi lado mucho tiempo.

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