Capítulo 1

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Sarah

El cielo estaba teñido de negro, y la luna era la única luz que alumbraba el jardín. Casi no había estrellas y las pocas que había apenas brillaban.

Hacía frío, mucho frío. El silencio reinaba y lo único que me acompañaba esa noche eran las sombras.

No sabía qué estaba haciendo ahí.

Una figura empezó a salir de entre las sombras y en el instante que la tenue luz de la luna alumbró su rostro, mi corazón se detuvo.

El dolor, los recuerdos, y el vacío desaparecieron cuando lo vi.

Corrí hacía a él y sus fuertes brazos me envolvieron. Unos brazos que habían dejado de hacerlo hace mucho tiempo, así que me apreté aún más contra él. Su aroma, ese aroma que formaba parte de él me inundó. Y luego empecé a hablar entre sollozos...

— No tenías que haber muerto, ¡¿Por qué me dejaste sola?! ¡¿Por qué nos dejaste?! –dije apenas con un hilo de voz.

—Mírame Sarah—habló.

Lo hice y el dolor en el pecho fue más agudo.

—No te deje sola, cariño. —Siempre estoy contigo...

—No...¡Te fuiste! —reproche, con lágrimas en los ojos.

Había dolor y tristeza en los ojos de Colton. Y yo sabía que era por verme así.

<<Pero él no podía hacer nada. Porque estaba muerto. >>

—Lo siento, Sarah. —A veces las cosas tienen que ser...—pero no término la frase. —Fue como fue...

—Fue demasiado tarde.

—Todo pudo haber sido diferente, y no sé cómo dejar de vivir con eso.

—Sí puedes, Sarah.

—No es lo mismo, éramos los tres, maldita sea!

—Y siempre seremos los tres. —Sólo porque no esté no significa que estén solos.

Sus brazos ya no me envolvían, ahora estaba lejos, lejos de mí, otra vez...

No— ¡No me vuelvas a dejar! —Grité— ¡No te atrevas!

— ¡No me hagas esto, Colt!

—Recuérdalo, siempre...

Y con eso la oscuridad empezó a consumir todo, junto con él. Mi llanto se hacía cada vez más fuerte. Había perdido el control, dolía demasiado, todo estaba ahí otra vez...

— ¡Sarah, despierta!—escuche decir a Scott.

Abrí los ojos y ahí estaba, Scott, cómo cada vez que tenía un sueño de esos. Si no hubiese sido por él, aquello no pararía. Porque nunca podía despertarme sola, se sentía tan real que yo simplemente no caía en que era un sueño, y sólo me seguía sumergiendo en esos sentimientos.

—Scott—susurré...

—Lo sé nena, lo sé. —No hizo falta decir más, se tumbó a mi lado y me abrazó. —Tienes que parar Sarah. Ya no puedes seguir así. –dijo plantándome un beso en la sien.

—Yo también lo extraño, sabes. Pero ya no duele, no como antes. —Tienes que hacerlo, nena...

—Tienes que dejarlo ir.

—No puedo, Scott. Siento que si lo hago...

—Se va a volver más real—termina mi frase.

—No nena, solo va dolor menos. Sé que no quieres hacerlo porque tienes miedo de que duela peor, y también porque no quieres despedirte. —Pero no tienes que hacerlo, solo tienes que decirle todo lo que no pudiste...

—No sé cómo hacerlo...No tengo las fuerzas, ni el valor...

—Ya las van a encontrar, nena. —Ya lo harás...

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