Capítulo 11

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Ian

Cuando me percaté de la ausencia de Sarah lo primero que pensé fue en un: acto de indomabilidad. Una estupida rebeldía. Sarah no era de las que cedía tan fácilmente a algo y eso lo sabía de sobra. Quizás por eso me sentía a tal duelo con ella. En un juego de autoridad, de mandó. De poder. Esa era la única razón por la que había vuelto por ella. Por haber desafiado mi palabra. Pero cuando volví ella no esta en ningún maldito lado. Ahí fue cuando puse en cuestionamiento mis arrogantes pensamientos.

Después de inspeccionar a cada maldita persona en el lugar...con ningún éxito obtenido, opté por buscarla por rincones más vacíos. Fue ahí cuando la visualice de lejos, sosteniéndose de pie, aferrándose a la pared detrás de ella, y con sangre derramándose por su cara. El corazón me golpeó violentamente en el pecho y un torrente de emociones se paseó por todo mi cuerpo. La mayoría de mal calibre. Sólo sentí como se tensó mi mandíbula y el momento que apreté tanto los dientes que el dolor que sentí fue: nada. Y de un momento a otro estaba corriendo.

La atrapé en mis brazos antes de que cayera. La chica que yacía en mis brazos estaba frágil y herida. Encontraría a quiera que le hubiera hecho esto, y no pensaba tener misericordia. Si alguien la lastimaría no sería de estar forma. <<Existen formas menos físicas. >> me recordó la parte oscura de mi ser.

Nos lleve hasta el aparcamiento y la recosté en la parte de atrás de mi auto. La llevaría al único lugar que conocía.

Mi apartamento.

Nos conduje hasta él y llegados ahí me ocupé de ella; limpiando todo rastro de algún daño. Yacía entre las sombras de mi habitación y la tenue luz de la noche. Me quedé parado en el marco de la puerta, observándola como un complemento acosador acechando a su presa. Incluso dormida podía leer su lenguaje corporal. Un estado sosegado pero alerta. —Estaba rompiendo todas mis reglas, todas mis precauciones y aún así no podía dejarme llevar, tenía que mantener la cabeza fría. Ser indiferente en todo lo que significa serlo. Tenía un objetivo y planeaba cumplirlo.

Me quite casi a regañadientes de ahí y me dirigí a la sala. Deslice mi camisa por encima de mis hombros , me quite los pantalones y me tiré al sofá. Deje que la oscuridad me consumiera en un sueño.

La luz del día me baño el rostro despertándome de pronto. No pasaban de las nueve de la mañana. Me incorporé, me coloqué los pantalones sin molestarme por abrocharlos y me dirigí a la cocina, me serví una taza de café y salí al balcón. El aire fresco golpeó contra mi cuerpo desnudo del torso para arriba y un pequeño escalofrío se recorrió por mi espina dorsal. Le di un sorbo a mi café y cogí los cigarros que guardaba en mis bolsillos. Tome uno entre mis manos, lo encendí y le di una buena calada. La ciudad por debajo de mí cobraba vida con cada minuto que pasaba. Y yo despertaba al compás. El pensamiento de Sarah y a eso sumándole que estaba tan solo a unos metros de distancia me inquietaba a la vez que me ponía ansioso. Al traerla aquí lo hice consciente de lo que me esperaría cuando despertase. Esa chica era verdaderamente obstinada. Y yo demasiado inflexible a eso. Y cómo si la hubiese llamado mentalmente; sentí a Sarah a mis espaldas y los ventanales de cristal abriéndose para dar paso a un temprano combate.

Antes de dijera nada abrí la boca.

—Haz despertado, me lo estaba temiendo.

Silencio.

¿Qué esta esperando?, Qué estoy esperando yo? Me volteé a mis espaldas para encontrarme con una Sarah cruzada de brazos y unos ojos amenazantes. Pero me fijé más en que aún recién levantada era un desastre caliente. Traté de no reírme con el pensamiento que acababa de tener. O en su defecto reírme y golpearme al mismo tiempo.

—¿Asumo que quieres una explicación?— dije centrando mi atención.

—No. Quiero saber por que me trajiste aquí. Contigo.

—¿Entonces tú ataque salido de la nada y que te haya salvado no es primordial? ¿Y, ni siquiera un gracias por ello? Lo que te interesa es saber por qué estás aquí. —repliqué con sorna. La expresión en su cara se aligeró pero no dejó de ser firme. Esta chica realmente era un dolor en el trasero.

—Puedo encargarme sola de eso. —dijo haciendo referencia a su ataque. Y continuo: —Gracias. —expresó a secas. Bajó la mirada y ambos supimos que fue un error que lo hiciera. Sus ojos cayeron en mi abdomen y la única prenda que "llevaba" . Tragó saliva y su respiración cambió notablemente.

Empecé a dar pasos ligeros hacia a ella, cautelosamente.

—¿Quieres saber porque te traje aquí? —le pregunte con dureza. —No había a dónde más ir, Sarah. No en ese estado. Ella comenzó a retroceder al mismo tiempo. Elevando la mirada a mis ojos.

—Ahora ya lo es.

<<Sí sabes lo que es bueno, yo también lo creo. >>

—Estoy de acuerdo. — dije. Retrocedí y le di la espalda, me recargué en el borde frió de metal. —Las llaves de tu amigo están encima de su auto. — Y por cierto. — Hice una pausa para dar otra calada a mi cigarro consumiéndose por el tiempo. —De nada. — aludí, y deje salir el humo de mis pulmones.

Escuché nuevamente las puertas abrirse pero esta vez para dejar ir.

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