Epílogo. La historia.

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*Varios meses después.*

*Punto de vista de nadie.*

-- ¡SIMON!

La susodicha pegó un gran respingo saliendo de sus pensamientos y mirando al par de personas con las que compartía espacio, quienes no tenían buena cara debido a que no era la primera vez que habían tenido que sacar a la rubia de las nubes.

-- Perdonad, estoy nerviosa y suelo meterme en mi mundo-- se disculpó la catalana sinceramente a sus acompañantes.

-- Lo sabemos. No es la primera vez que hemos tenido que sacarte de él esta mañana-- habló el presentador anciano del programa.

-- Anna, tranquila. Todo va a salir bien, ya lo verás-- la tranquilizó, o al menos lo intentó, Irene colocando sus manos en los brazos de la rubia haciendo que no se moviera tanto.

-- Pero, ¿y si...?

-- Nada de "peros" ni de "y si". Relájate. Todo está bien-- la cortó de nuevo Irene apretándole más fuerte los brazos.

-- Vamo a calmarno-- interrumpió Frank haciendo la pose.

Irene rodó los ojos, pero Anna sonrió un poco y relajó un poco sus brazos, cosa que no pasó desapercibida por la morena.

-- Voy a ver cómo les está yendo al par de dos con la Morgade. Vosotras deberíais ir a la sala a relajaos un poco. No queremos ningún incidente-- volvió a hablar el Señor Mayor y, acto seguido, se perdió por uno de los muchos pasillos.

Irene sonrió a Anna y, cogiéndola de la muñeca, la guió hasta una pequeña sala, donde hablaron de temas varios intentando despejar la mente de la rubia.

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-- NO ME HACE CASOOO Y YO ME MUERO POR SU AMOR. SENTIR SU CUERPOoOo~...

-- Cristina, Cristina. Ya, cariño. Ya pasó.

-- Pero, Miki, que acabo de empezar-- se quejaba la más joven haciendo pucheros.

-- Por eso mismo. Cuanto antes pares, mejor-- nada más terminar Miki de decirlo, la muchacha le dio un golpe en el hombro y se hizo la ofendida.

Una morena con gafas, por su parte, miraba sonriendo la situación. Al darse cuenta de ella, ambos la miraron.

-- Ana, dile que no canto tan mal. Porque no lo hago, ¿verdad?

-- Eh... Tienes una voz peculiar-- contestó temerosa la morena.

Cristina simplemente se encogió de hombros y se lo tomó como un cumplido. Luego se sentó a su lado y la abrazó cual koala. Ana, en vez de preguntar por qué, la abrazó de nuevo, hoy estaba más feliz de lo normal.

No fue hasta que oyeron una voz en la puerta que se separaron mínimamente para mirar a ella.

-- Buenas, equipo. ¿Hace mucho que habéis llegado?-- los saludó Frank.

-- Un rato-- contestó Miki-- ¿han llegado ya Irene y Anna?

-- Sí, están en la otra sala.

-- Pues no sé a qué esperamos-- saltó Cristina levantándose ella, y a Ana en el proceso y, aún con sus brazos alrededor de la otra, empezó a andar.

-- Cristina, despacio, que nos matamos-- la intentaba frenar, sin éxito.

Cuando estuvo seguro de que no los oían, Miki preguntó.

-- ¿Anna está muy nerviosa?

-- No lo sabes tú bien. Dice que lleva tres tilas y nada. Irene estaba intentando despejarla un poco-- explicó el Señor Mayor.

Segundas oportunidades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora